Jueves, 31 de diciembre de 2015 | Hoy
CINE › STEVE JOBS, DIRIGIDA POR DANNY BOYLE Y PROTAGONIZADA POR MICHAEL FASSBENDER
En lugar de optar por una narración cronológica de la vida del empresario y magnate informático, la película se estructura a partir de tres instancias importantes de su carrera. Un Fassbender por momentos mimético encarna a Jobs.
Por Diego Brodersen
Ningún hombre o mujer es solamente la suma de sus partes, en un sentido estrictamente biológico o en cualquier acepción intelectual o filosófica. Tampoco es el caso de las películas, aunque más de una justificación del gusto personal así lo sugiera. Ni ángel ni demonio (como, nuevamente, una gran mayoría de los seres humanos y de los films, excepciones al margen), al famosísimo Steve Jobs le llegaron rápidamente, luego de su temprana muerte, no uno sino dos retratos cinematográficos de ficción. Esa maldita/bendita tentación de los productores de cine que acecha a todo aquel que haya logrado superar con creces la hipótesis de los seis grados de separación. Self-made man de manual, gurú del mundo de los negocios, sujeto de adoraciones y más de un odio, uno de los papás de la empresa Apple y mentor de varios productos tecnológicos de moda (tal vez, una de sus grandes aspiraciones empresariales), su vida y obra se anticipaban como una fuente de inspiración inevitable para ser trasladada a la pantalla. La grande, no la de las computadoras o los dispositivos de bolsillo. Un caso ideal, por otro lado, para la temporada de premiaciones y “estatuillas” de diverso tenor que culmina con el orgasmo publicitario de los Oscar.
A diferencia de la anterior Jobs (dirigida en 2013 por Joshua Michael Stern y protagonizada por Ashton Kutcher), esta nueva biopic viene precedida por el amplio prestigio de los nombres que integran su reparto, el de su realizador y el del guionista. Steve Jobs, la película, parte de un concepto narrativo ingenioso y, en principio, interesante. En lugar de optar por un recorte más o menos amplio, más o menos cronológico, de sus cincuenta y seis años de vida, el guión de Aaron Sorkin (el mismo de La red social, por cierto) está estructurado a partir de tres momentos importantes de su carrera, punto de partida para un trío de larguísimas escenas o secuencias que transcurren, detrás de bambalinas, durante los minutos previos al lanzamiento de tres productos. En 1984, la primera Mac, que no logró transformarse precisamente en un éxito comercial pero comenzó a cimentar el nicho, la “logia Mac”; en 1988, ya fuera de Apple, el sistema NeXT, otro fracaso rotundo que, sin embargo, se convertiría en el cimiento del sistema operativo MacOS y le permitiría regresar triunfalmente a la empresa que había fundado dos décadas antes; finalmente, en 1998, la aparición de la iMac, primer batacazo rotundo de una concepción que ha hecho escuela; diseño, funcionalidad y tecnología de punta reunidas en un mismo producto. De esa forma se recrean, condensan y mixturan una serie de encuentros y diálogos que (poco importa) pudieron o no ocurrir en la vida real.
El realizador Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire, entre otras) optó por registrar cada uno de esos capítulos en diferentes formatos: 16mm, 35mm y digital, siguiendo la cronología del tríptico, elección algo geek que el film mismo termina revelando como esencialmente caprichosa –aunque simpática– y que para el espectador medio pasará inadvertida. Hay más de un punto de contacto con la estructura de Birdman, ese film de Alejandro González Iñárritu que se llevó el Oscar a Mejor Película el año pasado: por la decisión de acotar espacial y temporalmente la narración, aunque en este caso se trate de tres momentos y lugares diferentes; por la manera en que la cámara parece seguir a los personajes, en particular al protagonista; por la consciente decisión de apoyar la fuerza del relato en los diálogos (nutridos) y la performance del reparto (expansiva, casi una definición de la película “de actores” contemporánea). Allí se acaban las similitudes, porque ni Michael Fassbender es Michael Keaton ni Jobs volaba con su imaginación, aunque este último –el Jobs de carne y hueso– sí tenía mucho de histrión, de personaje carismático inventado para las masas tecnologizadas. Y los miembros de los directorios.
El planteo del film de Boyle –sólo en apariencia más sutil que de costumbre– y del guión de Sorkin se sostiene en base a un puñado de ideas motrices que atraviesan las tres etapas del relato. Por un lado, la relación entre Jobs (un Fassbender por momentos mimético) y su amigo y socio, Stephen Wozniak, interpretado con brío bonachón por Seth Roger, y con el CEO de alto vuelo John Sculley (Jeff Daniels), con quienes pasa inevitablemente de la relación de amistad profunda o de la filiación padre/hijo putativa a las rencillas conceptuales y corporativas, personales y legales. Precisamente a ellos el film les dedica algunos de sus pocos flashbacks que, a la manera de chispazos que atraviesan y dialogan con el presente, permiten integrar en la historia algunos datos esenciales para la comprensión del Jobs reconstruido en pantalla. Desde muy temprano, por otro lado, el personaje de Chrisann Brennan (Katherine Waterston) y el de Lisa, la hija no reconocida de ésta con Jobs, introducen un componente más “humano” del personaje/film, diseñado para conectar con un abanico más amplio de espectadores.
Ningún hombre o mujer es solamente la suma de sus partes y Steve Jobs según Boyle/Sorkin lo deja bien en claro desde un principio: Jobs podía ser un maltratador hijo de puta, un genio de los negocios, un empresario brillante, un pésimo padre, permitiendo incluso el intercambio de algunos de esos mismos sustantivos y adjetivos. Asimismo, el film es momentáneamente estimulante, en otros relativamente poco interesante; emotivo de una manera simplona y hasta chabacana, característica opacada regularmente por un sentido de la ironía afilado. El toque de genio es la construcción del personaje de Joanna Hoffman y la consiguiente elección de casting, que terminó recayendo en Kate Winslet. Son esa actriz y ese personaje, asistente personal de Jobs a lo largo de los años, las que aglutinan los elementos dispares, el excipiente que termina cumpliendo un rol fundamental para el efecto deseado de los componentes centrales. Sin ellas, la píldora sería bastante más difícil de digerir.
Estados Unidos, 2015
Dirección: Danny Boyle.
Guión: Aaron Sorkin.
Fotografía: Alwin H. Küchler.
Montaje: Elliot Graham.
Música: Daniel Pemberton. Duración: 122 minutos.
Intérpretes: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Michael Stuhlbarg, Katherine Waterston, Perla Haney-Jardine, Ripley Sobo.
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