Domingo, 21 de junio de 2015 | Hoy
CINE › MALENA BYSTROWICZ Y LORELEY UNAMUNO PRESENTAN SU DOCUMENTAL MINERAS
Las directoras del documental que se exhibe hoy en el Festival de Cine de Derechos Humanos se inspiraron en los textos que Eduardo Galeano dedicó a las mujeres que trabajan en las minas de Bolivia. “Están completamente marginadas”, afirman.
Por Oscar Ranzani
Domitila Barrios de Chungara tiene una historia de dolores familiares pero también de reivindicaciones muy fuertes por ser una militante que siempre luchó por los derechos de las mujeres mineras en Bolivia. Francisca Gonzales Santos forma parte de la tercera generación de mineros en su familia y su marido murió trabajando en la mina. Lucía Armijo vive en el Cerro Rico de Potosí y, además de ser madre de seis hijos, es una digna trabajadora y dirigente sindical en la zona. Este triángulo de personajes conforma el relato del documental Mujeres de la mina, que se complementa con reflexiones del recordado Eduardo Galeano sobre las luchas de los trabajadores y trabajadoras de Bolivia en este rubro, con un tono poético que no esquiva la denuncia de la explotación que padecen. El film fue realizado a cuatro manos por Malena Bystrowicz (codirectora de Piqueteras y de Agujeros en el techo) y Loreley Unamuno, directora de fotografía egresada de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc). El documental de la dupla tuvo un largo recorrido por festivales internacionales y, entre otros galardones, obtuvo el Gran Premio Santiago Alvarez, en Cuba. Este domingo a las 20, podrá verse en el Espacio Incaa Gaumont, en el marco del 16º Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos DerHumALC.
En 2006, Unamuno viajó a Bolivia para realizar la cobertura de la primera asunción como presidente de Evo Morales. En ese viaje conoció a Francisca, una de las tres mujeres protagonistas del documental. Ambas charlaron sobre lo que cada una hacía y, en medio de la conversación, Francisca le dijo a la directora: “¿Y por qué no hacer una película sobre nosotras, las mujeres mineras?”. “Cuando volví, se lo planteé a Malena y, como tenemos una larga relación de amistad, nos pusimos de acuerdo rápidamente para concretar el documental”, cuenta Unamuno. Bystrowicz agrega que el enfoque exclusivo en estas tres mujeres mineras fue cambiando en los ocho años que duró el proyecto. “En un principio, iba a ser sobre la historia de Francisca. Nos habíamos metido en esa línea. Había todo un guión que después fue mutando. Fueron muchos viajes, y en uno de ellos, conocimos a Lucía, la otra protagonista, en el cerro, y también empezó a ser un personaje.” La cineasta señala que Domitila fue la más buscada de todas porque las otras dos mujeres elegidas surgieron más bien de encuentros. “Conocíamos la historia de Domitila a través de los libros de Galeano. Empezamos a rastrear porque no había muchas noticias de ella y la encontramos en Cochabamba en una escuela de formación política. Nos dio la entrevista en julio de 2011. Y ella y Galeano contextualizan la historia y lo que es la lucha minera”, explica Bystrowicz.
–¿Cómo surgió la idea de que Galeano reflexionara sobre las luchas mineras y la explotación que sufren esas trabajadoras?
Malena Bystrowicz: –Lo de Galeano surgió desde el principio, porque en toda la etapa de investigación en cuanto a la historia de Bolivia y las luchas latinoamericanas, el escritor era un inspirador. Y fantaseábamos con la idea de que estuviera. Lo llamamos y, enseguida, se sumó muy generosamente. Nos mandaba cartas de apoyo cuando teníamos que presentar el proyecto en lugares. Estuvimos varias veces a punto de encontrarnos y finalmente fuimos a Montevideo y lo entrevistamos. Estuvo a punto de venir a varias proyecciones. Una fue hace poco en un festival de cine de Uruguay, que estaba a punto de ir, pero al poco tiempo murió.
–¿Qué puntos en común encontraron en las protagonistas?
Loreley Unamuno: –Hay algo en común que tiene que ver con la cuestión de su propia transformación en pos de una transformación colectiva. Las tres sufren una transformación interna que tiene que ver con la pérdida del miedo que tan poéticamente relata Galeano en su libro y en la película, y que nos sirvió como metáfora ordenadora de la película. Es algo que las une a las tres, más allá de la cuestión de la lucha, la organización, o la resistencia en lo cotidiano. Básicamente, la matriz más fuerte es el autodescubrimiento de su propia pérdida del miedo y del encuentro de su propia voz para poder gestar una transformación colectiva.
–¿Cuáles son los derechos más cercenados que tienen estas trabajadoras mineras por el hecho de ser mujeres?
M. B.: –Ser mujer en cualquier parte implica una lucha extra por ser respetada, y encontrar un lugar, pero ser mujer minera es mucho peor todavía porque es un ambiente muy machista. Están marginadas completamente desde el trabajo y desde la violencia cotidiana. Imagínese que los tipos entran todos los días al socavón a no saber si salen vivos o enteros. Es enfrentar la muerte todos los días de sus vidas. Entonces, hay mucho alcohol, mucha cosa temeraria. La marchas de los mineros son con dinamita. Es todo muy duro. Y para una mujer es todavía más duro porque está el mito de que no pueden entrar a trabajar en la mina. Y si una mujer transgrede eso no sólo se expone a los accidentes o a todo lo que se exponen los mineros, sino también a la violencia de ser abusadas o a recibir violencia física directa. No hay muchas, pero hay algunas que lo hacen porque no les queda opción, como es el caso de Lucía.
–¿Qué otras prácticas machistas observaron en el contexto del trabajo minero?
L. U.: –La súper elemental que, en otros contextos, está ya más desdibujada, tiene que ver con el tema de lo doméstico, que recae pura y exclusivamente en las mujeres. O sea, el cuidado de los hijos, la comida. Y son mujeres que tienen muchos hijos, en general. Por lo cual ese trabajo lleva muchas horas de dedicación, aparte de que ellas también trabajan, con lo cual ese trabajo es exclusivo de las mujeres. No conocí ningún caso de un hombre minero que acompañe a la mujer en las tareas domésticas.
M. B.: –También la mayoría quedan viudas muy jóvenes. El promedio de vida en Potosí es entre los 30 y los 40 años. Entonces, quedan viudas con un montón de hijos, y la mayoría son analfabetas. Y la única opción es trabajar de serenas, que son las que cuidan el socavón a la noche, o de palliris, que trabajan con los residuos de la mina (como Francisca) martillando a ver si pueden recolectar algún resto de mineral. Son trabajos muy mal pagos; trabajan muchas horas por muy poca plata, pero es la única que les queda para sobrevivir. Y también pasa que los chicos terminan yendo a trabajar de mineros desde muy chiquitos. Ese es el círculo.
–¿Creen que retratar la historia de mujeres hace más potente a este documental en torno de la denuncia de la explotación a las trabajadoras mineras?
M. B.: –Yo creo que lo hace más potente, pero además es nuestra búsqueda. Para nosotras es también más potente porque nos identificamos con esas mujeres.
L. U.: –Que no es sólo por las cuestiones del trabajo, sino por una desigualdad de género concreta. Hay una cuestión que tiene que ver con el trabajo minero en sí, que es muy sacrificado e injusto en un sistema que ofrece malas condiciones de trabajo en Potosí. Pero eso es algo que acompaña el relato de un proceso de mujeres cuyas problemáticas tienen que ver con que son mujeres.
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