CINE › “REYES DE LAS OLAS”, DE ASH BRANNON Y CHRIS BUCK
› Por Juan Pablo Cinelli
Se ha repetido ya mucho aquello de que todo género propende al agotamiento, mucho más si nadie pone demasiado empeño en que eso no suceda. Algo por el estilo pasa hace rato con las películas de animación digital. Si en algún momento pareció que este asunto de dotar de humanidad a diferentes grupos carentes de ella, como juguetes, insectos, peces, dinosaurios o robots, rápidamente encontraría un límite, téngase por seguro que lo mismo comienza a suceder con los argumentos. Con el apoyo (o más, bien aprovechándose) del éxito del documental La marcha de los pingüinos, lo que propone Reyes de las olas es... una historia de pingüinos. O mejor dicho, otra historia de pingüinos, porque tal como ocurriera con otras gemelas como Bichos y Hormiguitaz, con Madagascar y Vida salvaje, o como ocurrirá con Robots y Wall-e, la próxima de Pixar, ésta es la segunda película con estas aves marinas en el protagónico, después de que Happy Feet se estrenara hace menos de un año.
Cody es un pingüino antártico fanático del surf y de Gran Z, el surfista más famoso, desaparecido durante una competencia en circunstancias trágicas, y su sueño es competir profesionalmente. Cuando un scouting llega al sur reclutando nuevos talentos para el torneo memorial Gran Z, Cody no deja pasar la oportunidad. En el viaje hará amistad con Pepe el Pollo, prototipo del sedado surfista norteamericano, y ya en el trópico se opondrá al temible campeón, el Tanque Evans. En el camino lo sorprenderá el amor por Lani, una pingüina Baywatch que le salvará la vida cuando en un imprudente desafío al campeón caiga desde lo alto de una ola gigante. Lani llevará al maltrecho Cody hasta la guarida de un pingüino entre ermitaño y despreocupado, con quien lo unirá una relación que será clave en la transformación del héroe.
Reyes de las olas simula ser un documental tipo reality, en el que una cámara sigue a los protagonista todo el tiempo, lo cual da pie a la utilización del efecto de inestabilidad propio de la cámara en mano, infrecuente en este tipo de films; eso, más un ritmo algo acelerado puede llegar a marear un poco, como algunos programas de TV, y eso no es un elogio. Como la mayoría de las películas de este tipo, parte de un guión que intenta ganar al espectador a partir de la acumulación de gags y, aunque con lo justo, en eso cumple. Pero el gran defecto de Reyes de las olas es la predicha reiteración argumental. Porque el inexperto pero emprendedor Cody no es sino otra versión del Rayo McQueen, o de Rodney en Robots, que necesita de la experiencia de un veterano deprimido y autorrecluido, que en este caso puede llamarse Gran Z, pero que antes fue Gran Soldador o Doc Hudson, en Cars, para derrotar al malvado de turno. Un abuso de la fórmula que marca sin dudas que el límite está muy cerca. Y dos expertos como Ash Brannon y Chris Buck, codirector de Toy Story 2 el primero y director de Tarzán el segundo, ya lo saben. O deberían.
6-REYES DE LAS OLAS
Dirección: Ash Brannon y Chris Buck.
Música: Mychael Danna.
Con las voces de Shia LeBouf, Jeff Bridges, James Woods, Zooey Deschanel (versión en inglés).
Canciones de Green Day, Pearl Jam, New Radicals, Incubus, Lauryn Hill.
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