CINE › “ARTHUR Y LOS MINIMOYS”, DEL FRANCES LUC BESSON
› Por Juan Pablo Cinelli
ARTHUR Y LOS MINIMOYS
Arthur et les Minimoys
Francia, 2006.
Dirección: Luc Besson.
Guión: Luc Besson, sobre ideas de Celine García.
Intérpretes: Freddie Highmore, Mia Farrow, Penny Balfour.
Voces (versión original): Madonna, Jimmy Fallon, Robert DeNiro, Harvey Keitel, Chazz Palmintieri, Emilio Estévez.
Si una idea parece abarcar la carrera del director Luc Besson, es la de no dejar género sin filmar. De la delirante ciencia ficción de El quinto elemento al policial alla Nabokov en El perfecto asesino, pasando por Nikita y Juana de Arco –sus mujeres asesinas–, la filmografía de Besson es la de alguien que ha decidido darse todos los gustos en el cine. El último capricho, el que lo trajo hasta Buenos Aires en plan promocional, es Arthur y los Minimoys, primera parte de una saga de aventuras para el público infantil, en la que este carácter ecléctico de su obra parece haberse concentrado. Es que esta película se parece mucho a combinar el espíritu de un cuento de Dickens o Twain, con los duendes de algún puesto de la feria de plaza Francia, inspirados en las ilustraciones del dibujante holandés Rien Poorvliet, en la que además mezcla la técnica actoral tradicional con una buena animación digital. Está claro que a Besson nunca lo detuvieron las dificultades y hasta disfruta al provocarlas.
Arthur es un chico de gran imaginación que acaba de cumplir diez años. El y su abuela viven en una vieja casa campestre que están a punto de perder por falta de pago. Podrán salvarla sólo si su abuelo, un ingeniero aventurero ausente desde hace tiempo, se presenta con el dinero a firmar los papeles que tiene en su poder el usurero del pueblo. Que el abuelo se dedicó a construir acueductos en Africa para la tribu de los bogos; que éstos le pagaron el trabajo con unos cuantos rubíes; que al viejo se le ocurrió enterrar el tesoro en alguna parte del jardín de la casa; que los bogos vivían en una extraña simbiosis con unos gnomos de lo más nórdicos, llamados Minimoys; que Arthur deberá contactarse con estos Minimoys luego de descifrar un mensaje que su abuelo le dejó oculto, y que éstos lo ayudarán a encontrar las gemas perdidas para poder pagar la deuda son algunos de los sucesos desafortunados y arbitrarios que necesita Besson para dar pie al resto de la película.
Mientras Freddie Highmore, el mismo de Charlie y la fábrica de chocolate y Descubriendo el país de Nunca Jamás –quien parece competir con Dakota Fanning por el premio al niño más sufrido de las pantallas–, confirma sus precoces dotes histriónicas en el papel de Arthur, por allí aparece Mia Farrow, que cumple su rol de abuela con sencillez. Y si bien es cierto que Arthur y los Minimoys exige demasiados presupuestos sólo para comenzar a meterse en la narración de la verdadera historia (las aventuras de Arthur en el mundo diminuto) y que abunda en gags conocidos y hasta algunos clichés, la película consigue ensamblar un universo visualmente atractivo y entretenido. Universo que los chicos, el objetivo de Besson esta vez, sabrán agradecer. Al fin y al cabo, escribía Chesterton, los chicos conocen cuál es la verdadera función del arte, aunque no puedan decir ni una palabra al respecto.
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