CINE › “PLAN DE VUELO”
Una madraza en la era del terrorismo
El thriller de Robert Schwentke tiene, además de buen ritmo, a Jodie Foster.
Por Diego Brodersen
Plan de vuelo es La dama desaparece con alas. El chascarrillo fácil, casi imposible de evitar, no deja de resultar cierto: el clásico film de Alfred Hitchcock, en el cual una joven a punto de casarse es la única testigo de la desaparición de una pasajera en plena travesía ferroviaria, fue sin dudas el punto de partida inspirador de este nuevo esfuerzo. Que los créditos no se hagan eco de esta filiación evidente es otro tema. Claro que los tiempos han cambiado y el espionaje, tan en boga otrora, es reemplazado en estos tiempos que corren por el ubicuo miedo al ataque terrorista y la obsesión por el vil metal. Por otro lado, la flemática ironía del señor H., que recubre la trama de suspenso, es eliminada de cuajo y su lugar, ocupado por la habitual circunspección y solemnidad que el cine norteamericano les tiene reservado a las películas que abordan de alguna manera el tema de la muerte.
Como ocurriera con su anterior incursión en el thriller de suspenso, La habitación del pánico, Jodie Foster interpreta a la madre de una niña sin figura paterna a la vista. Kyle es una ingeniera de aviación cuyo esposo acaba de fallecer en un accidente con tufillo a suicidio y el viaje en cuestión la traslada no sólo a ella y a su hija Julia, sino también al ataúd que contiene el cuerpo de su marido, de vuelta al continente americano. El avión no es un simple 747: el jet de ficción es un modelo similar a las aeronaves comerciales que estarán operando en algunos años en la vida real. Dos pisos, bar, primera clase con camas, todo confort, de manera de ofrecer un espacio lo suficientemente amplio para que la desaparición de una persona tenga algún atisbo de credibilidad. Julia desaparece, sin dejar rastro. La intranquilidad le cederá el lugar a la desesperación cuando un chequeo de información enfrente a Kyle con la aparente verdad: según la nómina de viajeros su hija nunca abordó el aparato y ningún pasajero recuerda haber visto a la niña. ¿Habrá afectado a Kyle la muerte de su esposo de semejante manera?
Plan de vuelo adscribe a las viejas reglas del whodunit, aunque en este caso no se trata de descubrir la identidad de un asesino sino a los responsables del macabro plan del cual la protagonista es víctima. Porque... no habría película posible si Kyle estuviera alucinando la evaporación de su hija, ¿no es cierto? En ese territorio, el del film con escenario único donde una situación de suspenso va escalando en tensiones mientras se desnudan las verdades ocultas, el primer largometraje en los EE.UU. del alemán Robert Schwentke funciona de manera algo mecánica aunque sin perder nunca el ritmo.
La clave del moderado éxito descansa en gran medida en la figura de Foster. Su rostro anguloso y crispado, a punto de perder la compostura a medida que la situación parece ubicarla en el rol de victimaria, ocupa toda la pantalla en los primeros planos que el realizador le prodiga. Si el resto del pasaje comienza a observarla como a una lunática peligrosa, tanto ella como el espectador saben muy bien que la realidad es bien distinta: un corazón dibujado en la ventanilla –en La dama desaparece, tan british, se trataba de un saquito de té– es prueba más que suficiente de la existencia del amor de una hija.
Que la maquinación de los villanos se devele descabellada y bastante ridícula, mientras Plan de vuelo se vuelca en su último tramo a la acción más física, parece inevitable; el enfrentamiento entre buenos y malos supeditado a cualquier atisbo de verosimilitud. Ya no hay vuelta atrás, y a la hora de la verdad esta madraza estará dispuesta a todo con tal de recuperar a su hija, aunque no le pida ni una mínima disculpa a ese pasajero de rasgos árabes que, sin comerla ni beberla, se transformó durante buena parte del viaje en el sospechoso número uno. Es el choque de culturas, estúpido.
7-PLAN DE VUELO
Flightplan, Estados Unidos, 2005.
Dirección: Robert Schwentke.
Guión: Peter A. Dowling y Billy Ray.
Fotografía: Florian Ballhaus.
Música: James Horner.
Intérpretes: Jodie Foster, Peter Sarsgaard, Sean Bean, Kate Beahan, Michael Irby, Assaf Cohen.