CINE › LAS RAZONES DETRáS DEL TRIUNFO DE EN PRIMERA PLANA EN LA NOCHE DEL OSCAR
Contra todos los pronósticos, que daban por ganadora a El renacido, el film sobre la investigación periodística que reveló infinidad de casos de abuso sexual bajo la cúpula de la Iglesia Católica estadounidense se llevó el premio mayor de la Academia.
› Por Luciano Monteagudo
Y al final, saltó la banca. Habían transcurrido casi tres horas y media de ceremonia y cuando todo parecía llevar a un inevitable triunfo de Revenant - El renacido, la voz grave y sentenciosa de Morgan Freeman, luciendo su más trabajada imagen de autoridad patriarcal, anunció que En primera plana era la ganadora del Oscar de la Academia de Hollywood a la mejor película de la temporada 2015. A esa altura, todo el mundo se había olvidado de que en el comienzo mismo del show la película dirigida por Tom McCarthy ya se había llevado la estatuilla correspondiente al mejor guión original. Y entre uno y otro extremo, la verborragia del anfitrión Chris Rock le había dado batalla al #OscarsSoWhite (ver aparte), Mad Max: Furia en el camino había arrasado con casi la totalidad de los premios técnicos, acumulando seis al hilo, y en el sprint final el Oscar al mejor director para Alejandro G. Iñárritu y al mejor actor para Leonardo DiCaprio parecían pavimentar el camino para El renacido.
Pero no. Aunque parezca mentira, la Academia da sorpresas todavía (si no, que lo diga el pobre Sylvester Stallone, que se quedó sin su Oscar al mejor actor secundario, que parecía cantado). Y haya sido por los motivos que fueren –aquí se esbozarán algunos– el premio mayor fue para una película modesta pero noble, que no tiene nada de la espectacularidad que suele dispensar Hollywood, pero sí un tema impactante: la revelación de la infinidad de casos de abuso sexual infantil perpetrados bajo la cúpula de la Iglesia Católica estadounidense, según un riguroso trabajo publicado por el equipo de investigación del periódico The Boston Globe, hacia 2001. “Esta película les dio voz a los sobrevivientes y este Oscar amplifica esa voz que esperamos se convierta en un coro que resuene hasta llegar al Vaticano”, se enardeció el productor de En primer plana, Michael Sugar, ya con la estatuilla en sus manos. Y subió la apuesta, hablando en dirección a Roma: “Papa Francisco, es tiempo de proteger a los niños y restaurar la fe”, apostrofó.
Un poco a la manera de Todos los hombres del presidente (1976), pero sin el suspenso que ostentaba la película de Alan J. Pakula sobre el caso Watergate, los periodistas de En primera plana van desenmascarando paulatinamente una trama de silencios y complicidades, tanto en el arzobispado como en la Justicia y en la comunidad toda de la conservadora ciudad de Boston, hasta que la verdad termina saliendo a la luz. A diferencia de El renacido o Mad Max, la película es formalmente sobria, discreta, está siempre en función del tema y de sus personajes y no intenta manipular los sentimientos del espectador.
No está de más está decir que Spotlight (el título original remite al nombre del equipo de investigación del periódico) cumple con uno de los mandatos esenciales y fundantes de Hollywood, que también estaba en All the President’s Men y se remonta a la tradición de las tragedias optimistas de Frank Capra: todo puede estar podrido en la cúpula, pero el orden finalmente se restaura gracias a gente común (en este caso, un grupo de simples periodistas), que terminan demostrando que el sistema, a pesar de todos sus fallos, funciona. Y que en esa tierra de promisión que son los Estados Unidos todo es cuestión de voluntad: si se quiere, se puede.
Evidentemente, esta veta de la película ganadora pegó fuerte en los votantes de la Academia, sensibilizados no sólo por el film en sí mismo sino también por una hábil campaña publicitaria (“Una película que hace la diferencia”, fue su slogan, que la desmarcaba de sus contrincantes). Quizás también pesó el hecho de que su director, Tom McCarthy, es además actor; y los actores conforman el grupo de votantes más numeroso entre los miembros de la Academia. Y que sin duda supieron valorar el lugar que le dio a todo su elenco, encabezado por Michael Keaton, Rachel McAdams, Mark Ruffalo y Liev Schreiber.
No hay que olvidar, tampoco, que el sistema que rige desde 2009 para la votación ya no exige que se ponga en la boleta un único título sino cinco, en orden de preferencia, con lo cual el film elegido es esencialmente fruto del consenso. Una votación dividida, por ejemplo, en la que en muchas boletas El renacido figurara primera o quinta, le puede abrir lugar a la que mayoritariamente sale votada segunda. Y quizás éste fue el caso. Por cierto, En primera plana –recuerdan los memoriosos– es la primera en más de 60 años (El espectáculo más grande del mundo, 1952) que gana el premio mayor sumando apenas otra única estatuilla. Y que en el caso de la de Cecil B. DeMille, también fue para el mejor guión.
Volviendo a El renacido. Casi tan ampulosos como la película misma fueron los discursos de agradecimiento de González Iñárritu y Leo DiCaprio. El actor, en todo caso, aprovechó la oportunidad que la Academia le venía negando desde ¡1994! para insistir con su agenda de los últimos años, dedicada a la cuestión del medio ambiente y el recalentamiento global. “The Revenant es una película acerca de la relación de un hombre con el mundo natural, un mundo que en 2015 batió el récord de calentamiento” señaló. “Nuestra producción tuvo que trasladarse al extremo sur del planeta (ndr. Tierra del Fuego) para poder encontrar nieve. El cambio climático es real, está sucediendo ahora mismo y es la amenaza más urgente que enfrenta nuestra especie. Tenemos que trabajar juntos y evitar postergaciones. Debemos apoyar a líderes que no hablen en nombre de las grandes corporaciones sino que hablen en nombre de toda la humanidad, de los pueblos originarios del mundo, de los miles de millones de desamparados que serán los más afectados, por los hijos de nuestros hijos y por aquellos cuyas voces han sido ahogadas por las políticas de la codicia”.
Casi tan encendida como la de DiCaprio pero quizá menos sincera y más oportunista fue la arenga de Iñárritu, al recibir su estatuilla al mejor director, la segunda al hilo que recoge luego de Birdman: “Soy muy afortunado al estar aquí esta noche, pero lamentablemente muchos no tuvieron la misma suerte”, dijo en referencia al tema dominante de la noche, la ausencia de afroamericanos entre los nominados. “Hay una línea del guión en mi película en la que Glass le dice a su hijo mestizo: ‘No te escuchan porque sólo ven el color de tu piel’. Qué gran oportunidad para nuestra generación: liberarnos realmente de todos los prejuicios y del pensamiento tribal y asegurarnos de una vez y para siempre que el color de nuestra piel es tan irrelevante como el largo de nuestros cabellos”, finalizó mientras se mesaba nerviosamente los suyos.
Más genuinamente emotivo fue el discurso –leído de un minúsculo y arrugado papelito en su italiano natal– del gran compositor Ennio Morricone, que agradeció especialmente a Quentin Tarantino (¿estaba en el Dolby Theater? Si fue así, no le hicieron ni un solo plano) por haberlo convocado para Los 8 más odiados. “Uno sólo puede componer una buena banda de sonido si la película es realmente buena”, dijo quien quizá sea el compositor más prolífico de la historia del cine (la base de datos IMDb consigna ¡527! películas), autor de soundtracks tan populares como memorables y que hasta ahora se había tenido que conformar con un Oscar a la carrera, considerando que por entonces, en 2007, ya rondaba los 80 años. Una justiciera ovación de pie, coronada de “bravos” (como en una sala de conciertos), completó su merecido premio.
Hablando de justicias e injusticias... Que Brie Larson haya ganado el Oscar a la mejor actriz por La habitación y Alicia Vikander como mejor actriz secundaria por La chica danesa no habla tanto de sus respectivos méritos, que nadie discute, como del rotundo desprecio que sufrió en la ceremonia del domingo esa obra maestra que es Carol, de Todd Haynes. De las seis estatuillas a las que aspiraba, no consiguió ninguna, ni siquiera las de Cate Blanchett o Rooney Mara, sus estupendas actrices, que podían haber representado magníficamente a la película toda.
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