CINE › LA CENICIENTA SEGúN EL DIRECTOR KENNETH BRANAGH
› Por Ezequiel Boetti
Hace ya unos cuantos años que Hollywood puso el ojo en los clásicos de la literatura infantil para exprimirlos aún más releyéndolos desde una óptica oscura y ominosa, adoptando, en la mayoría de los casos, el punto de vista de los personajes malvados para tratar de dilucidar las motivaciones detrás de sus actos. Por esta nueva ola de la picadora de carne pasaron, entre otros, Caperucita roja (La chica de la capa roja, 2011), Blancanieves (Blancanieves y el cazador, 2012), Hansel y Gretel (Hansel y Gretel: cazadores de brujas, 2013) y La Bella Durmiente (Maléfica, 2014). La Cenicienta rompe con la tendencia enarbolando bien alto la bandera de los productos más emblemáticos de la factoría Disney. Esto es, los colores pastel, los príncipes bellos, las malvadas de caricatura y una protagonista tan sufriente como empática.
Los principales cuestionamientos ante este regreso a las fuentes no deberían centrarse en su pertinencia, sino más bien en la nula predisposición del equipo artístico para ejercitar la reinterpretación. Incluso las versiones noveles más mediocres de este relato clásico, desde Por siempre Cenicienta (1998), con Drew Barrymore rebelándose en la Edad Media, hasta La nueva Cenicienta (2004), con la otrora estrellita juvenil Hilary Duff trabajando en un local de comidas rápidas, intentaron generar una plusvalía a lo ya conocido. La ausencia de una lectura ya no personal, pero al menos distinta, resulta particularmente llamativa proviniendo de un director como Kenneth Branagh, reconocido internacionalmente gracias a las mil y una adaptaciones de clásicos de William Shakespeare para cine y teatro.
Cada película más cerca de convertirse en un técnico audiovisual asalariado, el director de Thor rinde pleitesía a Tim Burton vampirizándole no sólo la paleta brillosa y el tono onírico de El gran pez, sino también a una Helena Bonham-Carter que parece sacada de una de las películas de su flamante ex marido. Pero es sabido que la propiedad no se lleva muy bien con el cine. Branagh deglute y digiere mal los códigos audiovisuales característicos del director de El joven Manos de Tijera, confundiendo estilización con purpurina digital y limitando la fábula a su carácter enunciativo y bombástico. La que se divierte de lo lindo es Cate Blanchett como la madrastra. Exageradísima en cada palabra y gesto, plena de mohínes y en pose constante, odiable como nunca antes en su carrera, es la única que verdaderamente parece sorprendida ante el happy ending de este somero dramita romántico-juvenil palaciego.
Cinderella/
Estados Unidos, 2015.
Dirección: Kenneth Branagh.
Guión: Chris Weitz.
Duración: 105 minutos.
Intérpretes: Lily James, Cate Blanchett, Stellan Skarsgård, Richard Madden, Nonso Anozie y Helena Bonham-Carter.
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