Mar 30.08.2016
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CINE › SANTIAGO GIRALT HABLA DE PRIMAVERA, SU NUEVA PELíCULA, QUE SE ESTRENA ESTE JUEVES

“Hay una familia más allá de la sangre”

A partir de la idea de “dos extraños que se eligen”, el realizador y guionista formuló un complejo universo de relaciones en el que resulta central Leopoldo, un niño que oficia como relator de “una fábula, que es lo que yo quería contar”.

› Por Andrés Valenzuela

Alguna vez el guionista y director Santiago Giralt describió sus películas como “historias que reflejan su relación con el mundo y con la gente”. Primavera, que se estrena este jueves, explora en clave de comedia “amable” esos lazos a través de la mirada de un niño de 10 u 11 años, Leopoldo (interpretado por Angelo Mutti Spinetta) en una familia ensamblada, desarmada y vuelta a ensamblar de tantas formas que es difícil listar cada vínculo que se refleja. La historia transcurre durante una estación y recorre el último trimestre de embarazo de la madre de Leopoldo (que coquetea con su ex cuñado), el casamiento de su padre con su novio, el montaje de una obra de teatro, las primeras incursiones en el amor del niño y hasta los vínculos laborales a través de la figura de Reina (notable interpretación de Moria Casán). Filmada casi totalmente al aire libre, con abundancia de planos-secuencia y una narrativa muy dinámica, Primavera entrecruza las historias de una familia en el sentido más amplio posible. Participan Catarina Spinetta, Nahuel Mutti, Mike Amigorena, Chino Darín, Luisa Kuliok y otros.

–En Primavera parece con fuerza la cuestión de la crianza desde el grupo social, la responsabilidad de la aldea. Ahí hay una continuidad con una película anterior, Toda la gente sola. ¿Por qué le interesaba volver al tema?

–Vengo de una familia de seis personas y éramos seis personalidades muy distintas, con gustos muy diferentes y mis padres trabajaban con la idea de aprender a convivir con la diferencia del otro. Vivíamos en Venado Tuerto, una comunidad bastante familiar y cerrada, que se sentía como aldea en el ‘80. Pero hay una idea de pensar la familia más allá de la familia de sangre, que siempre me interesó.

–¿La familia extendida?

–Claro. Siempre pienso que si uno traza una familia, empieza con la relación entre dos extraños que se eligen. Después hay cuestiones de sangre. Y a partir de ahí con quien reproducirse como comunidad. Y si uno elige a uno, puede elegir a más para generar comunidad.

–A veces elegir a uno implica todo un paquete de relaciones.

–Exacto. Creo que viene de esa idea y que en algún momento yo después de la crisis argentina tenía unos dólares y me fui a Canadá. Viví ahí un año en una casa donde vivía una mujer con su hija; ella fue la que me dijo la frase de que se necesita una aldea para criar a un niño. Fui su niñero durante ese tiempo. Y en ese lugar era todo comunidad elegida, porque Vancouver es una comunidad inmigrante y la mayoría tiene a las familias muy lejos y la gente se elige por afinidad. También ahí descubrí esta experiencia de vivir en comunidad y en la extrema diferencia que tiene el otro, que puede venir de otro país, continente. Desde que volví a Argentina pienso que lo que me interesa comunicar es esta concepción de comunidad. Y lo hago a través del arte. Por ejemplo, ahora estoy viendo con una educadora los beneficios de la educación a través del arte. Si vos ponés a los chicos a leer una obra de teatro implica trabajar lectocomprensión, el lugar de uno y de los demás, mnemotecnia, cuerpo y emoción, porque es ponerse en el lugar del otro. Hay una serie de elementos que tienen que ver con aprender a través del arte y de alguna manera tienen que ver con la comunidad, que es una manera de pensar nuevos lazos para adelante.

–También está presente la cuestión de los nuevos modelos de familia. Por los tiempos de producción, la debe haber escrito mientras se debatía y aprobaba la ley de matrimonio igualitario.

–Sí, exacto. Y la escribí pensando que la ley puede avanzar, pero también tiene que avanzar la sociedad. Y para que la sociedad haga el cambio de consciencia se necesitan representaciones que lo sostengan. Porque estas representaciones son el espejo donde podemos reflejar nuevas conductas o seguir reflejando las viejas. Me acuerdo cuando los conocí a Cata y Nahuel, que éramos amigos, y los hijos nos preguntaron a mí y a mi pareja “¿ustedes son gays?” y tuvimos que hablar del tema. Para ellos era necesario. En su mundo hasta ese momento todavía no habían tenido la posibilidad de preguntarlo. Fue una conversación linda de tener, muy interesante, pero pienso para mis sobrinos y para el futuro que ojalá no haya que tenerla. No porque no esté buena, sino porque ojalá haya habido representaciones, convivencia con familias de este tipo. Ojalá los chicos se hayan enfrentado tanto en la televisión, como en el cine, los dibujos animados o el comic, con representaciones de familias y relaciones universales, diversas. La palabra igualitaria es la única que no me gusta.

–¿Por qué?

–Porque no me parece interesante una palabra que intenta unificar. Me interesa la palabra que abre y que implica que cada uno tenga su propia particularidad. Me interesa más la palabra universal o diversa.

–¿Cómo fue trabajar con Angelo? Se carga el hilo de la narración en su voz en off y también “dirige” o le habla a cámara al público.

–A él lo conozco desde sus 7 años. Lo conocí en el cumpleaños de Erica Rivas, otra niña actriz con la que trabajé y lo vi jugando al fútbol. Me pateó varios penales y me metió todos los goles. ¡Pésimo! Al tiempo me hice amigo de sus padres y lo que siempre me gustó de él es que de entrada fue una relación de pares, no había la cosa complaciente porque era un niño. Yo quería que Primavera fuera una fábula y me parecía que había algo interesante en cómo Angelo cuenta. Y eso empezó a contagiarlo todo cuando empezamos a jugar con las miradas a cámara. Porque si la está contando, entonces también puede guiar la cámara o tener una complicidad diferente con el público, laburar jugando siempre en el doble nivel, adentro y afuera.

–¿Supuso alguna dificultad adicional?

–Generaba toda una complejidad en el set, porque al filmar el plano secuencia y que no se corte, había todos unos puentes que hacer silencio o actuar para la voz en off, era un timing que teníamos que tomar. Ángelo para eso fue el niño perfecto, buscó conmigo las inflexiones de la voz tanto como yo. Me parece la gloria trabajar con niños y con perros. ¿Vio que en el cine dicen que no hay nada peor? A mí me parece que los niños armonizan el set; cuando tenés un niño operativo en el set ecualiza la energía de los adultos, que se sienten empujados a laburar bien.

–Siempre se menciona la influencia de Almodóvar en su filmografía. Aquí es bien clara, aún con la diferencia de tono que explicita Reina con su “desdramaticemos”, ¿no es así?

–La comparación me queda grande... Estamos hablando de alguien con una estética e influencia internacional. Yo puedo tomar elementos, pero me comparan con una de las personas que más me han marcado como espectador y como cineasta. Bebemos de fuentes similares, a través de Almodóvar recorrí sus influencias y terminé en lugares similares también. Pero mis películas se van pareciendo cada vez más al Almodóvar que es cada vez menos. Yo hablo de la construcción de los vínculos de cuya fractura él está hablando desde Volver hasta acá. Él primero hablaba de construir esos lazos y ahora cuenta cómo esos abrazos quedaron sin construir.

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