“¡Me gustan las cosas cursis!”, afirma enérgicamente el personaje interpretado por Kate Winslet en un momento de El descanso, cuyo subtítulo local, El amor no se toma vacaciones, hace más evidente la filiación genérica del último largometraje de Nancy Meyers. Si una parte importante del cine made in Hollywood ha estado siempre anclada en lo que alguna lengua viperina tildó de “escapismo”, es lógico que la aventura, el suspenso, el terror, el amor, en fin, toda la gama de las emociones humanas surja desde la pantalla un poco más grande, más intensa que en la vida real. Así sea en lo que hace a la imaginación puesta al servicio de la fantasía más descarada, como a los intrincados laberintos del enamoramiento.

Comedia romántica, entonces, bigger than life, el film de Meyers propone un escape a la rutina matrimonial o de pareja para ofrecer una de esas historias que, llevadas con timón firme, pueden llegar a hacer creer al espectador que el amor es el verdadero motor del mundo, al menos durante un par de horas. Para ello es necesaria cierta alquimia difícil de encontrar a la vuelta de cualquier esquina, un compuesto químico de dudosa factibilidad, casi de ciencia ficción. Porque, para ser sinceros: ¿a cuántos Jude Law conoce usted, señora? ¿A cuántas Cameron Diaz se cruza usted diariamente, señor? No se habla, claro está, de las personas de carne y hueso, sino de su imagen amplificada y transformada en icono.

En El descanso, una profesional de los avances cinematográficos (Diaz) intercambia su mansión de Los Angeles por una pequeña cabaña en las afueras de Londres, usualmente habitada por la editora de un periódico británico (Winslet). Sólo por un par de semanas, las que cierran el año calendario, esas fechas, dicen, tan especiales para aquellos que han perdido a algún ser amado. Y es que las chicas acaban de terminar sendas relaciones amorosas –rupturas dolorosas, de esas que dejan heridas–, y qué mejor que echarse un viajecito a algún lugar nunca visitado con anterioridad para empezar a cicatrizarlas. Que el hermano de la británica sea un sensible y apuesto caballero dispuesto a iniciar una nueva relación (Law), o que uno de los colegas de la norteamericana, un músico dedicado al negocio de las bandas de sonido (Jack Black), esté precisamente a punto de romper con su novia, ejemplifican a la perfección esos avatares del guión que toda comedia romántica de alcurnia suele poseer. No se trata de imitar la vida, más bien todo lo contrario.

El truco parece descansar en la capacidad de generar un verosímil de las situaciones más absurdas. Y de hacerlo con gracia. La realizadora y guionista Nancy Meyers (quien ya incursionó en este terreno en films anteriores como Alguien tiene que ceder (2003) o Lo que ellas quieren (2000)) parece poseer este secreto de manera intermitente, y en El descanso cruza escenas logradas con momentos algo estériles y redundantes. Resulta interesante contrastar la rapidez con la cual se inicia la relación en el Reino Unido y la dilación del amor en el continente, como si no se tratara de dos historias comentándose a sí mismas, sino apenas de una segunda haciendo de contrapunto de la primera (quizás el emparejamiento Winslet-Black les pareció demasiado a los productores; quizá la historia de Diaz-Law sumaba ya suficiente melaza como para seguir agregándole azúcar). En todo caso, los 138 minutos de metraje parecen excesivos, en particular cuando una importante subtrama –la de un anciano vecino, guionista de Hollywood en sus años dorados, interpretado por Eli Wallach– parece existir exclusivamente por dos razones: sumar algunas lágrimas de felicidad en el último tramo y emparentar al film con algunos de los mejores exponentes del pasado, de los cuales El descanso es un modesto descendiente.

6-EL DESCANSO

(The Holiday, EE.UU., 2006)

Dirección: Nancy Meyers.

Guión: Nancy Meyers.

Fotografía: Dean Cundey.

Montaje: Joe Hutshing.

Música: Hans Zimmer.

Intérpretes: Cameron Diaz, Kate Winslet, Jude Law, Jack Black, Eli Wallach, Edward Burns, Rufus Sewell.