CINE › LA ARGENTINA CAíDA DEL CIELO, DIRIGIDA POR NéSTOR SáNCHEZ SOTELO
› Por Horacio Bernades
La comedia romántica es un género delicado. Requiere de gracia, de que entre el chico y la chica pase algo semejante al enamoramiento, la electricidad o como quiera llamárselo. Requiere también de cierta dosis de locura y de al menos un par de secundarios interesantes que puedan tomar el relevo de los protagonistas entre escena y escena. Caída del cielo tiene dos actores muy capaces tratando de remontar una serie de situaciones muy forzadas, una falta de gracia ilevantable, un contexto que hace muy poco por generar alguna química entre ellos, una subtrama que sólo ayudar a tirar las cosas más abajo, un absurdo tímido y, encima, el viejo fantasma de la misoginia metiendo la cola y embarrando la cancha.
Después de una serie de imágenes veloces en las que no se entiende nada (recién más tarde, retrospectivamente, se comprenderá de qué se trata, lo que no quiere decir que esas imágenes vengan a cuento), Alejandro (Peto Menahem) agarra un frasquito, echa unas gotas en un vaso y sale a tomárselo en el patio. Por su expresión da la sensación de que lo que está tomando no es nada bueno. De pronto le cae un pesado bulto al lado. Es su vecina Julia (Muriel Santa Ana, a quien hace tiempo no se veía), quien a pesar de haberse caído o tirado desde la terraza no parece haberse hecho mayor daño. De hecho, en un rato estará charlando lo más tranquila. ¿Terraza baja? Será. Julia no sólo cayó en el patio del pobre Alejandro, sino que perdió la llave de su departamento, no quiere llamar a un cerrajero porque tiene miedo de que se quede con una copia y le robe, se le quedó la billetera en el departamento y lo manda a Alejandro a la farmacia. Un plomo. Por más que su apellido (Santángelo) y el título de la película anticipen que su función será salvífica.
Como el género impone sus condiciones de hierro, por más poca onda que haya entre ellos tendrán que besarse y todo eso. Alejandro es sonidista y baterista y está trabajando en una obra de teatro en la que una chica hace de Evita, un compañero de elenco del manco Paz y otro, de uno que no se sabe quién es. Todos actúan gesticulando en silencio, por decisión del director, que es un chanta (Héctor Díaz). Julia es de Pergamino, no tiene trabajo, es loca por las telenovelas y mientras las mira, teje. Como una chica de barrio de los años 50. Hay una escena potencialmente buena, pero injustificada. Durante el clásico momento de la separación, Alejandro escucha el repiqueteo de la muleta de Julia, que vive en el piso de arriba, y se pone a tocar la batería. Allí se establece un diálogo percusivo entre muleta y batería, una bonita idea de reencuentro entre ambos. Pero forzada, además de inconclusa, porque, ¿por qué hace sonar ella la muleta incluso estando sentada? De esta clase de desatenciones, en todos los sentidos del término, está hecha Caída del cielo.
Argentina, 2016
Dirección: Néstor Sánchez Sotelo
Guión: Leonel D’Agostino, Martín Blasco y Nancy Giampaolo.
Duración: 80 minutos
Intérpretes: Muriel Santa Ana, Peto Menahem, Héctor Díaz, Sebastián Wainraich.
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