Mié 22.08.2007
espectaculos

CINE › ARNAUD DESPLECHIN, DIRECTOR DE “REYES Y REINA”

“Una película es como un show”

El cineasta francés, una rara avis dentro del panorama internacional, subraya que “hay que pensar en los espectadores” y allanarles el camino para la comprensión de un film.

› Por JEFF REICHERT

Presentada en competencia en el Festival de Venecia, estrenada con considerable repercusión en Estados Unidos y elegida mejor película del año por la asociación de críticos de Francia, tras varias postergaciones por falta de pantalla Reyes y reina llegará finalmente mañana a la cartelera porteña, sólo en la sala del cine Cosmos y en el sistema de proyección ampliada en DVD. No se trata de una película más: el modo en que se libra a una caótica vitalidad, al arrebato anímico, a la anarquía incluso permiten considerarla una rara avis, no sólo dentro de la producción media del cine francés sino también dentro del panorama internacional en su conjunto. Con una duración de dos horas y media, la crisis identitaria, afectiva y familiar, el desarreglo emocional, la inminencia de la muerte y la locura como forma de rebelión están en el centro mismo de Reyes y reina. La trama sigue en paralelo a dos personajes, alguna vez amantes y actualmente padres separados, así como a su pequeño hijo. Como también a sus padres, parientes y representantes del orden social.

Se trata del opus seis de Arnaud Desplechin, uno de los autores contemporáneos más fervientemente reivindicados por la crítica de su país, pero conocido en Argentina sólo a través de proyecciones en festivales y ciclos de revisión, donde llegaron a verse La sentinelle (1992) y Comment je me suis disputé (ma vie sexuelle), de 1996. Dos de los actores más imponentes del reciente cine francés protagonizan Reyes y reina. Se trata de Emmanuelle Devos (vista aquí en Lee mis labios y El latido de mi corazón) y Mathieu Amalric, favorito de André Téchiné, de Olivier Assayas, del georgiano Otar Iosseliani y del propio Desplechin, quien aquí lo convoca por tercera vez. A Catherine Deneuve le cabe el papel de una psiquiatra, desorientada ante los arrebatos de un paciente (Amalric) cuyo límite entre el histrionismo, la voluntad de rebelión y la psicosis parecerían imposibles de determinar.

–Reyes y reina se abre con una cita literaria que refiere a la mitología griega. ¿Qué lo llevó a iniciar la película de ese modo?

–Quería que empezara como un cuento de hadas. En la primera escena la protagonista compra una extraña pieza artística sin siquiera saber por qué lo hace, y esa pieza resulta ser una imagen de Leda, reina de Esparta, al ser violada por un cisne. Pero no todos los espectadores tienen por qué saber de mitología griega, por lo cual me pareció que correspondía incluir, al comienzo, un cartel que suministrara la información necesaria. De esa manera, todo el mundo puede ver la película con el mismo conocimiento previo, lo cual garantiza un pie de igualdad para todos los miembros de la audiencia.

–La película abunda en alusiones poéticas y filosóficas. Pero en todos los casos usted se toma el trabajo de que esas alusiones se entiendan, a diferencia de otros cineastas, que parecerían empeñarse en lo contrario.

–Es algo que verdaderamente me importa. Para mí todos los espectadores son iguales. Si alguien quiere ver Reyes y reina como puro entretenimiento y prefiere disfrutar sólo de lo bien fotografiada que está, la película funciona. Pero si otro quiere ir más allá, podrá hacerlo. Eso es lo que amo de todas las formas de arte popular: que pertenecen a todos por igual. No existe una manera “mejor que otra” de disfrutar de una canción, una comedia musical o una película. Sí hay niveles de disfrute. Para mí, una película es un burbujeo de sentidos. Cada uno toma el que prefiere.

–Por lo que se puede constatar, el rango de respuesta frente a Reyes y reina va desde aquellos que salen exultantes hasta los que sienten que la película los deja agotados.

–Es divertido, porque la película contiene tantas tramas, historias y personajes que en cada país el público reacciona distinto. En Francia muchos se preguntaban si Nora, la protagonista, era un monstruo o una santa. En Londres, donde tienen otro background cultural, amaron a Nora. Hay países donde la gente sale absolutamente shockeada y, en otros, totalmente indiferente. En Estados Unidos no me extrañaría que el público de la Costa Oeste reaccionara distinto al de la Costa Este. Eso me hace pensar que se trata de una película que pertenece al público. A cada uno, tal vez.

–El relato está dividido en tres secciones, que reparten el tiempo narrativo en forma pareja entre ambos protagonistas, Nora e Ismael. ¿Cómo dio con esa estructura?

–Como suele suceder en cine, obedeció a razones prácticas, incluso banales. Como la película es larga y desarrolla dos tramas paralelas, aunque ninguna de ellas sea particularmente complicada me pareció injusto dejar al espectador boyando en medio de todo eso. De allí la estructura en capítulos. Por más que trate temas graves, una película es como un show, porque se dirige a un espectador. Es por los espectadores que uno la hace, así que hay que pensar en ellos.

–En una primera visión puede parecer que Reyes y reina es como demasiado amable con el personaje masculino y bastante cruel con el femenino. Al verla por segunda vez, esa certeza puede tambalear. ¿Usted qué piensa al respecto?

–Mi mayor preocupación siempre consistió en balancear el componente de melodrama –lleno de hechos terribles, tremendas peleas y lágrimas– con el puro slapstick cómico, de manera tal que las risas no estorbaran a las lágrimas. En cuanto a los protagonistas, siempre me relacioné con ellos en un plano de igualdad. Lo que sucede es que el personaje de Ismael está más volcado a la comicidad y el de Nora, al drama. Y, en general, resulta más fácil vincularse con lo cómico que con lo melodramático. Por eso puede ser que en una primera visión él “pegue” más. Pero si una la ve por segunda vez, el personaje de Nora empieza a aparecer. A mí me encanta esta indecisión de la película entre el héroe y la heroína. Lo que traté fue de relacionarme con el mismo respeto con ambos, y con el género que cada uno de ellos representaba.

–Es fascinante la multiplicidad de registros en los que la película se mueve y la manera en que eso confunde expectativas. ¿Se trata de un efecto buscado por usted, previamente calculado?

–Sí, es totalmente deliberado. Me encantan las mezclas. Amo saltar de un género a otro, mirar una situación desde puntos de vista encontrados. Si en el guión dice que los personajes tienen que llorar, pruebo que en lugar de eso se rían, a ver qué pasa. Si me gusta cómo queda, lo dejo.

–Cuando genera esas mezclas, ¿de qué manera trabaja con los actores? ¿Rueda todas las escenas varias veces, de maneras distintas, y después en el montaje elige e intercala?

–En verdad no sé cómo trabajo con los actores. Espero hacerlo de manera distinta con cada uno. Desde que estoy en esto aprendí unas pocas cuestiones técnicas en cuanto al trabajo con el actor. Una de ellas es que si tengo que filmar una escena embarazosa, como aquí cuando Ismael baila breakdance, primero la hago yo frente a todo el equipo, para quedar bien ridículo y que entonces después el actor ya no se sienta tan avergonzado. Supongo que mi única regla es no pedir resultados, sino solamente que los actores actúen. Que jueguen, que prueben.

–En Reyes y reina parece importar menos la continuidad que la espontaneidad: hay líneas de diálogo que se repiten, cortes a destiempo, personajes que pueden ocupar distintas zonas de cuadro en dos planos contiguos. Es como si fuera una edición jazzeada...

–Totalmente de acuerdo. Pero esto no sólo en cuanto a la edición. De la misma forma en que un músico de jazz practica variaciones sobre una base standard, les pido a los actores que inventen sentimientos nuevos, nuevas formas de frasear los diálogos. Y recién después edito. Llegué a pensar que ser director de cine es un trabajo muy sencillo: todo lo que hay que hacer es filmar a los actores como corresponde y darle al público lo mejor de lo que ellos le dieron a uno. Finalmente, de lo que se trata es de brindar todas las facetas de un personaje. ¿A quién le importa que la manera de filmar sea demasiado soft, si se logran mostrar todas las caras de un ser humano?

Introducción, adaptación y traducción: Horacio Bernades.

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