Martes, 26 de junio de 2007 | Hoy
CINE › LA CINEMATECA FRANCESA EN LA SALA LEOPOLDO LUGONES
Bernard Benoliel, de la Cinémathèque Française, propone un ciclo que recupera la vitalidad de los “seriales”.
Por Horacio Bernades
“Los seriales mudos, que son como la infancia del cine, están en condiciones de devolverle al espectador contemporáneo la inocencia perdida”, sostiene Bernard Benoliel, director de Acción Cultural de la Cinémathèque Française. Visitante asiduo de la ciudad, Benoliel vino esta vez hasta Buenos Aires para presentar un ciclo que esa legendaria institución organizó junto con su par, la Cinemateca Argentina, y los programadores de la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín. El ciclo tendrá lugar desde hoy hasta el próximo domingo en esa sala perteneciente al Complejo Teatral Buenos Aires, y su numérico título tiene una razón de ser. 70 + 40: la Cinemateca Francesa en la Lugones es el nombre completo, en alusión a los 70 años cumplidos por la Cinémathèque el año pasado, y los 40 que la sala del 10º piso del San Martín celebra esta temporada.
El serial mudo y su posible descendencia contemporánea es el eje que estructura el ciclo, curado por el propio Benoliel, cuyas visitas anuales al Bafici ocupan desde hace años un lugar fijo en su agenda de compromisos. Así, los diez episodios de La casa del misterio, serial filmado por Alexandre Volkoff en 1923 y presentado ahora en versión restaurada, en copia de 35 mm, armarán el cuerpo central del ciclo, que presentará además sendas paráfrasis contemporáneas del serial como forma cinematográfica. Una es Judex, versión del serial homónimo que Georges Franju filmó a comienzos de los años ’60. La otra, Irma Vep, de Olivier Assayas, que remite a Les vampires, célebre serial mudo de Louis Feuillade. El ciclo se completa con la proyección de Citizen Langlois, documental de Edgardo Cozarinsky que retrata a Henri Langlois, célebre director de la Cinématheque.
¿Por qué Langlois? “Porque fue a él a quien el productor de La casa del misterio legó todas sus películas, derechos y archivos; porque Georges Franju fue, junto a él, uno de los fundadores de la Cinématheque, y porque Assayas representa a la segunda o tercera generación de Cahiers du Cinéma y la Nouvelle Vague, que no podrían haber existido de no haber sido por el trabajo de Langlois al frente de la Cinemateca”, enumera Benoliel. ¿Y por qué el ciclo no incluye ningún serial de Feuillade, teniendo en cuenta que es a él a quien remiten las películas de Franju y Assayas? “Ah, ésa es una pequeña perversión –admite Benoliel con picardía–. La idea era evocar a Feuillade, pero no de manera explícita sino sesgada. Que su presencia fuera tan fantasmal como sus propios personajes, sus seriales. Que no estuviera, y sin embargo no pudiera dejar de pensarse en él.”
–¿A qué obedece la idea de convertir el serial cinematográfico en núcleo de este ciclo?
–En mis visitas al Bafici, al que vine durante tres ediciones sucesivas, no pude dejar de sorprenderme ante el entusiasmo del público por el propio acto de concurrir al cine. Eso me hizo pensar que se trataba de un público que celebra con gusto el pacto tácito que ese ritual entraña. Y no existe forma cinematográfica que requiera más de un respeto por ese pacto que el serial. Vista desde el descreimiento contemporáneo, esa celebración de la maravilla que fue el serial mudo tal vez se vuelva inaceptable. Es necesario que el espectador esté en condiciones de abrir esa compuerta, de salirse de sí mismo, para poder entrar en ese mundo. Me pareció que el público porteño estaba en condiciones de hacerlo y quise hacer la prueba.
–El ciclo plantea un diálogo entre el serial y etapas posteriores de la historia del cine. ¿Es un diálogo posible o la del serial es una forma cerrada e irreproducible?
–Es una pregunta para hacerse. Tanto Judex como Irma Vep son dos respuestas posibles. La película de Franju recupera uno de los personajes creados por Louis Feuillade en la década del ’10, y lo hace con un respeto total, a partir de la convicción de que eso es factible y sin recurrir a una mirada irónica, camp o posmoderna. En Irma Vep, Olivier Assayas confronta el serial Les vampires con la contemporaneidad en forma muy directa, al imaginar una remake actual de ese serial mítico. Eso, si nos limitamos al serial francés y su descendencia. En cuanto al cine estadounidense, no hay que olvidar que algunas de las sagas más exitosas de las últimas décadas no fueron otra cosa que seriales aggiornados. Me refiero concretamente a La guerra de las galaxias y la serie Indiana Jones.
–Tal vez lo que pasa es que el público estadounidense mantiene una ingenuidad que el resto del mundo perdió y que le permite consumir esos seriales contemporáneos como si no fueran relecturas.
–Es posible. Pero también es posible, para el espectador contemporáneo, recuperar esa ingenuidad perdida, si se deja llevar por lo que los seriales proponen. Porque el serial “cree” en su propio verosímil, no trabaja con fórmulas narrativas como tales, las usa como una plataforma de despegue para lo que en definitiva es una estética de sueño. Si el espectador logra comprender esto, sintonizar con esa propuesta, habrá recuperado la inocencia perdida. Aunque sea durante la media hora que dura cada episodio.
–El serial como forma cinematográfica fue una invención del cine estadounidense, pero tuvo un importante desarrollo en Francia. ¿A qué lo atribuye?
–En primer lugar, a que el serial hereda una forma desarrollada durante el siglo XIX, que es la de la literatura por entregas, que en Francia tuvo un importante desarrollo y se llamó fueilleton. De allí viene la voz española “folletín”, sin ir más lejos. Piense en las novelas de Alejandro Dumas o las de Victor Hugo, por ejemplo. O sea que el público de comienzos del siglo XX estaba familiarizado con ese formato, que además el auge del periodismo había relanzado, en forma de historietas. O sea que en Francia había como un caldo de cultivo, que permitió el desarrollo del serial cinematográfico. Y después hay que tener en cuenta que los surrealistas reivindicaron fuertemente ese formato, por su carácter nocturnal y onírico.
–¿Le parece que hoy en día el cine puede llegar a recuperar algo del serial mudo?
–Más que el cine me parece que son las series de televisión las que heredan, por su estructura de continuidad y de suspenso entre episodio y episodio, ciertas condiciones básicas del serial. Incluso en términos estrictamente narrativos, ciertas series como Lost, por ejemplo, parecerían heredar esa recurrencia al imprevisto permanente, que era esencial al serial.
–¿No le da un poco de lástima que sea la televisión la que haya heredado una invención cinematográfica como el serial?
–Bueno, no sé si lástima. Preferiría que fuera el cine el heredero, eso sí.
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