CINE › HOY SE CONOCERAN LOS GANADORES DEL 62º FESTIVAL DE VENECIA
Un cierre sin favoritos absolutos
Las apuestas están abiertas en la sección oficial. La película de Pino Solanas recibió ayer un premio y ahora va por más.
Por LUCIANO MONTEAGUDO
Desde Venecia
Se acerca el final y hoy llega la hora de los premios. Algunos son cantados, como el León de Oro al conjunto de su carrera que recibió ayer en la Sala Grande del Palazzo del Cinema el gran maestro del cine japonés de animación, Hayao Miyazaki, autor de maravillas como El viaje de Chihiro y La princesa Mononoke. Otros, como el que recibió ayer Fernando Solanas (ver aparte), pueden ser el augurio de trofeos mayores. En el caso de La dignidad de los nadies, está entre las favoritas del público y la prensa de la sección “Orizzonti”, que tiene su propio jurado presidido por el crítico Jean-Michel Frodon, director de la legendaria revista Cahiers du Cinéma. Claro, una cosa son los aplausos del público y los elogios de la prensa y otra, muchas veces distinta, lo que opine el jurado, que como decía Pascal acerca del amor “tiene razones que la razón desconoce”.
Esa incertidumbre se ve mucho más claramente en la competencia oficial de esta Venecia 62, que llegó hasta el final sin favoritos absolutos. La compulsa entre los críticos italianos que fue produciendo a lo largo de los últimos diez días la revista Ciak, a cargo de la publicación del diario del festival, sigue dando en el primer lugar a Good Night and Good Luck, la parábola dirigida y protagonizada por George Clooney, que a través de la historia real del periodista Edward R. Murrow –el primero en enfrentar en su momento al siniestro senador Joseph McCarthy– habla de los ataques a la prensa y la pérdida de las libertades civiles en la actual administración de George Bush.
Pero, una vez más, los cronistas del Corriere de la Sera, de La Repubblica, de La Stampa, de Il Manifesto –muchos de los cuales, al comienzo del festival, en un gesto habitual de chauvinismo, pedían un León de Oro para Italia y luego de la triste participación local tuvieron que esconder sus palabras– no son por cierto el jurado que preside el exquisito escenógrafo italiano Dante Ferreti y que integran, entre otros, la realizadora francesa Claire Denis y el director israelí Amos Gitai. Revisando sus trayectorias, cierto vínculo generacional y sus afinidades electivas, se podría pensar que esta zona del jurado no puede ser indiferente al magnífico film de Philippe Garrel Les amants réguliers, que echa una mirada inteligente y luminosa sobre un grupo de amigos que atraviesa por esa experiencia determinante que fue el Mayo Francés del ’68.
Otra película francesa con chances es Gabrielle, de Patrice Chéreau, que fue rechazada por Cannes y ahora quiere revancha en Venecia. Al fin y al cabo, el año pasado, aquí en el Lido, el León de Oro fue para Vera Drake, de Mike Leigh, que también había sido descartada por Cannes. Y la Copa Volpi a la mejor actriz fue entonces para su protagonista, Imelda Staunton, un premio que ahora tiene muchas chances de hacer suyo Isabelle Huppert por el personaje que le da su nombre a la película, una mujer de la alta sociedad parisina de la Belle Epoque, que pone en crisis a su matrimonio cuando reconoce abiertamente su adulterio y amenaza con dejar la mansión familiar.
Menos oportunidades, en cambio, parece tener Vers le sud, la nueva, decepcionante película de otro francés, Laurent Cantet, que no está a la altura de sus notables films precedentes, Recursos humanos y El empleo del tiempo. Protagonizado por Charlotte Rampling, el film se interna en esa zona oscura que es el turismo sexual, con la historia de un grupo de mujeres que en los años ’70 viajan a Haití para alcanzar allí el paraíso y, previsiblemente, sólo encuentran el infierno, en la esquemática lectura de Cantet.
Los orientales, que en esta edición de la Mostra han sido multitud, al menos en las secciones paralelas, que incluyeron una monumental “Storiasegreta del cinema asiatico”, no parecen tener un ganador en Sympathy for Lady Vengeance, el violento final de la trilogía sobre la venganza que concibió el director coreano Park Chang-wook, ganador el año pasado en Cannes del Gran Premio Especial del Jurado por Old Boy (de inminente estreno en Argentina). En cambio, Changhen ge (Canto del eterno arrepentimiento), del hongkonés Stanley Kwan, puede muy bien llevarse algún premio con esta novela-río que, a través de los encuentros y desencuentros de dos amigas de la juventud, narra a su vez, a la manera de un Dickens asiático, la historia de dos ciudades, Shanghai y Hong Kong, en los cruciales años que van de 1947 a 1981, cuando China continental atravesó sus cambios más significativos.
Otra película que aborda la gran Historia con mayúsculas es Garpastum, del ruso Aleksei German (h.), reflejo de los sismos que sacudieron a su país durante la Primera Guerra Mundial a través de los pequeños temblores que llegaban hasta San Petersburgo, luego arrasada por el huracán de la revolución bolchevique. Mientras dos hermanos hacen sus primeras experiencias sexuales y dan rienda suelta a su pasión por un deporte incipiente llamado fútbol, el mundo a su alrededor comienza a colapsar, sin que ellos casi lo perciban. Filmada un poco a la manera del cine del griego Theo Angelopoulos, con grandes planos generales con movimientos dentro del cuadro y una eterna, empecinada neblina, el film del joven German (que en el 2003 debutó aquí mismo en el Lido con El último tren, conocida en el Bafici) puede llegar a entrar en el Palmarés sin sobresaltar a nadie.
Muy distinto sería el caso con la polémica Mary, de Abel Ferrara, uno de esos típicos directores “ámelo o déjelo”, o Brokeback Mountain, de Ang Lee, que también dividió aguas en el Lido, entre quienes encontraron emotiva la historia oculta de amor entre dos cowboys gays en el mundo del rodeo de los años ’60 y quienes cuestionaron un tratamiento más cercano a la soap opera de la televisión que a un auténtico lenguaje cinematográfico. Las apuestas están abiertas.