Jueves, 12 de julio de 2007 | Hoy
CINE › “EL CAIMAN”, DE NANNI MORETTI
El director de Aprile carga contra Il Cavaliere y los restos del cine italiano.
Por Luciano Monteagudo
Después de ese crespón negro, de ese film-duelo que fue La habitación del hijo (2001), en El caimán Moretti vuelve al espíritu satírico y libre de Caro diario (1993) y Aprile (1998). Pero a diferencia de aquellos films –que lo tenían por protagonista absoluto, narrador y comentador de la realidad que lo rodeaba–, aquí Moretti resigna la primera persona del singular para contar la historia de un productor de cine (Silvio Orlando, un actor recurrente en su filmografía) enfrentado casi sin quererlo a un proyecto impensable en la Italia de hoy: hacer un film sobre Silvio Berlusconi.
Como sugiere su nombre, Bruno Bonomo es un hombre bueno, pero en desgracia. Alguna vez fue el rey del cine clase “B” italiano, con títulos como Maciste contra Freud y Suzy, la misógina. “Fuiste el anticuerpo contra la dictadura del cine de autor”, se entusiasma un crítico veterano, que parece ser su único amigo en esos momentos difíciles. Bonomo piensa salvar la deuda que tiene con los bancos con una superproducción histórica que le propone a la RAI, El regreso de Cristóbal Colón, para la cual empieza a buscar actores y decorados. Pero ante la indiferencia de sus supuestos salvadores echa mano al primer guión que encuentra: un proyecto que le alcanza una directora debutante y que él –en medio de la desesperación que lo acorrala, no sólo profesional sino también personal: su matrimonio está en crisis– se lanza a producir casi sin leerlo. Después de todo, su título –El caimán– le hace creer que se trata de una de las tantas historias de terror con las que supo inundar el mercado de salas periféricas y videoclubes de barrio. Pero para cuando se da cuenta, está haciendo una película política de esas de las que él siempre se burló. Es más, está haciendo una película contra Berlusconi, el político al que ha venido votando sistemáticamente durante los últimos diez años. Como la mayoría de los italianos, por otra parte.
Cine dentro del cine, reflexión autoparódica, parábola política, El caimán es un film complejo, ambicioso y no siempre logrado. En una apuesta arriesgada, Moretti va superponiendo distintos niveles de relato, no siempre con el mismo interés o eficacia. Por un lado, están los problemas no sólo matrimoniales sino también profesionales de Bonomo, que le permiten a Moretti tirar una serie de dardos sobre la situación del cine italiano en la actualidad, al que encuentra –no sin razón– seco, yermo, anquilosado. Por otro, sin embargo, Moretti –en la zona más débil del film– encuentra una luz de esperanza en la vital ingenuidad de Teresa (Jasmine Trinca), la joven directora que cree posible en la Italia de hoy (o la “Italietta”, como la llama un actor extranjero que se refiere a la realidad peninsular como si fuera una ópera bufa) enfrentarse alegremente a los poderes establecidos y a la dictadura de la televisión, que ha logrado no sólo estragar el gusto sino también modificar la conciencia de los espectadores. Finalmente, está la intervención metatextual del propio Moretti, quien después de la defección (¿cobardía?) de otros actores es convocado por Bonomo para protagonizar Il caimano y se pregunta por la eficacia que tendría una película de esa naturaleza... y sobre su propio lugar en el film.
Plagado de nombres propios (Paolo Virzi, Paolo Sorrentino y Carlo Mazzacurati son sólo algunos de los directores que asoman en la película interpretándose a sí mismos), el film de Moretti también aspira a funcionar un poco a la manera de una síntesis de cierto cine popular de su país, que va desde la clásica comedia a la italiana al film de denuncia política. El final lo deja muy claro. Cuando Moretti termina reemplazando al actor que debía protagonizar la película de Bonomo, “Il caimano” –utilizando las mismas palabras del auténtico “cavaliere”– enfrenta con arrogancia al tribunal que lo juzga por enriquecimiento ilícito y conflicto de intereses. El parece el juez y no el acusado. Interpela a la izquierda en su conjunto, a la prensa independiente, incluso al jurado. Y los emplaza –tal como lo hizo Berlusconi– a que lo liberen de culpa y cargo, porque si no estarían instaurando una “dictadura judicial” (como aquí solía quejarse el ex presidente Menem) contra un ciudadano que se considera “más igual que otros ante la ley, porque la mayoría me ha votado”. Luego, en la intimidad de su limusina, mientras a su alrededor Italia parece estallar en llamas, “Il caimano” se ufana: “Yo no tengo el gobierno, tengo el poder, que es distinto”. Es un epílogo al estilo del cine de Francesco Rosi o Elio Petri, ese que ahora ya no se puede hacer en Italia y que por eso mismo Moretti se encarga de exhumar.
7-EL CAIMAN
(Il caimano) Italia, 2006.
Dirección: Nanni Moretti.
Guión: Nanni Moretti, Francesco Piccolo y Federica Pontremoli, sobre un argumento de Heidrun Schleef.
Fotografía: Arnaldo Catinari.
Música: Franco Piersanti.
Intérpretes: Silvio Orlando, Margherita Buy, Jasmine Trinca, Michele Placido, Jerzy Stuhr, Elio De Capitani, Nanni Moretti.
Proyección en dvd en pantalla ampliada.
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