Dom 15.05.2016
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CINE › ENTREVISTA AL DIRECTOR ESTADOUNIDENSE RICHARD LINKLATER

“El cine no es una forma de arte con resultado inmediato”

El realizador sitúa su nueva película Todos quieren algo (a la que define como “una secuela espiritual de Boyhood”) en 1980, con una banda de “parranderos” jugadores universitarios de béisbol. Aquí, Linklater analiza en profundidad sus ideas sobre la narración en cine.

› Por Jacob Stolworthy *

Richard Linklater es más que un nombre: es un adjetivo. Así como el nombre de David Lynch es como un heraldo de lo francamente extraño, y Quentin Tarantino será por siempre sinónimo de la extrema violencia (y lo engañosos “terceros actos”), Linklater es un director cuyas películas son instantáneas de vida relacionadas; algo similar a abrir las cortinas y espiar por las ventanas del living. Los personajes de Linklater son más que creaciones en una páginas. Son personas que uno conoce: el pibe sensible sin certezas sobre su futuro, el grandulón universitario abusivo que uno ama odiar, la piba de al lado. En el caso de su nuevo film, Todos quieren algo (Everybody wants some!!), es una pandilla impresentable de jugadores universitarios de béisbol.

A la hora de promover su comedia ambientada en 1980, Linklater desmiente ese status de alguien cuyo apellido se ha convertido en parte de la cultura moderna. No lo piensa así, por supuesto. “¡Un adjetivo! Eso ni siquiera es una cosa”, dice, sacudiendo la cabeza. El realizador se ganó la fama con tres películas clave de los 90 –-Slacker, Rebeldes y confundidos y Antes del amanecer–, la trama naturalista de sus creaciones usualmente se desarrolla a lo largo de un solo día. En 2014, trastocó abruptamente esa confiable fórmula con Boyhood, una historia en la que pasó doce años siguiendo la vida de un chico, desde su temprana adolescencia a la adultez. ¿De verdad no ve por qué su nombre carga tal peso? “Supongo que escuché a muchas personas decir ‘Uh, conocí a alguien...’”, dice en referencia a la trilogía que protagonizaron Ethan Hawke y Julie Delpy. “Eso solo sucede una o dos veces en tu vida... y yo hice una o dos películas sobre eso.”

–¿Es consciente de que las películas que hace, con temas tan empáticos y una narrativa fluida, tienen un efecto tan profundo en la audiencia?

–No realmente. No creo que uno pueda, de verdad. Uno siempre está tratando de hacer su película, contar la historia de la mejor manera posible. Quiero ser conmovido por ella, por lo que cuando la gente conecta con eso yo puedo decir con honestidad “Bueno, ese es el objetivo”. Quiero tener una conexión. Quiero comunicar. Es maravilloso cuando sentís que esa conexión existe. Es bueno.

–¿Qué lo llevó inicialmente a hacer esta clase de películas? Son verdaderamente instantáneas de vida. Es un caso de salir a la calle y buscar la belleza de lo mundano?

–Creo que tengo un límite bajo de lo que una película puede ser. Con lo que estoy pensando “¿podés hacer toda una película sobre eso?”. Soy una especie de minimalista. Me pregunto si una película puede ser sobre algo tan simple. Cada film es diferente, cada historia es tan diferente... Pero creo que siempre me siento atraído a tratar de hacer algo minimalista y maximimizarlo cinematográficamente. Descubrir si realmente puedo recorrer todo el camino con una idea.

–De algún modo, no estar atado a los grandes presupuestos debe liberarlo.

–Sí, creo que eso va de la mano con las expectativas. El gran presupuesto significa que debés dar grandes resultados. Hay una inflación en la narrativa en la que el cine ha sido muy bueno, en la que tenés que arrancar y sostener una historia, y más te vale que tengas muchas cosas sucediendo. Y más te vale tener un gran final. Esa era la contradicción de Boyhood, porque tenía una estructura épica, 12 años; veías gente creciendo; es una película larga, de dos horas cuarenta. Es grande, pero la escala es muy íntima. Muchas épicas tienen un tema épico, pero yo hice una épica intimista. Es raro. No sucede a menudo. Para empezar, el mero hecho de que estés haciendo una película sobre eso es de algún modo épico. Decís “este pequeño tema vale una película”, todo el dinero, el esfuerzo, el tiempo. Estás elevando algo por el mero hecho de filmarlo. Cuando hacés toda una película solo sobre la conexión entre dos personas, la estás elevando.

–Algunas de sus películas están cargadas de nostalgia. ¿Abre esto algún tipo de colaboración con los actores, a la hora de la escritura del guión?

–No, no realmente. Todos quieren algo fue guionada, era muy específica. Nadie del elenco había siquiera nacido por la época en la que transcurre, 1980. Incluso está por fuera de mi propia experiencia universitaria. Dicho eso, seleccioné un puñado de ex atletas que tenían sus propias carreras: ahí es donde traés su propia experiencia, su sentido del humor. Pero eso está dentro de su personaje, en los límites de la estructura del film. Con lo que es al mismo tiempo muy colaborativo y abierto, y a la vez contenido dentro de límites muy estrictos. Creo.

–¿Cuándo decidió hacer un film sobre un grupo de...?

–¿... un grupo de pibes unidos por la testosterona? Probablemente alrededor de la misma época en la que empecé a hacer Boyhood. A comienzos del siglo, en 2002, empecé a pensar en eso. En 2005 ya tenía un guión. Durante todo el tiempo que estaba haciendo Boyhood, esto estaba en proceso. Traté de hacerla por 2009, 2010, y ya tenía pensado el final, y no sé si ese final no influyó un poco en Boyhood. Este final estaba escrito años antes de que filmara el final de Boyhood, pero siempre supe que terminaba con Mason yendo a la universidad. Entonces conoce a una chica. Con lo que hay una línea borrosa entre dónde termina Boyhood y dónde empieza esta, y solo sucedió que las dos películas terminaron quedando una detrás de otra. Al mismo tiempo, definitivamente hay un elemento de continuidad entre ellas.

–Con todo lo que se está diciendo de que esta película es una “secuela espiritual” de Dazed and confused, ¿sería entonces más apropiado decir que está más relacionada con Boyhood?

–Sí, de algún modo extraño es una continuación de Boyhood pero, en cuanto a tiempo y escenario, es una secuela de Dazed... Espiritualmente es más una continuación de Boyhood, pero es muy diferente. Todos quieren algo es como una parte diferente de mí; el atleta parrandero que fui.

–¿No lo sigue siendo?

–Puedo serlo. Si me junto con la gente adecuada en el momento adecuado.

–Después de Antes de la medianoche, ¿tiene claro qué hay en el futuro de Jesse y Céline?

–Esa es difícil. Depende. La película es una especie de test de Rorschach para amigos que dicen “Ah, mi pareja y yo vamos a verla”. Y yo digo “No lo sé, ¿ustedes están bien? Porque quizá no es recomendable...” La gente ve ese final muy definitivo; sale diciendo “Yo sabía que mi relación estaba condenada” y “Creo que deberíamos tomar la decisión de romper”, mientras que otros la encuentran muy optimista, en el sentido de que deben perseverar a través de sus malos momentos. Con lo que tiene que ver con dónde tenés la cabeza en ese momento. Te das cuenta que sabés que la perseverancia en una relación larga es trabajar a través de ella si vale la pena. Si no vale la pena, simplemente tenés que alejarte. Es duro. Podés verla de modo pesimista u optimista: depende de tu cabeza.

–Es universal, también: resuena en gente de 20 y en gente de 60.

–Sí, y me sorprende. Pensaba que era más bien para gente en la mediana edad, pero me asombra la manera en que gente más joven respondió a ella. Quiero decir, eran los hijos de padres divorciados que pudieron apreciar su lucha. Es duro. Hay amor y hay compromiso, son dos cosas diferentes.

–¿Qué diría usted que Jesse y Céline tienen al final de Antes de la medianoche?

–(Risas.) No lo sé. Creo que todavía hay un compromiso pero allí también hay amor; todavía tienen ese vínculo profundo. Pero... de algún modo la vida es redefinir todas tus expectativas y todos tus pensamientos de lo que es algo. ¿Uno se adapta a la realidad, o la justifica? Son cosas para pensar, en todo lo que uno hace. ¿Está uno redefiniendo el campo de juego para permitirse estar en él? ¿Está uno aún enamorado? No lo sé. Y son preguntas interesantes.

–Usted trabajó en varias ocasiones con Ethan Hawke, Matthew McConaughey, Jack Black y Patricia Arquette. ¿Diría que la relación de trabajo con Hawke es la que más define su trabajo?

–No sé si es la que más, pero ciertamente sí en números fríos. Hemos trabajado juntos más que con otros, hay otros actores con los que trabajé dos o tres veces, pero con Ethan... de algún modo hicimos un clic hace mucho tiempo y nos convertimos en colaboradores naturales. Nos mandamos materiales diferentes pero no forzamos las cosas. El puede tener un proyecto y yo decir “Nah, no es lo mío”, y todo queda ahí. Tenemos cosas en desarrollo que quizá se hagan y quizás no. Ethan es un tipo que siempre tiene un proyecto. En ese sentido somos muy similares. Con lo que, cuando conectamos cinematográficamente, siempre es divertido.

–¿Hay algún proyecto que vaya a conocerse en doce años?

–No. En su momento hablé de Boyhood. Salió una noticia en el año uno, en Variety. Publicaron una pequeña nota y yo al final me encontré con el tipo y me dijo “Ah, yo tuve la primicia!” y yo respondí “Sí, tuviste la primicia, muchas gracias por eso”, porque a través de los años me vi obligado a responder a gente que había hecho un poco de investigación, y que preguntaba por esa cosa que estaba haciendo y que iba a estrenarse en 2013, 2014 o 2015. Y tenía que contestar cosas como “Sí, bueno, es esto que estoy filmando cada año, no sé muy bien”. No tenía nada certero para decir porque todo estaba muy lejos. Pero nunca mentí y dije que no sabía de qué estaban hablando. Es muy difícil mantener algo secreto en secreto; hay una diferencia entre “bajo perfil” y “secreto”. Era difícil de hablar de eso durante el proceso.

–¿Tuvo la preocupación de que finalmente no funcionara?

–No en mi mente. Pero supongo que no querés tentar al destino con las obvias caídas de alguien renunciando, o que sucediera algo físico que lo hiciera imposible... ni siquiera hablás de ciertas cosas. La gente solía decirme “¿y qué pasa si alguien muere? Tenés valor en hacer esto. ¿Y si él renuncia?”. Sí, podía suceder. Pasa en la vida. Puede pasar en cualquier momento. Yo podría morir, por caso. Todos hicimos un acto de fe hacia el futuro, confiamos en que estaríamos allí. Como hacemos todos.

–¿La gente le preguntaba qué haría si alguien moría? Eso es bastante oscuro.

–Sí, la gente actuaba como si fuera un compromiso hercúleo, pero no lo era. Especialmente cuando sos más grande, te preguntás dónde estarás en doce años. Probablemente haciendo las mismas cosas, alguna nueva versión de lo que sos ahora. Siempre tuve esta visión a largo plazo. Incluso cuando estaba empezando, tenía esa paciencia. Supongo que cuando sos joven querés resultados. Y si querés resultados inmediatos –si no tenés el gen de la gratificación tardía–, bueno, entonces el cine no es lo tuyo. Sé un artista de performance, sé músico, hay forma de arte más inmediatas. El cine no es una forma de arte inmediata.

–¿Diría que es más fácil o más difícil hacer una película hoy?

–Más fácil, sin dudas. Absolutamente. Más barato, mejor, todo es más fácil, tecnológicamente. Como consecuencia de eso se hacen muchas más películas. Eso solía ser un obstáculo: conseguir el equipamiento, stock de cinta, el presupuesto solo para conseguir hacer la película. Solo el costo de laboratorio para hacer el más barato film de 60mm arrancaba en los 20 mil dólares. Eso, de algún modo, se terminó. Podés conseguir un precio barato, un colectivo de gente trabajando por nada. Podés hacerlo. Es una buena cosa.

–¿Piensa en hacer alguna otra secuela? ¿Quizá una continuación de Escuela de Rock?

–Bueno, no lo sé. Ya hay un gran musical de Broadway (que tuvo una nominación a los premios Tony), hay un show televisivo que se ve en Nickelodeon, con lo que Jack (Black) y yo, al no haber hecho la secuela hace algunos años... nunca conseguimos una buena idea para la secuela. Y uno no lo hace solo por hacerlo, o porque quiere trabajar de nuevo con alguien porque será divertido; tenés que tener una razón. Eso es por lo que hicimos las películas con Ethan y Julie: no las íbamos a hacer a menos que hubiera algo que realmente nos impulsara a hacerlas. Si no, es demasiado agotador.

–Su filmografía se divide en dos campos: las instantáneas de vida (Dazed..., Boyhood, Todos quieren algo) y las películas que proveen una visión única a mundos que serían extraños para muchos, como Una mirada en la oscuridad y Bernie.

–¿Vio mi película Me and Orson Welles? Es mi favorita: ir atrás en el tiempo y recrear un momento en la historia como ése... hay una parte de mí que ama hacer eso. Todas se sienten como historias que querés contar, y uno trata de encontrar la manera de comunicarla.

–Entonces, ¿cómo elige Richard Linklater las historias que quiere contar?

–¿No es esa la pregunta? Hay un gran límite: qué merece tu tiempo para tratar de hacer una película sobre eso. Entonces lo calibro a partir de lo que tengo dentro; si todavía estoy pensando en algo después de un largo tiempo... Bernie estuvo en el archivo como diez años. Todos quieren algo estuvo en el archivo. Escuela de Rock sucedió algo más rápido. Me and Orson Welles se hizo bastante rápido... hubo diferentes períodos de gestación. Pero me gustó todo ese tiempo pensando los proyectos, la gestación de una película. Pensé en Despertando a la vida durante años y años, sólo en cómo llevarla a cabo. Me gusta ese proceso. De todas las historias en el mundo, que son interminables, cada día te cruzás con una que sería irresistible como película. Pero qué es lo que te lleva a elegirla y hacer una sobre eso... es algo misterioso. ¿Es una obsesión? Usualmente, hay algo en el corazón de todo que es misterioso: tratás de encontrar algo, de descubrir algo, de explorar una relación. Podría repasar película por película y decir qué estaba tratando de encontrar. Es algo profundamente irresistible, al borde de la obsesión. Y tenés que tener eso funcionando. Es como esa frase de Kubrick: “Nunca hagas una película de la que no estés completamente enamorado, porque el esfuerzo es tan enorme que vas a pasar mucho tiempo allí”. Con lo que el tiempo que estoy haciendo algo, me pregunto “¿Todavía voy a encontrar esto encantador cuando haya terminado? Esa es mi prueba de fuego”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12

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