Miércoles, 1 de abril de 2015 | Hoy
CINE › ANDREA PIETRA Y JORGE MARRALE PROTAGONIZAN TUYA
En su primer trabajo juntos, los actores encarnan a un matrimonio en el que el ocultamiento está en el centro de la escena familiar, que incluye a una hija embarazada. La adaptación de la novela de Claudia Piñeiro dirigida por Edgardo González Amer se estrenará mañana.
Por Emanuel Respighi
Nadie cuenta toda la verdad en Tuya, la novela escrita por Claudia Piñeiro y cuya adaptación cinematográfica se estrenará mañana. Ni Ernesto, ni Inés, ni siquiera la hija de ambos: todos ocultan ya no sólo sus sentimientos sino hechos delictivos y transformaciones físicas que serían imposibles de esconder para cualquier familia. El problema, sin embargo, es que en la fiel traslación de la novela a la pantalla grande, realizada por Edgardo González Amer, mantener el estatus social y la imagen de una familia bien constituida parecen ser cuestiones más fundamentales que cualquier otras. Incluso, a la de convertir a ese cuentito rosa con el que se muestran fuera del hogar en un verdadero camino hacia el infierno. Al igual que en Las viudas de los jueves y Betibú, las otras dos novelas de Piñeiro llevadas al cine, Tuya elige la trama policial para iluminar con afán casi sociológico el funcionamiento de ciertas familias acomodadas que hacen de la apariencia su propia (in)felicidad.
Esconder y esconder, para que la mugre no salga a la luz. Ese parece ser el leitmotiv de la familia protagonista de Tuya. La trama del film cuenta la reacción de Inés (Andrea Pietra) al descubrir que su marido Ernesto (Jorge Marrale) la engaña. Lejos de considerarse traicionada, Inés prefiere restarle importancia, al punto tal que al ver cómo accidentalmente su esposo asesina a su amante decide ayudarlo a ocultar pruebas y a armarle una coartada verosímil. Todo sea por la institución familiar. Pero la complicidad tiene un límite y, cuando la protagonista descubre que aquel supuesto affaire es, apenas, la punta de un iceberg, la sumisión le cede paso a la venganza. En el camino de ese matrimonio en vías de descomposición, su hija adolescente cursa un embarazo avanzado sin que sus padres-cómplices se percaten. Todos ocultan, pero Inés y Ernesto, además, no son capaces de ver.
“Nunca habíamos trabajado juntos. Fue la primera vez que coincidimos y nada menos que para interpretar a un matrimonio de muchos años”, cuenta Andrea Pietra, en la entrevista con Página/12. “Un matrimonio bien constituido, por supuesto. Sin ningún tipo de mácula”, agrega, irónico y entre risas, Jorge Marrale, en relación con el artificioso vínculo de Inés y Ernesto. Manteniendo la tensión de un guión de giros inesperados y personajes que se transforman a lo largo de la trama, Tuya es una de esos policiales sin policías que se ubicarían en el subgénero de “suspenso dramático” si esa categoría existiese. “La película tiene muchos ingredientes: hay intriga, romance, amor, desamor, venganza y un manto de misterio”, subraya la actriz, en su primer protagónico cinematográfico.
–El hecho de que sin haber trabajado juntos anteriormente tuvieran que interpretar a un matrimonio de años, con sus complicidades implícitas, ¿representó un desafío actoral extra?
Andrea Pietra: –A mí no me resultó complejo componer a Inés ni a este matrimonio tan particular. Creo que tiene que ver con quién te toque trabajar. Tuvimos algunos encuentro previos para conocernos y surgió buena onda de entrada. Tal vez por eso no me resultó difícil. Trabajar con Jorge es fácil porque es alguien que propone cosas todo el tiempo y, a la vez, es permeable. No es de esos actores para los que el compañero es sólo una pared. Nos retroalimentamos.
Jorge Marrale: –Nunca habíamos trabajado, pero yo soy muy perceptivo. Siempre me doy cuenta cómo va a andar la cosa en la primera escena. Y cuando rodamos la primera, noté que circulaba esa predisposición, que había un intercambio de propuestas e ideas que eran bien entendidas por el otro. Ese clima ayuda mucho para formar un matrimonio de años y que éste pueda resultar creíble en pantalla. De cualquier manera, me parece que la novela y el guión ayudaban mucho para la construcción.
A. P.: –La relación de este matrimonio, en apariencia perfecto, estaba muy bien contada en el libro. Es muy interesante ver en el libro y en la película cómo un matrimonio de tantos años puede estar conformado por dos personas tan conocidas y desconocidas a la vez. ¿Uno termina de conocer a la persona que tiene al lado? ¿Es posible no conocer a quien desde hace dos décadas convive diariamente con uno? Inés y Ernesto conforman un matrimonio que parece perfecto pero que cuando entrás a su casa esconden todo tipo de miserias y engaños.
J. M.: –La película juega mucho con el conocimiento y el desconocimiento. Ese misterio hace que no sean obvios los pasos que dará cada personaje. Los dos personajes ocultan cosas. El mío oculta su infidelidad, pero el de Andrea su procedimiento a la hora de ocultar sus propios secretos. Son dos personas que esconden secretos, a partir de los cuales uno se pregunta cuál es el punto de contacto real entre ambos. En efecto, ella tiene un vínculo con la hija que es diferente al mío. Es entendible, hay algo de competencia entre ellas. En cambio, mi personaje encuentra en su hija una suerte de descarga afectiva, como si fuera lo único sano que tuviera en su matrimonio.
A. P.: –Hay una sensación en la que pareciera que para Inés, en ese momento de su vida, la hija le molestara. Ella preferiría querer resolver a solas con él la situación. No de frente, porque no hacen casi nada de frente, pero sí a solas. Le pesa la presencia de su hija en la casa.
–Tuya aborda la manera en que un matrimonio resuelve (o no) una infidelidad. Sin embargo, se trata de un film que ahonda también en la apariencia para el afuera como condición de clase. De hecho, la hija está embarazada y ninguno de los dos –envueltos en su rencilla– es capaz de percatarse de ello.
J. M.: –Mientras ellos dos están tapando una muerte, su hija está desarrollando su embarazo. Pero ella también oculta. Parecería ser que la hija es la que más conciencia tiene, es la que menos se banca la careteada, no la soporta. Mientras ellos sostienen como cómplices un secreto de muerte, ella sostiene un secreto de vida, su embarazo.
A. P.: –La película cuenta una historia identificatoria de la clase media argentina. Conozco muchos matrimonios con esa obsesión por mantener las apariencias. Hay una condición cultural que lleva a muchas familias a estar bárbaro para la foto y en su vida íntima son unos desconocidos. Muchas veces saben más de ellos gente de afuera que ellos mismos. Inés hace todo lo que tiene a su alcance para que ese matrimonio siga como si nada toda su vida, manteniendo la prolijidad para el afuera. Las fotos familiares en cierta clase muchas veces nos dicen poco.
–La película señala cómo la herencia familiar, sus propias historias, muchas veces condicionan su accionar. En el caso de Inés, eso se hace evidente con las actitud que toma inicialmente.
A. P.: –Hay una frase al comienzo de la película que describe lo que le pasa a Inés. “Yo le iba a preguntar a Ernesto qué le pasaba. Pero después me acordé de mi mamá, que un día le preguntó a mi papá qué le pasaba, y él le contestó que lo que le pasaba era que lo tenía harto, dio un portazo y nunca más lo volvimos a ver”, dice el personaje en un momento. Inés tiene pánico de repetir esa orfandad que tuvo en su infancia, perdiendo el hombre de la casa por haberle hecho un planteo. Ella prefiere ocultar a enfrentar, seguir teniendo un marido a quedarse sola, seguir siendo sostenida económicamente a tener dignidad.
J. M.: –Hay una cosa medio narcisista de los dos, que hace que cada uno no pueda mirar más allá de su propio ombligo. La hija es, para ellos, una mera formalidad. Es un matrimonio en el que los dos están girando sobre su mundo propio, que no les permite tener conexión con el otro. La formalidad en sus relaciones familiares es dramática. ¿Por qué se sostiene? ¿Cuál es el beneficio de eso? ¿A quién hay que reportar el beneficio de un vínculo de esta naturaleza? A nadie en particular o a la sociedad toda en general. En efecto, uno no sabe el grado de conciencia que toma Ernesto sobre lo que provoca con sus infidelidades porque es un impune, no mide lo que hace. Ernesto construye la infidelidad como una mamushka: una infidelidad oculta otra y así sucesivamente. Para Ernesto, la infidelidad es un deporte casi infantil, es un inmaduro violento.
–Por su enorme volumen, ¿consideran que la clase media argentina es más propicia a mantener su estatus a cualquier costo?
J. M.: –No creo que la hipocresía sea potestad argentina y tampoco de clase. Los márgenes de autoengaño, infidelidad y de soportar un statu quo contra viento y marea no es exclusiva de la clase media. Me parece que se trata de asociaciones entre determinadas personas que juegan ese juego. Uno lo ve en clases medias, altas y en menor medida en la clase baja. Lo que sí uno se preguntaría qué es lo que hace que gente acomodada económicamente mantenga las formas. ¿Cuál es el miedo a enfrentar? ¿El qué dirán? ¿El bajar de estatus social? A veces el matrimonio no es más que una cajita que los sostiene como institución, pero no como vínculo amoroso. Lo llamativo, o no, es que un acontecimiento dramático como un asesinato, lejos de separarlos, los junta aún mucho más. Tratan de zafar los dos juntos. Ella, que no tiene otra cosa que su familia, se pone en heroína. Y él la usa incluso en esa situación.
–Hay una sumisión de Inés hacia su marido, que en definitiva es la que aun en el siglo XXI se mantiene en ciertos sectores.
A. P.: –Claro. Inés no pareciera tener otra cosa que ese matrimonio, y él se siente cómodo con una mujer que le cocina, le plancha y le arma el bolso para irse de viaje. Es de esas mujeres que son sostenidas por sus maridos, sea por comodidad o porque sus esposos hicieron todo para que no puedan desarrollarse en otro ámbito. Ella tiene un amor enfermizo, al punto tal que cuando Ernesto mata a su secretaria y amante, ella tiene una mirada maternalista y trata de ayudarlo a ocultar el crimen. El miedo al “qué dirán” hace que lo apañe aún sin que él lo sepa. Inés no hace nada por ella.
–De cualquier manera, Tuya es la demostración de que hay determinadas pasiones propias de la naturaleza humana que ni los mecanismos de cultura pueden evitar que afloren.
A. P.: –En Inés parece haber un momento en el que el mecanismo cultural de contención desaparece para que surja la naturaleza humana. Una cosa es la infidelidad y otra la traición. En este matrimonio, la infidelidad es algo que puede no modificar el vínculo, pero sí la traición. Una infidelidad no siempre marca el fin del amor o del proyecto de vida en una pareja.
J. M.: –Lo interesante es que ese segundo pacto también se termina rompiendo. Y allí sí hay una traición, que desencadena un desenlace impensado. La traición no se perdona. Es una obra de pasiones humanas. La naturaleza humana es la que prima para transitar hacia el cielo o hacia el infierno. Cuando uno tira las cartas, ya no hay vuelta atrás.
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