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Viernes, 20 de abril de 2007

CINE › “PARANOIA”, UNA “VENTANA INDISCRETA” PARA TEENAGERS

Hitchcock como trampolín

 Por Horacio Bernades

6

PARANOIA
(Disturbia) EE.UU., 2007.

Dirección: D. J. Caruso.
Guión: Christopher B. Landon y Carl Ellsworth.
Intérpretes: Shia LaBoeuf, Sarah Roemer, Carrie-Anne Moss, David Morse y Aaron Yu.

“La ventana indiscreta para teenagers.” Así habrán vendido su proyecto los guionistas Christopher B. Landon y Carl Ellsworth. Porque Paranoia es eso, a un nivel descaradamente obvio. Lo que no quiere decir que sea mala. Y si no lo es, se debe a que ese descaro –compartido sin duda por el director de la película, D. J. Caruso– les permite tanto “robar” un clásico entre clásicos, sin hacerse ningún problema ni dar el menor crédito de ello, como usar a Hitchcock no como cita cinéfila, sino como palanca o trampolín. ¿Palanca o trampolín para lanzarse desde allí a algo distinto, a alguna clase de paráfrasis o reescritura? ¡Para nada! Lo único que les interesa a Caruso, Landon & Ellsworth es hacer una película despreocupada, sencillita y entretenida. Logran las tres cosas, con un premio al que tal vez jamás hayan aspirado: el fin de semana pasado, cuando Paranoia se estrenó en Estados Unidos, resultó la más vista. Por algo la pensaron para teenagers, que es el público que llena las salas...

El descaro que anima la película se advierte de entrada, en los dos violentos volantazos que pega el guión en los tramos iniciales. Primero, el paso de una situación cuasi idílica (padre e hijo pescan en un arroyuelo, en un perfecto día de verano) a un doble accidente, gratuito y brutal. En la secuencia siguiente, que tiene lugar un año más tarde, se comprende que el único motivo del accidente fue encontrar una buena excusa para que un chico le meta una trompada a su profesor de Castellano. Castigo por la agresión: tres meses de arresto domiciliario, durante los cuales el chico no podrá moverse de su casa. Para que no se le ocurra ni intentarlo, la policía le pone una tobillera con un rastreador, que avisa cuando el pibe sale. Todo eso, para que el chico quede aburrido e inmovilizado frente a la ventana de su habitación, mirando las casas de enfrente con binoculares... y sospechando que el vecino de enfrente podría ser el asesino serial que busca la policía. Ya estamos en pleno territorio Rear Window.

En tanto producto para teenagers, la música se intensifica tanto al final, cuando los héroes se topan con el monstruo asesino, como cuando el chico (¡cuyo apellido es Brecht!) le da el primer beso a la chica. ¿Pero si todo es pura fórmula, entonces por qué Paranoia se ve con agrado y sin molestias? En primer lugar, porque ni el director ni los guionistas pretenden ser más vivos que la audiencia, lo cual los mantiene a salvo de vueltas de tuerca y manierismos y les permite avanzar con fluidez. En segundo, porque LaBoeuf y Yu derrochan química y simpatía, en sus papeles de adolescentes barderos. Pero no cancheros.

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