Vie 13.05.2016
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CINE › LOLO, EL HIJO DE MI NOVIA, DE JULIE DELPY

Otra historia harto convencional

› Por Juan Pablo Cinelli

Julie Delpy lo hizo de nuevo: una comedia con pretensiones de ingeniosa, inteligente e irónica que se agota en chistes perezosos, situaciones de manual y en la imitación femenina de Woody Allen que la directora y actriz se reserva para ella misma en algunas de sus películas. En particular en el díptico compuesto por 2 días en París (20017) y Dos días en Nueva York (2012). Es que Violette, protagonista de Loló, el hijo de mi novia, parece una reescritura de la Marion que protagonizaba aquellas. Inseguras, fóbicas, hipocondríacas, agobiadas por sus oficios y con algunas taras para vincularse con el sexo opuesto, a ambas sólo les falta tartamudear para reclamar su certificado de copia fiel del estilo y las formas patentadas por el gran director neoyorkino. Por desgracia no es lo único de lo que los dos personajes y las tres películas adolecen, pero lo que más se extraña de todo es la gracia que nunca les faltó a las mejores comedias de Allen, e incluso también a las peores.

Violette es una cuarentona divorciada que desde hace algunos años no consigue un vínculo más o menos duradero con un hombre (o sea más de tres salidas) y hace bastante también de su última noche de sexo. Espoleada por su amiga Ariane, Violette comienza a salir con un ingeniero en sistemas, un nerd con todas las de la ley pero con quien la pasa bien y empieza a sentir que por fin se le dio. No sólo es un punto de partida abrumadoramente convencional, sino que el guión completa ese mal comienzo con una acumulación de chistes de lo obvio a lo olvidable, y ni siquiera la gracia de Delpy o las habilidades de un comediante reconocido como Dany Boon consiguen sacarle algo de jugo a esas piedras.

Como si todo eso fuera poco y para abusar también del arquetipo de la comedia familiar tipo “El padre de la novia”, “La familia del novio” y sus variantes transitadas infinidad de veces (incluso por la propia Delpy), entra en escena Eloi (o Loló), el hijo algo más que adolescente de Violette, celoso hasta la psicopatía. La tarea de Loló en la trama es trabajar como una cuña entre su madre y su novio, buscando desbaratar cualquier atisbo de amor. Sorpresivamente, la labor de Vincent Lacoste en el rol del insoportable Lolo resulta lo más efectivo. Aunque es posible que sus ocurrencias no causen demasiada gracia, su gran mérito es provocar en el espectador una gran antipatía. Algo parecido a lo que producía ver al Correcaminos o a Jerry siempre derrotando al Coyote y a Tom: las ganas de verlos perder una vez. En un panorama tan mediocre, ese no es un mérito menor. Pero el final feliz, por supuesto, se encarga de arruinarlo.

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