Mié 31.08.2016
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CINE › JORGE LEANDRO COLáS PRESENTA SU TERCER LARGO, LOS PIBES

Todo un juego de tensiones

El documentalista de Parador Retiro y Gricel se interna ahora en el mundo de los cazadores de talentos de Boca Juniors, un grupo de experimentadísimos profesionales capaces de dilucidar, por dos o tres movimientos de los jóvenes postulantes, el potencial de un jugador.

› Por Ezequiel Boetti

El fútbol es bastante más que 22 tipos –o 23, si se incluye al árbitro– corriendo detrás de una pelota. Es también pasión, negocio, herramienta política y social, aglutinador cultural y la llave de la salvación económica de quienes integran su esfera profesional. Se entiende, entonces, que esa búsqueda de pertenencia sea la zanahoria perseguida por cientos de miles de chicos, cuatro mil de los cuales llegan a verla cara a cara probándose para las inferiores de Boca. De todos ellos, ingresan –con suerte– unos treinta o cuarenta por año. Los encargados de seleccionarlos son un grupo de hombres con mil canchas recorridas, que con dos o tres movimientos dilucidan el potencial de los postulantes. La forma de trabajo de estos cazadores, que oscila entre la artesanía, la sabiduría de potrero y la burocracia más gris de aquellos que se saben engranajes fundamentales de un sistema, es el centro narrativo del documental de observación Los pibes, cuyo estreno se anuncia para este jueves en varios Espacios Incaa de todo el país –incluido el Gaumont porteño (Rivadavia 1635)–, y para el sábado a las 20 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415).

Programado en la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata, el tercer largometraje de Jorge Leandro Colás (Parador Retiro, Gricel) comienza con la llegada de los postulantes y culmina con el fichaje de los elegidos. En el interín, Horacio García, Ramón Maddoni, Diego Mazzilli y los ex jugadores Hugo Perotti y Norberto Madurga hablan de fútbol, analizan técnicas, vislumbran potencialidades, motivan a los que la tienen atada y rechazan con frialdad quirúrgica a los que no. “¿Vos sos 96? No, andá, los 96 ya están en Primera”, dirá uno. Categorías, posiciones, goles a favor y en contra, partidos jugados: si hay algo que atraviesa de punta a punta el universo de Los pibes son las cifras, marcando que el componente numerológico y analítico hacen del deporte más popular del mundo algo infinitamente más complejo que un juego. “Con tanta experiencia, ellos tienen bastante internalizado y asumido su trabajo, y no lo ponen en tela de juicio. A mí, en cambio, me costó aceptar algunas cosas. Sentía que se hablaba de los jugadores casi como modelos de autos, como productos de un mecanismo industrial, pero después entendí las reglas, y me parece que los chicos también”, afirma el realizador ante Página/12.

Ese choque entre el conocimiento mercantilista de unos y las ansias inocentonas y lúdicas de otros genera una tensión de la que el film se hace cargo. Y también su director: “Me interesó el juego de tensiones entre los captadores; la ilusión y el descubrimiento de un mundo nuevo de los jugadores, y la mirada incisiva y atenta de los padres”, dice. Y desarrolla: “Nos parecía que era un mundo muy potente desde lo narrativo. La idea era contar todo desde el punto de vista de los captadores, pero también mostrar a los chicos, a sus padres, la presión y todos esos engranajes que forman algo que tiene parte de futbol y parte de mercado”.

–¿Cómo fue el acercamiento inicial a los protagonistas?

–Al principio fue complicado, porque era una forma de reconocimiento que implicaba abrirse a que una cámara se meta en su trabajo, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. Pero poco a poco fuimos ablandándolos, hasta que empezamos el rodaje. Nos pasó que mucha gente, incluso ellos, tenía una idea de documental como entrevistas sobre sus opiniones de la vida y el fútbol, así que un segundo paso fue correrlos de esa necesidad de hablar y contar sus experiencias. Ellos fueron aceptando el dispositivo narrativo y de rodaje a medida que pasaban los días y nosotros seguíamos registrando situaciones sin entrevistarlos. En algún momento dudábamos de lo que podía pasar, pero nunca actuaron frente a la cámara. Hicimos una investigación muy larga y fuimos metiéndonos de a poco para que no notaran nuestra presencia y no cambiaran su forma de ser. Además, lo que pasa en las pruebas es tan intenso que nuestra presencia era algo secundario.

–¿Qué cree que le aportó el hecho de que se trate de un club grande como Boca?

–Boca y su masividad potencian todo lo que puede pasar en un club con el mecanismo de captadores. Cuando ellos van al interior se revoluciona todo, incluso se prueban chicos de otros pueblos cercanos que nunca antes jugaron al fútbol. Boca está muy presente también en la idea de los chicos de ser como sus ídolos.

–¿En algún momento sintió el peso de ese “mundo Boca”?

–Sí, un poco. Pero más que nada el peso es para los jugadores, que tienen una presión muy grande porque saben que entrar significa cambiar sus vidas y la de sus familias. Más que nada nos afectaba por ese lado; que estuviéramos haciendo una película fue una cosa mínima para el club. Incluso mucha gente ni siquiera se enteró. Un grupo de personas filmando un documental sobre uno de los tantos departamentos que tiene el club pasaba desapercibido.

–En las notas de prensa del film usted dice que “no es extremadamente futbolero, ni juega bien, ni es hincha de Boca”. ¿Qué papel jugó esa distancia emocional?

–En los primeros momentos sentía que me podía ayudar a poner una distancia sobre el tema. Después, a medida que investigué y fui metiéndome, me di cuenta que es el mundo de una prueba. Todos estuvimos alguna vez ante situaciones tipo filtro para trabajar o estudiar, entonces podía encontrar puntos de contacto con esa presión. La película intenta trascender lo meramente futbolístico para contar algo más universal.

–En varias entrevistas dijo que no quería que el film recayera en la idea de “el sueño del pibe”. ¿Por qué tomó esa decisión?

–El tema se prestaba para la idea de la ilusión y el sueño del pibe, pero todo eso ya lo vimos en televisión. Se había transitado mucho por el lugar de “el chico humilde que quiere jugar en Boca” y yo sentía que había un peligro de caer en ese pozo de sensibilidad exacerbada. A la vez, me parecía interesante la idea de los captadores como grupo de trabajo porque esa mirada no había estado en esos registros, y también la de correr el punto de vista hacia ellos. La óptica de los chicos está, pero el eje siempre fueron los captadores.

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