Mar 08.03.2016
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CINE › CHRISTIAN MEIER, PROTAGONISTA DE MAGALLANES, QUE SE ESTRENA AQUí ESTE JUEVES

“La gente apuesta por el cine peruano”

El primer sueño del intérprete peruano fue la música, pero el destino lo llevó a la actuación. En la película del debutante Salvador del Solar, que aborda las consecuencias del conflicto con Sendero Luminoso, comparte pantalla con Federico Luppi.

› Por Oscar Ranzani

Al igual que la mayoría de los jóvenes, el actor peruano Christian Meier sentía pasión por la música en su adolescencia. Y en 1987, cuando tenía diecisiete años, integró una banda de rock llamada Arena Hash. Cuando editaron su primer disco, por las radios peruanas sonaban casi exclusivamente Soda Stereo y Los Fabulosos Cadillacs. En 1993, la banda se separó para que cada uno siguiera su carrera como solista. Meier comenzó a grabar su primer disco, pero pronto se quedó sin plata para concluirlo. Hasta que un día, leyendo el diario, vio un artículo donde mencionaban que en el Perú se iba a realizar una telenovela. Tenían todo casi listo... excepto el protagonista. Meier se tiró el lance: llamó por teléfono al productor ofreciéndose a actuar. “Mi objetivo era poder conseguir el dinero para poder terminar el disco, pero me fui quedando y cuando terminé el trabajo me ofrecieron otro. Entonces, durante un tiempo hice las dos cosas a la vez”, cuenta en la entrevista con Página/12. Meier reconoce que “lo de la música era un proyecto mucho más personal porque yo era cantautor y, de alguna manera, era el propio capitán de mi barco: hacía lo que quería”. Y que cuando ingresó en el mundo de la actuación –y aclara que hasta la fecha– se dedicó “a interpretar personajes en obras que me encargan”. Meier llegó a ser un reconocido actor de telenovelas en su país, hasta que apareció la posibilidad de pegar el salto a la pantalla grande en 1998 con No se lo digas a nadie, bajo la dirección de uno de los cineastas más emblemáticos que tuvo el cine peruano: Francisco Lombardi. Y desde hace unos años se dedica completamente a actuar en cine. Este jueves presentará Magallanes, séptimo largometraje en el que participa y que se estrena en Buenos Aires.

El film peruano, ópera prima de Salvador del Solar, fue uno de los cinco nominados a Mejor Película Iberoamericana al Goya 2016, que finalmente terminó ganando El clan, de Pablo Trapero. El protagonista es el actor mexicano Damián Alcázar, quien compone a Magallanes, un miembro retirado del ejército peruano, que en la actualidad trabaja como taxista. Un día, sube una pasajera y la vida de Magallanes sufre un viraje. Ella se llama Celina (Magaly Solier, la actriz de La teta asustada, de Claudia Llosa) y él la recuerda perfectamente: muchos años atrás, en pleno conflicto con el grupo armado maoísta Sendero Luminoso, él la había forzado a convertirse en esclava sexual de un coronel que actualmente está retirado (Federico Luppi). Pero ella no ve frente a quién está. Magallanes quiere limpiar su pasado y, de algún modo, redimirse. Así se obsesiona con seguirla y descubre que Celina tiene una deuda importante. Desea encontrarse con ella, y no se le ocurre mejor idea que chantajear a quien fue su comandante. Para eso amenaza al hijo del coronel, el abogado Augusto Rivero (Christian Meier) con entregar a la prensa unas viejas fotografías tomadas en su cuartel, en las que se ve al militar en una situación comprometida con Celina, quien por aquel entonces era una jovencita. Si le dan el dinero que pretende no expondrá las fotos. Y ese dinero, cree Magallanes, podría servir para ayudar a Celina con su deuda.

–Si bien el film no está ambientado en el conflicto interno del Perú de los 80, el director parece haber estado interesado en las consecuencias psicológicas que dejó. ¿Usted lo ve así?

–Sí. Es un conflicto que pasamos todos los que estuvimos en esa época. En mi caso, ha sido durante los años de mi adolescencia: fue un conflicto que surgió más o menos por el año 80. Y yo tenía diez años. Terminó en el 92 o 93, cuando yo tenía 22, 23 años, pero toda mi adolescencia fue un poco marcada por el conflicto, no localmente porque gran parte de éste ocurría fuera de la ciudad de Lima, que era donde yo vivía. Pero todos tenemos recuerdos de cómo fue nuestro paso por esa época. Había una inseguridad en la calle, no como ahora que viene un chorro y te quita la billetera. No, podía explotar un autobomba en algún lado o podía haber un atentado, que secuestraran a alguien que uno conociera. Y eso nos marcó como jóvenes. Y el director ha tratado de poner no solamente su experiencia porque creo que quienes vivimos hoy en el Perú y estábamos vivos en la época del conflicto armado de los 80, estamos representados por cualquiera de los personajes de la película. Por ejemplo, el mío es el que no se daba cuenta. Está el personaje de Luppi que es el que prefiere hacerse el boludo con lo que pasó, porque no sabemos si recuerda o no. Siempre está esa incógnita con el personaje de Luppi: no sabemos hasta qué punto es cierta su vejez mental. Tenemos el personaje de Magaly Solier, la protagonista, que no quiere recordar, que es la que prefiere olvidar todo lo que ha sucedido. Y tenemos a Magallanes, que es el que no puede olvidar lo que ha sucedido.

–¿Cree que, en ese sentido, la película plantea una historia sin maniqueísmos, que el bien y el mal no existen en estado puro?

–Definitivamente hay un daño hecho. Y la motivación principal de Magallanes desde que empieza a interesarse por Celina es que hay algo que quiere resarcir. Hay algo que no estuvo bien. No hay buenos ni malos. Pero sí hay acciones que no han estado bien.

–¿Cómo ha reflejado el cine peruano, en general, la violencia política de la época de Sendero Luminoso? ¿Qué cree que aporta esta película a la discusión?

–Mientras ocurría el conflicto y cuando terminó, jamás nos ocupamos culturalmente del mismo. Hubo casos aislados como, por ejemplo, la película La boca del lobo, de Pancho Lombardi, que se hizo en pleno conflicto. Pero luego de finalizado, a comienzos de los 90, el Perú ha preferido no tocarlo, pero no por una especie de complejo sino porque era muy reciente. Había una especie de luto como para hablar. Y con los primeros veinte años de eso nos encargamos de reconstruir el país, de armar otra vez una nación. Creo que después de veinte años, algunos autores y artistas dijeron: “Ok, no se olviden que tuvimos veinte años de catástrofe aquí, 30 mil muertos”. Entonces, hay autores que han empezado a escribir sobre el tema, hay cineastas que han empezado a hacer películas sobre las consecuencias –como es el caso de Magallanes–, también hay obras de teatro, hay una camada de escritores que están hablando del tema. Creo que ha tenido que pasar ese proceso.

–¿La nueva generación de cineastas peruanos contribuyó a revitalizar el cine de su país, a trabajar temas y géneros que antes no eran tan abordados?

–Sí. Entre los 80 y los 90 se hacía cine social en Perú, porque había mucha pobreza. Y en los últimos años ha empezado una corriente de géneros que ha logrado que el cine sea más rentable y comercial. Ahora, en Perú hay películas de terror y comedias, pero bastante armadas, muy bien estructuradas. Y estos últimos años han motivado una prosperidad en la industria del cine y la gente está yendo a ver películas nacionales. La película más vista del año ya no es Capitán América sino una peruana. Que una película peruana lleve 3 millones de espectadores en el país es algo que no pasaba y ahora sí. La gente ahora apuesta por ir al cine peruano.

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