CINE › CRECE LA POLéMICA POR LA AUSENCIA DE NOMINADOS AFROAMERICANOS EN LOS PREMIOS OSCAR EL AñO EN QUE LA ESTATUILLA SE PUSO BLANCA
Ya hay varios pesos pesado de la industria cinematorgráfica que anunciaron que no concurrirán a la entrega de los galardones, el 28 de este mes en Los Angeles, debido a que no figuran negros en las cuatro principales categorías actorales.
› Por Ezequiel Boetti
“¿Oscar tan blancos u Oscar tan tontos?”, se preguntaba The New York Times en su edición del 15 de enero, en lo que fue uno de los puntapiés para la habitual discusión que, casi sin excepción, tiñe los primeros análisis de las nominaciones para los premios más importantes de la industria, a otorgarse el 28 de febrero. Pero la polémica de este año trascendió los siempre arbitrarios criterios de premiación que llevaron a conformar las ternas actorales con veinte hombres y mujeres blancos y de ascendencia europea para convertirse en un asunto de interés nacional. Así, desde hace casi un mes, intérpretes, realizadores y demás miembros del show business hacen tronar sus voces para boicotear la gala. El reclamo generó, entre otras cosas, modificaciones en el reglamento de la Academia.
Claro que una mirada hacia atrás muestra que la ausencia de actores negros no debería sorprender a nadie. Ni el Oscar ni ningún premio es un reconocimiento a “lo mejor” de una disciplina, sino a aquellas expresiones que representan de la mejor forma posible la imagen que la entidad que lo concede aspira a reflejar puertas afuera. Y lo que históricamente aspiró a reflejar la Academia de Hollywood no fue sino una supremacía blanca (y masculina, pero eso ameritaría otra nota). Salvo hitos como la triple nominación para Whoopi Goldberg, Margaret Avery y Oprah Winfrey por El color púrpura en 1986, entre 1939 y 2001 hubo 37 nominaciones y seis triunfos (cinco en reparto, uno en protagónico) para actores y actrices negros: Hattie McDonald por Lo que el viento se llevó (1939), Sidney Poitier por Una voz en la sombra (1963), Louis Gossett Jr. por Reto al destino (1982), Denzel Washington por Tiempos de gloria (1989), Whoopi Goldberg por Ghost (1990) y Cuba Gooding Jr. por Jerry Maguire (1996). Así, e incluso cuando durante décadas no hubo papeles importantes para ellos, el promedio es de un nominado cada dos años, cifra ínfima si se tiene en cuenta que Meryl Streep solita acumula 19 en toda su trayectoria.
En 2002 la Academia premió a Denzel Washington y Halle Barry por Día de entrenamiento y Monster’s Ball, respectivamente. Fue un hecho histórico: ella fue la primera actriz negra en alzarse con el premio principal y él, el segundo después de Poitier. En ese momento era difícil saber si se trataba de un gesto de conciliación ante la amenaza externa pos 11-S o de un signo de apertura ideológica, pero desde entonces la entidad entregó seis Oscar a intérpretes negros: dos en las categorías principales para Jamie Foxx (Ray) y Forest Whitaker (El último rey de Escocia); y cuatro en las de reparto para Morgan Freeman (Million Dollar Baby), Jennifer Hudson (Dreamgirls), Mo’Nique (Precious) y Lupita Nyong’o (12 años de esclavitud). Además, esta última, centrada en los avatares de un afroamericano esclavizado en una plantación de algodones, fue elegida como Mejor Película, convirtiéndose en la gran ganadora de 2014.
El panorama volvió a su cauce habitual en 2015, cuando los afroamericanos brillaron por su ausencia entre los 20 intérpretes nominados, situación que ahora se repite. La diferencia es que, coinciden los principales analistas de Hollywood, este año había una buena cantidad de potenciales candidatos finalmente omitidos, desde los actores Michael B. Jordan (Creed), Samuel L. Jackson (Los 8 más odiados), Idris Elba (Beasts of No Nation) y Will Smith (Concussion), hasta los realizadores Ryan Coogler (Creed) y F. Gary Gray (Straight Outta Compton). Los hashtag #Oscarsowhite y #Oscarstillsowhite empezaban a convertirse trending topic. Una de las primeras en alzar la voz fue Jada Pinkett Smith. Apenas un par de días después de conocidas las nominaciones, la actriz colgó un video en sus redes sociales en el que anunciaba que ni ella ni su marido Will Smith irían a la ceremonia. “Mendigar el reconocimiento, o incluso pedirlo, merma la integridad y reduce el poder. Nosotros somos un pueblo digno y somos poderosos. Dejemos a la Academia que lo haga, con toda gracia y amor. Y nosotros hagámoslo de manera diferente”, dijo.
Le siguió el siempre oportunista realizador Spike Lee, quien el lunes 18 –cuando en Estados Unidos se celebraba el Día de Martin Luther King– anunció en su Facebook que tampoco se arrimaría hasta Los Angeles. “¿Cómo puede ser posible que, por segundo año consecutivo, los 20 contendientes en las categorías actorales sean blancos?”, se preguntó el dos veces nominado y ganador del Oscar honorífico del año pasado, y se respondió: “No puedo apoyar unos premios que son blancos como azucenas”. Los días pasaban y se sumaban voces en contra. Entre ellas, la de Halle Berry. “Cuando gané el Oscar pensé que se había abierto una puerta, pero no. Que hayan pasado quince años y ver que ninguna actriz negra lo ganó después que yo es desgarrador”, dijo. Incluso Sylvester Stallone consideró plegarse al boicot porque no nominaron a Michael B. Jordan, pero el director Ryan Cogler le pidió que asistiera para representar a la película. De todos modos, también surgieron algunas que relativizaron la protesta, como las de Michael Caine (“No se puede votar a un actor sólo porque es negro. A mí me costó años ganar un Oscar”) y Charlotte Rampling, nominada como Mejor actriz por 45 years, para quien todo se debe a que “quizá este año no había intérpretes que merecieran ser nominados”. O al menos eso creía antes de pedir disculpas y plegarse al reclamo.
Para colmo, la conducción de este año recaerá en el afroamericano Chris Rock, quien a medida que el boicot tomaba forma empezó a recibir presiones de sus colegas. Por ejemplo, del rapero y actor 50 Cent, quien publicó una foto de Rock en Instagram con la leyenda: “Chris, por favor, no participes. Tú significas mucho, amigo. No lo hagas, por favor”. Lee y Pinkett Smith, en cambio, salieron en su defensa, igual que Whoopi Goldberg. “El es el anfitrión y boicotearlo me parece tan malo como lo que todo el mundo está diciendo”, afirmó la actriz. La sola idea de que el comediante aplique su habitual acidez al tema encendió aún más las luces de alerta entre los organizadores, pero rápidamente se supo que, más allá de no haber emitido declaraciones oficiales, el protagonista de Rush Hour no se plegará a la medida. Eso sí, ya se supo que reescribirá su monólogo inicial para incluir varios comentarios sobre el tema, con el aval de la propia Academia. La decisión de Rock de no plegarse al boicot es lógica si se tiene en cuenta la posición que había manifestado en un ensayo sobre el problema racial escrito para The Hollywood Reporter dos años atrás. “Es una industria blanca, al igual que la NBA es una industria negra. Ni siquiera estoy diciendo que sea algo malo, simplemente es así”, había razonado.
Lo anterior significó un pequeño aliciente para la Academia en general y para su presidente, Cheryl Boone Isaacs, en particular. Un detalle nada menor es que la dirigente es negra, situación que la colocó en una posición incómoda, obligándola a reconocer el problema y a prometer tomar cartas en el asunto. “La Academia va a liderar el cambio y no va a esperar a que la industria reaccione”, dijo. Así, a fines de enero, la entidad emitió un comunicado en el que asegura que la cúpula directiva aprobó por unanimidad el fin del derecho a votos vitalicio y que, a partir de ahora, los miembros estarán habilitados a votar durante diez años y será vitalicio recién una vez que ese permiso se haya renovado tres veces. Asimismo, la Academia lanzará una campaña para captar nuevos miembros de razas diversas y ampliará el cupo femenino desde ahora y hasta 2020.
Sin embargo, el anuncio no calmó las aguas. La tapa de la flamante edición de la revista Vanity Fair sobre Hollywood tiene a un conjunto de actrices posando con vestidos negros, en clara alusión al conflicto. Allí aparecen, entre otras, Lupita Nyong’o, Viola Davis, Jane Fonda, Diane Keaton, Hellen Mirren, Charlotte Rampling, Brie Larson, Jennifer Lawrence y Alicia Vikander, estas cuatro últimas nominadas en la próxima entrega. Por otra parte, el éxito de The Birth of a Nation en la reciente edición del Festival de Sundance no parece casual. La biopic sobre Nat Turner, predicador y ex esclavo que lideró una rebelión contra la esclavitud en Virginia en 1831, no sólo fue la gran triunfadora en el apartado estadounidense al obtener el premio más importante del jurado y el del público, sino que se alcanzó el valor de venta más alto en la historia del evento: Fox Searchlight pagó 17,5 millones de dólares para asegurarse la distribución. “Gracias a Sundance por crear una plataforma que nos permita crecer, a pesar de lo que hace el resto de Hollywood”, dijo su realizador, Nate Parker, durante la premiación.
Difícil saber cómo seguirá la historia ni mucho menos si habrá cambios sustanciales en las ternas de los próximos años. Por lo pronto, un artículo publicado en THR hace una semana da cuenta de las reacciones de algunos de los votantes ante el escándalo y las modificaciones dentro de la Academia. El abanico abarca, siempre según el portal, desde aquellos que dejaron de sentir orgullo por pertenecer a la organización hasta otros que aseguran que se trata de una “estrategia de apaciguamiento momentáneo”, pasando por uno que, enojadísimo, contempla iniciar una demanda de discriminación por edad. Sea como sea, Hollywood volverá a lograr lo de siempre: cientos de millones de personas clavadas frente al televisor, gigas de tráfico en las redes sociales, decenas de programas comentando los vestidos, y toneladas de diarios impresos dividiendo ganadores y perdedores. Al fin y al cabo, como diría un Deng Xiaoping pochoclero, no importa que el Oscar sea blanco o tonto; mientras pueda cazar espectadores, es un buen Oscar.
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