CINE › CARLOS PORTALUPPI HABLA DE HIJOS NUESTROS, LA PELíCULA QUE SE ESTRENA MAñANA
El actor manejó un taxi para mimetizarse con su personaje, un hombre que fracasó como futbolista y que proyecta viejos sueños en el hijo de una mujer que conoce y le cambia la vida. El fútbol y el barrio atraviesan este film que se estrena mañana.
› Por Oscar Ranzani
Hugo Pelosi es hincha fanático de San Lorenzo, pero tiene una particularidad: fue un jugador del equipo azulgrana que llegó a disputar siete partidos en Primera División, y por una lesión grave tuvo que dejar el fútbol profesional. La paradoja es que aquel era un momento de plenitud profesional pero San Lorenzo no andaba tan bien. En la actualidad se está produciendo la situación inversa: los Santos de Boedo están bien arriba y Hugo Pelosi trabaja en un taxi, y sobrevive como puede. Hugo sufre la soledad, y en uno de los tantos viajes sube al taxi una mujer con su hijo adolescente que juega en las divisiones inferiores de un equipo de barrio, y que es hincha de Vélez. Como se olvidan los documentos, Hugo va a devolvérselos y, a partir de ese momento, su vida cambia. Es que frente a la soledad, Hugo se engancha con esa mujer llamada Silvia y el pibe pasa a ser como un hijo para él. Poco a poco en interesa por Silvia y sueña con que el chico pueda debutar en San Lorenzo. Su vida empieza a cobrar sentido. Este es el argumento de Hijos nuestros, largometraje de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez, que se estrena mañana y que fue filmado en pleno corazón de Boedo. Los protagonistas son Carlos Portaluppi y Ana Katz, quienes ya habían trabajado juntos en Una novia errante (Katz fue también la directora).
“Me impresionó la soledad de este hombre: está solo en el mundo”, comenta Portaluppi en la entrevista con Página/12. “Está solo con el ruido, con la calle, con la cotidianidad de su oficio; sube gente todo el día en un taxi que transita por una Buenos Aires que es un caos. Todo eso me llamó la atención y experimenté desde ese lugar”, agrega el actor. De hecho, Portaluppi manejó un taxi para mimetizarse con su personaje. “Y fue una experiencia increíble ponerme del otro lado. Hasta estábamos filmando y, de golpe me pararon de verdad”, recuerda, entre risas.
–¿Esta película es, ante todo, una reflexión sobre la paternidad?
–¿Se refiere al término Hijos nuestros?
–Tiene un doble sentido: por un lado, el futbolero y también el hecho de que este hombre lo ve al chico como a un hijo.
–Claro, Hugo ya es un tipo grande, se encuentra con una mujer que está sola y con un pibe con ausencia de padre. El no tiene mucho tiempo de plantearse: “Voy a ser padre de este pibe”, pero sí, en cierta medida, intenta acercarse desde un lugar y desde una pasión que los une que es el fútbol. Tienen la rivalidad de que el pibe es hincha de Vélez, pero así y todo logran muy buena afinidad. Y hay como una actitud paternal. De hecho, termina siendo el padrino de confirmación del pibe antes de intentar que el chico haga la prueba en las inferiores. Ahí hay algo de paternidad.
–¿Cómo fue componer un personaje fanático de San Lorenzo para un ferviente hincha de River?
–Esa fue la parte más dura (risas). Soy hincha de River y me gusta mucho mi River, pero uno es actor y las pasiones personales se dejan a un lado y sólo queda la pasión por contar una historia, que es lo que me gusta hacer. Es una historia que está muy bien escrita y muy bien contada por los directores. Es una producción pequeña pero tiene corazón. Es un corazón muy grande el que tiene esta película. De todas las experiencias que tuve en mi vida, ésta es una de las más lindas.
–¿Cómo puede ver esta película alguien que no entiende del folklore futbolero ni de los sentimientos que despierta un equipo? ¿Se pierde algo de la esencia?
–No, todo lo contrario. De hecho, personas que fueron a verla –que son fanáticas de San Lorenzo– se encontraron con otra cosa, porque trasciende eso. Está muy presente sobre todo Boedo, como nunca se va a ver en el cine. Y se ve mucho Buenos Aires, pero particularmente se ve Boedo. Así que dejé esa rivalidad como hincha de fútbol y me entregué directamente a lo que siente un personaje. Y eso es lo que les pido a los hinchas de Huracán y de Vélez que me amenazan (risas). Que entiendan que esto es ficción y que estoy contando una historia nada más.
–¿Cómo se hizo hincha de River? ¿En su Mercedes correntina?
–Sí, mi tía Marina era hincha de River y fue la que me hizo sentir ese amor por la camiseta.
–¿No fue su papá?
–No, mi papá es hincha de Independiente; mi hermano mayor, de Boca; el que le sigue es de Independiente. Yo hice de River a mi hermano menor que lamentablemente no está más.
–Cuando vino de la Mercedes correntina fue para estudiar arquitectura, ¿no?
–Sí, estudié arquitectura y paralelamente hice teatro.
–¿Por qué eligió esa carrera universitaria?
–En realidad, ya en el tercer año del colegio sabía que quería ser arquitecto. Y recién en quinto año descubrí lo que era el sentimiento de jugar con la sensibilidad de uno, con sus emociones, a partir de una obra que hice en el colegio. Y ahí se me despertó un poquito la curiosidad.
–Esa obra que menciona fue Nuestros hijos, de Florencio Sánchez, que le ofreció su profesora de francés...
–¡Caramba! ¡Hijos nuestros y Nuestros hijos! La relación que está haciendo. Sí, fue mi querida profesora Icha Casco la que me abrió las puertas del mundo del teatro y gracias a ella empecé a bucear después con mayor interés. Pero qué curiosidad: estoy por estrenar una película que se llama Hijos nuestros y la obra con la que debuté como actor se llamaba Nuestros hijos. Hay algo muy curioso en esto. Es un hallazgo esta conversación (risas).
–¿Qué es hoy Mercedes en su vida? ¿Un lugar de resguardo? ¿Viaja seguido a Corrientes?
–Viajo todas las veces que puedo para visitar a mi familia porque todos son de allá. Tengo tíos allí. Mis padres viven en Corrientes capital, pero siempre es un lugar donde voy y me quedo en casa de mi tía, saludo a la familia y a los amigos que tengo ahí. Y ahí están mis nísperos de esa tía Marina que me hizo hincha de River. Mi lugarcito en el mundo está abajo de esos nísperos en Mercedes. Así que es la tierra madre, donde nací.
–Tiene una amplia trayectoria en teatro, pero si tuviera que señalar cuándo surgió su popularidad, o si no le gusta la palabra, el ser reconocido masivamente, ¿diría que fue con el farmacéutico Dominici de Vulnerables?
–-Sí, claramente ese personaje tuvo mucho que ver en que se me empezara a conocer como actor. Fue un personaje que me dio muchas satisfacciones, así que agradezco eternamente a la gente de Pol-ka que se fijó en aquel momento para que yo pudiera estar ahí a la altura de un elenco tremendo y en una ficción de la mejor calidad en la historia de la televisión argentina.
–¿Al comienzo fue una traba para conseguir trabajo como actor el tener acento de una provincia? ¿Sufrió algún tipo de discriminación al respecto?
–Nunca tuve ese problema porque lo trabajé inmediatamente con Lito Cruz cuando estudiaba. Lo primero que me dijo fue: “Tenés que hacer algo con el acento porque si no, siempre vas a hacer personajes correntinos. Te van a llamar para hacer de correntino o de gaucho (risas). Igualmente no es un tema que a mí me cueste mucho. Enseguida se me pegan mucho los acentos. Voy a Jujuy y a la hora estoy hablando en jujeño. Si me escuchan hablar por teléfono con mi hermano no me van a reconocer porque empiezo a conversar en correntino. Está un poco el oficio del actor, del oído, del ver, del observar y trabajar con uno para hacer diversos personajes.
–Usted ha trabajado tanto en el teatro off como en el oficial. ¿Cómo nota en la actualidad el teatro del que surgió? ¿Hay mayor campo de posibilidades?
–El teatro independiente es siempre un campo muy grande. Uno ve la cartelera de los diarios y el fin de semana tiene 500 obras para elegir. Hay cosas buenas y otras no tanto. Todas las que hice en el teatro independiente me han dado enormes satisfacciones. Gracias al teatro independiente conocí Europa. Viajé durante cinco años con (Daniel) Veronese y (Claudio) Tolcachir. Conocí Francia, España, Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, y parte de Latinoamérica como México, Brasil, Chile, Colombia. El teatro independiente me brindó más que otras cosas. Aunque, en realidad, la primera vez que viajé fue con la película Una novia errante, de Ana Katz, porque fui al Festival de Cannes con ella.
–Allí tuvo un percance en Migraciones...
–(Risas) Sí, yo viajé solo aquella vez. Ana Katz había ido unos días antes con Daniel Hendler. Yo todavía vivía con la madre de mi hijo (ahora llevo casi seis años separado de ella, con un muy buen vínculo por suerte). En aquel momento, me habían mandado de la producción unos dossiers de prensa de Una novia errante que eran para llevar allá para entregar a productores y distribuidores. Ana no los había podido llevar. Mi ex mujer me dijo: “Llevate algunos pero no los pongas en el equipaje que vas a despachar, ponelos en el bolso de mano”. Yo pensé: “¿Para qué me va a servir esto?” Pero le hice caso. Guardé los dossiers de prensa y efectivamente me sirvieron. Volé a Nantes y ahí me esperaba un auto para llevarme hasta Cannes. Nantes fue mi entrada a Europa. Mi francés era el que aprendí en tercer año del colegio con mi profesora de entonces. Solo sabía decir: “Abro la puerta” y “Cierro la ventana”. Cuando estábamos llegando, entré con mi equipaje de mano. Iban preguntando y cuando me tocó identificarme de dónde venía, le dije: “Buenos Aires”. Y automáticamente me sacaron de la fila. Empezaron a revisar el equipaje y me las vi mal. Era la primera vez que viajaba a Europa. Era el primer vuelo internacional que hacía. Y ahí apelé al actor y a comunicarme en lo más básico que uno tiene que es el lenguaje corporal y expresivo con algunas palabras que conocía. Le dije: “Je suis une acteur”. Y automáticamente saqué el dossier y le mostré una foto mía con el logo de la Palma de Cannes. Y le dije: “I has invited to the festival international”. Y le mostré mi foto y le dije: “Este, eu” (risas). Felizmente era una mujer y se rió muchísimo y me dejó pasar. Fue un momento tenso que se resolvió con humor.
–Volviendo a algo más serio: hace un tiempo dijo: “Muchos creen que los actores vivimos en countries y andamos en limousine”. ¿Hay una confusión a nivel masivo sobre los actores, a quienes muchas veces no se los considera trabajadores?
–No, no creo que haya una confusión. Eso que dije a veces sucede. No todo el mundo, pero hay gente que piensa que, por estar en televisión, uno puede gozar de una vida de lujos. Y no. Uno muchas veces sobrevive con pequeñas cosas que hace en la televisión. No está todo el tiempo en televisión. Sí es el medio en el cual uno puede resolver mayor cantidad de cosas porque, por ahí, está mejor pago, pero no todos tienen la posibilidad de poder abastecer sus necesidades trabajando de ese modo. Hoy en día vivo gracias al teatro. Es lo que me sostiene. No estoy todo el tiempo haciendo TV. Por ahí me toca un año. En cambio, ahora voy por la segunda temporada de Bajo terapia (ver recuadro). Y nunca dejé de hacer teatro, ya sea comercial o independiente. Incluso llegué a hacer cinco obras en una semana.
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