Viernes, 17 de abril de 2015 | Hoy
CINE › ELA VOLTA NA QUINTA Y LOS EXILIADOS ROMANTICOS EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
El brasileño André Novais Oliveira utiliza a su propia familia para actuar una historia en la que priman el respeto a los personajes y la emoción genuina. El español Jonás Trueba, en tanto, logra un film tan ligero como amable, fresco y con sustancia.
Día uno del 17° Bafici y primera jornada de exhibición de las competidoras internacionales, con dos de dieciocho contendientes llegados de los más diversos lugares del mundo: Austria, China, España, Estados Unidos, Corea del Sur, Francia, Suiza, Alemania, India, Colombia, Irán, Israel, Brasil y Jordania –entre otros países–, además de las consabidas películas locales, que este año pueden ser cuatro si se contabiliza la participación argentina como coproductor importante de un film cubano y de otro de director colombiano, aunque rodado en nuestro país. Fieles a la costumbre impuesta hace muchísimas ediciones, la Competencia Internacional de cada abril presenta primeras, segundas o terceras películas en las filmografías de sus respectivos realizadores, con el acento puesto en un eclecticismo (en forma y contenido) bien entendido.
Se ha dicho en otras ocasiones en estas mismas páginas, pero vale la pena repetirlo: no necesariamente en las secciones competitivas de un festival de cine se encuentra lo mejor o más interesante de su programación, pero son precisamente las que funcionan como vidriera privilegiada tanto de los méritos como de las zonas erróneas de su equipo de programación. Si esta carrera competitiva cosecha 2015 es una de las más fuertes de los últimos años, como algunos cinéfilos han hecho notar con anterioridad, es algo que irá develándose para el espectador con el correr de los días.
La ópera prima Ela volta na quinta vuelve a confirmar que varias cosas positivas están ocurriendo en el cine brasileño por fuera del mainstream, y ello desde regiones usualmente relegadas en el mapa de la producción de ese país. Afincado en el estado de Minas Gerais desde sus años de estudiante, André Novais Oliveira moldea en su primer largometraje los elementos de la ficción cinematográfica a partir de materiales ciento por ciento reales: los protagonistas del film son los miembros de su propia familia (padre, madre, hermano) y él mismo, la casa que habitan esos personajes es el hogar familiar del realizador y es posible adivinar en algunos de los accidentes de la trama elementos cuyas raíces están enterradas en el terreno de los hechos verídicos. Sin embargo, no se trata de ninguna manera de un documental con elementos de ficción sino, en todo caso, de una creación ficcional con elementos y personas reales como base. Cuánto de esos personajes es reflejo de las personas de carne y hueso que las interpretan es algo que la película nunca aclara.
Luego de una secuencia de apertura conformada por fotografías reales de la familia Novais Oliveira a través del tiempo (atención, cazadores de joyitas musicales: de fondo puede oírse, casi en su totalidad, un bellísimo tema de Cassiano, auténtico soulero brasileño de los años ’70), Ela volta na quinta (“Ella vuelve el jueves”, por supuesto) presenta uno a uno a todos los personajes a partir de sus movimientos en el ámbito íntimo del hogar o bien en sus actividades laborales. La crisis del matrimonio de los padres luego de décadas de convivencia parece orbitar muy cerca del centro de los múltiples conflictos personales y sociales que los aquejan, pero casi nada es estridente en el modo de narrar elegido por el realizador, e incluso en medio del silencioso vendaval hay lugar para la ternura y el humor. El uso de planos extensos para la descripción de esos lugares y actividades le permite alcanzar un enorme grado de sutileza en la representación de situaciones que –siempre– terminan revelando su trascendencia detrás de una apariencia trivial. Más allá de las diferencias culturales y de los estilos disímiles entre uno y otro, Novais Oliveira es un descendiente del ethos de Yasujiro Ozu: menos es más; el respeto y la ternura hacia los personajes ante todo; la emoción surge siempre por acumulación, nunca a los golpes.
Jonás Trueba, hijo de Fernando Trueba y sobrino de David Trueba, no es un nombre desconocido para el festival porteño: su segundo largometraje, Los ilusos, formó parte de esta misma competencia hace dos años. Su nuevo film, Los exiliados románticos –entreno mundial de este Bafici–, comparte con aquélla una parte del reparto y cierto espíritu nuevaolero, aunque en esta ocasión las referencias a Truffaut y a Godard son reemplazadas por una evidente filiación rohmeriana. No es el único cambio: el blanco y negro analógico muta en color digital, y las calles y avenidas de Madrid son dejadas atrás temporalmente luego de que los tres protagonistas, muchachos que transitan los inicios de la treintena, se suben a una combi y emprenden un viaje relámpago a un pueblo francés fronterizo y, más tarde, a la mismísima París.
Lógicamente (recordar: Rohmer), en esos lugares se darán tres encuentros con sendas muchachas, amén de otros personajes, lugareños y extranjeros, que le dan sabor y sustancia a un film tan ligero como amable. Lo mejor de Los exiliados románticos es la frescura genuina que asoma en varias escenas, su empedernido cosmopolitismo y la sensación de fin de ciclo inminente en la vida de los personajes, nunca explicitada pero presente en todo el metraje. Y como en Ela volta na quinta, aquí también la música tiene un rol de suma importancia: la cantautora Miren Iza, líder de la banda madrileña Tulsa, acompaña a los viajantes en cada uno de sus pasos como un hada protectora.
* Ela volta na quinta se exhibe hoy a las 17.30, en el Village Recoleta 6, y el lunes 20, a las 13, en el Artemultiplex Belgrano 3.
* Los exiliados románticos se exhibe hoy, a las 21.15, en el Village Recoleta 8, y el domingo 19, a las 20.30 en el Village Caballito 4.
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