Jueves, 10 de septiembre de 2015 | Hoy
CINE › TOTEM LOBO, DE JEAN-JACQUES ANNAUD
Por Horacio Bernades
Un par de décadas atrás, el crítico Quintín postuló, a propósito del film chino Adiós mi concubina, una hipotética relación entre el academicismo cinematográfico y la crueldad. La asociación era insospechada, ya que si algo caracteriza el academicismo es el respeto a rajatabla por una presunta “corrección” cinematográfica, y la exposición de crueldades no parecía encajar en ese canon. Producción mayoritariamente del mismo origen que aquélla –pero dirigida por el francés internacional Jean-Jacques Annaud, conocido sobre todo por su versión de El nombre de la rosa–, Totem Lobo 3D parece hecha para darle la razón al ex crítico de la revista El Amante.
Tratándose de Jean-Jacques Annaud es casi innecesario aclarar que Totem Lobo es una superproducción internacional: desde hace treinta años, el realizador de El nombre de la rosa y El amante no filma otra cosa que no sea eso. Incluyendo Siete años en el Tíbet, que como se recordará rodó en Argentina. Gracias a El oso (1988) y la menos conocida Dos hermanos (2004), cuyos protagonistas son una pareja de tigres de Bengala, Annaud se convirtió en algo así como un especialista en superproducciones internacionales con animales. Una experiencia asiática ya tenía: El amante (1992) fue filmada en Vietnam. Basada en una novela autobiográfica, Totem Lobo transcurre en Mongolia durante la Revolución Cultural. Podría transcurrir en cualquier época. Más allá de que los protagonistas (vehículos narrativos, más propiamente) viajan de Pekín a aquellas praderas para trabajar como maestros rurales, no llegan hasta esos alejados parajes ecos de purgas, levas forzadas ni violentos dazibaos.
Como en La delgada línea roja y otros films de Terrence Malick, Totem Lobo narra la imparable decadencia de un ecosistema primitivo, a partir del ingreso del hombre de ciudad. Una de las grandes apuestas cinematográficas de los nuevos capitales chinos, la película de Annaud acumula sentidos, episodios y, sobre todo, desgracias. Hasta la llegada del agente externo, la relación de los pastores con los lobos es sencilla: tratan de que la manada se alimente de gacelas para que no se tienten con las ovejas y revolean a los lobos recién nacidos por el aire, cuestión de reducir drásticamente su población. Basta que uno de los maestros (a quienes curiosamente nunca se ve dando clase) tenga la peregrina idea de criar a un lobezno para que las calamidades se sucedan como efecto dominó.
Organizada como si las escenas fueran cajas apiladas en un depósito, la feria de crueldades de Totem Lobo incluye a animales volados con dinamita y una secuencia increíble, en la que mientras el líder de la tribu agoniza como resultado de una voladura, su nieto corre riesgo de que le amputen el brazo por la mordida de un lobo, al tiempo que los pastores exterminan a tiros a todos los miembros de la manada.
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