CINE › EN UN PATIO DE PARIS, CON CATHERINE DENEUVE Y GUSTAVE KERVERN
› Por Horacio Bernades
La gente puede fisurarse, como las paredes, sugiere En un patio de París. Con una grieta en la pared del antiguo departamento se obsesiona el personaje de Catherine Deneuve, hasta el punto de imaginar que el barrio entero está a punto de desmoronarse. Fisurado está el protagonista, Antoine, tan desmotivado y ocioso que jura ser “capaz de matar” con tal de conseguir el puesto de encargado de un edificio. Fisurado económicamente, el ruso que trabaja en una empresa de vigilancia y se mete de okupa en el sótano del edificio. Por el lado de la fisura psíquica, qué decir del arquitecto del tercero, que se asoma a la ventana a ladrar por las noches. O de la dueña de la librería especializada en esoterismo, que se pone a revisar la historia entera de los derrumbes edilicios. O el propio Antoine, que para recordar los buenos viejos tiempos de la infancia se sienta a ver jugar a los chicos en la plaza.
Resistente a toda acción, Antoine (Gustave Kervern, conocido por sus películas codirigidas y coprotagonizadas junto a Benoît Delépine) parece salido de una novela existencialista. En plan cómico, al comienzo, cuando En un patio de París se presenta como comedia deadpan. Esas de personajes impasibles, en las que el dúo Kervern-Delépine son paradigmáticas. Películas como Aaltra, Avida o El mamut. A Antoine lo echaron de un delivery llamado “Flying Pizza” por resultar “desmotivador para el resto del personal”. Al comenzar la película, hace quince días que no duerme. Por lo cual vive, claro, en estado de sopor. Como si su insomnio fuera contagioso, nomás entrar a trabajar como encargado de uno de esos edificios parisinos con patio al medio, una de las vecinas, Mathilde (Catherine Deneuve), empieza a revisar sus paredes a las 3 de la mañana. La misma hora en que Antoine se pone a barrer los pasillos. Al final, el contagio dará lugar a la transferencia, la novela existencialista al melodrama terminal: alguien deberá morir para que otro se decida a vivir.
Coescrita y dirigida por el batallador de género Pierre Salvadori (de quien se estrenaron las estandarizadas El restaurante y Mujer de lujo), En un patio de París pasa de la comedia ligeramente depre a la tragedia con bombos y platillos, con final reparador. Todo suena forzado, tanto la latente comicidad inclinada al absurdo de la primera parte (la pequeña subtrama de una secta demasiado desabrida para ser graciosa, un solitario manguereo chapliniano de Antoine, una remera que parece condenada a mancharse, siempre en el mismo hombro) como el giro al melodrama tremebundo de la segunda, con sus referencias a la infancia perdida, la adicción del protagonista (que mucho efecto no parece hacerle), la visita “casual” a la vieja casa familiar, la locura progresiva, la muerte trágica. Todo está armado demasiado a los ponchazos en el film En un patio de París, más empujado que construido.
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