Martes, 24 de octubre de 2006 | Hoy
CINE › ENTREVISTA CON FRANCA GONZALEZ, QUE ESTRENA HOY “ATRAS DE LA VIA”
En el marco del DocBsAs/06, la directora pampeana viaja al fondo de su propia historia familiar para dar cuenta de temas universales, como los cambios culturales en el rol de la mujer, la soledad, la vejez y la muerte.
Por Oscar Ranzani
La abuela Ñata vive sola en General Pico, un pueblo de La Pampa caracterizado por su identidad ferroviaria. Y la abuela Ñata le juega su última batalla al tiempo tejiendo con agujas o cosiendo con una vieja máquina en su casa de siempre, a una cuadra de la vía. Es experta en amasar tallarines, una práctica culinaria heredada de su madre. Mientras pasa sus días en la estación de la vida, su nieta Franca González decidió visitarla y documentarla en Atrás de la vía, su primer largo documental, que podrá verse hoy en preestreno a las 19.30 en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, dentro del festival DocBsAs/06.
González realizó su ópera prima “como una necesidad personal de construir una historia a partir de una disolución familiar”, comenta en diálogo con Página/12. Pertenece a una familia pampeana que solía reunirse los domingos a comer los tallarines amasados de la abuela Ñata, cortados a cuchillo. Luego se produjeron separaciones, algunos integrantes de la familia se fueron a vivir al exterior. Incluso Franca se radicó en Francia y a los 19 años volvió y se instaló en Buenos Aires. Con su documental Atrás de la vía intentó visualizar cómo, a pesar de las rupturas, “se conservaba el ritual”, donde el núcleo de esa celebración fue siempre su abuela Ñata. González reconoce que las abuelas actuales “ya no son las encargadas de continuar la tradición familiar, sino que con todo el tema de la emancipación femenina las abuelas llevan las chicas, van al cine, hacen gimnasia, son psicólogas, profesionales” y que le resultaba importante “rescatar a estos personajes que, en el fondo, nos remiten a todos. No es una historia sobre mí misma, sino una historia universal”.
–¿Es más difícil hacer un documental sobre un personaje que ya conoce y al que está vinculada afectivamente?
–Sí. Hay tanta exposición y tanto compromiso porque es una parte mía muy importante. En la película aparecen hasta mis propios muertos. Era una película que no podía avanzar sin emocionarme o sin comprometerme emotivamente de un modo muy fuerte. Hubo momentos en los cuales la toma de decisiones en cuanto al montaje o a la forma narrativa, incluso el texto del final, estaban tan cargados de mí misma que era necesario tener una mirada externa para poder complementarlo. Por eso fue fundamental el aporte de Mabel Maio, con quien hice íntegramente el film. Ella estuvo a cargo de la dirección de fotografía y del montaje del film, que lo produjimos juntas. Era indispensable esa mirada.
–¿La idea fue reflejar una situación cotidiana que está materializada en la vida de su abuela pero que puede ser de cualquier abuela?
–Exactamente. El desafío del cine es eso. De nada sirve hacer un álbum familiar. Si no, hubiera sido una película filmada con una camarita como la que todos tenemos sobre nuestros referentes familiares. El desafío era despegarse de lo que podría ser una simple historia familiar para pasar a tocar esos condimentos del alma humana que, en definitiva, son universales, como la vejez, el miedo a la muerte, la soledad, el choque de dos generaciones tan distantes pero que, a su vez, se encuentran, situaciones o elementos en los cuales compartir una intensidad muy fuerte a nivel de los afectos. Eso te lo da sólo el documental. Nunca va a ser la ficción capaz de poder retomar la naturaleza humana en estados tan puros.
–¿La idea de realizar un viaje para filmar la vida de su abuela funciona también como una metáfora de otro viaje hacia el interior de un ser humano?
–Creo que en esta nueva búsqueda de formas narrativas a través del documental me pareció que el ser humano necesita que se le cuente una historia. Y en ese contar una historia era importante la excusa del viaje para poder dar una estructura narrativa. Porque para contar la realidad de mi abuela habría mil formas de abordarla y uno no sabría nunca cuándo termina la historia a contar. Cada cual elige un modo diferente. A mí me pareció muy interesante la posibilidad del retorno. Cada cual puede buscar en la película el sentido metafórico que quiera. En mi vida el tema de los viajes es crucial, tengo a toda mi familia lejos. Con lo cual siempre se me plantea una duda existencial muy fuerte en relación a cuando uno se va y vuelve: cuánto se pierde en ese ir y volver de las cosas, cuántas cosas dejamos de vivir, cuántas quedan en el olvido, cuántas se rescatan, cuánto uno se transforma.
–¿Cómo se logra la atención del espectador teniendo en cuenta que no se trata de un personaje público?
–Para mí fue una gran revelación haber conocido a través del DocBsAs otras formas de contar historias, o contar otras historias. Uno tiene la idea de que para hacer un documental tiene que tener un tema superpotente como la caída del Muro, las Torres Gemelas, la crisis de 2001. No estoy en contra de eso y es necesario que se hagan documentales sobre esos temas. Pero, de algún modo, uno inconscientemente va relegando un montón de temáticas que son mucho más pequeñas en cuanto a la Historia con mayúsculas pero que, a su vez, sirven para contar otro tipo de cosas. No necesariamente menos políticas, porque yo considero que mi documental también puede leerse desde un punto de vista político. Lo que me posibilitó el DocBsAs fue abrir la mente a otras producciones donde se puede abordar el tema que sea, no necesariamente desde la puerta principal, sino desde puertas transversales.
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