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Jueves, 4 de octubre de 2007

CINE › “MAS QUE UN HOMBRE”

Gays eran los de antes, dice Brieva

Si el debut del Midachi como director fracasa no es por querer hacer la fácil, sino por no dar la altura de su ambición.

 Por Horacio Bernades

Abrupto paso a la realización por parte de un cómico que, como Dady Brieva, aparece rotundamente identificado con el humor ramplón de los Midachi, las grandes sonrisas televisivas y algún subproducto cinematográfico reciente (la bochornosa Incorregibles), Más que un hombre no podía despertar, de antemano, otra cosa que no fueran sospechas. Sospechas éticas y cinematográficas, agudizadas por el hecho de haberse filmado en San Luis (tierra más que generosa a la hora de la provisión de fondos) y, más todavía, por su historia de ficción, una farsa que aspiraba a mezclar gays con militantes, en tiempos de la última dictadura militar. Eso, en los papeles. A la hora de los hechos debe afirmarse que Más que un hombre es absolutamente honesta, que si fracasa no será por querer hacer la fácil, sino más bien por todo lo contrario: por jugarse cartas raras, a contracorriente, pero también por no saber, o no poder ponerse a la altura de esa apuesta.

Hasta el propio título original transparenta la voluntad de pasarle por encima a cualquier convención. Putos eran los de antes se llamaba la película, antes de que la cautela aconsejara dar un paso atrás. El puto de antes, ese que dice ser más que un hombre (“y menos que una mujer”) es Telmo (Luis Ziembrowski), “modista” de un pueblito innominado, que vive junto a una mamá que está entre la demencia senil y el embobamiento farmacológico (Mabel Manzotti). Es noviembre de 1977, y una noche se oyen gritos, tiros, Telmo abre la puerta y alguien (Julián Krakov, que se había lucido en Las mantenidas sin sueños y vuelve a demostrar soltura aquí) se le mete en la casa de un empujón. Tiene barba y pelo largo, lleva una camisa de trabajo y, por su aspecto de vikingo, Telmo le pone de sobrenombre Olaf. De allí en más y poniendo la propia vida en peligro, el modisto refugiará a este muchacho que dice no pertenecer a ningún partido, sino “a un movimiento”. ¿Por qué lo hace? Un poco por solidaridad y otro poco por calentura, da la impresión. O, por qué no, tal vez sea por amor.

Con el propio Brieva haciendo de “loca” y mejor amigo de Telmo, este cruce de El beso de la mujer araña (en un pueblito que bien podría haber sido la General Villegas de Puig) con Siempre es difícil volver a casa (donde actuaba el propio Brieva, junto al resto de Midachi) está narrado en tono y con recursos de farsa chirriante, lo cual constituye el nudo mismo de su rareza. Ziembrowski anda casi toda la película con un peluquín ridículo y eventualmente con vestido (otra vez, como en El vestido de Lili), morcilleando como un Olmedo regordete, mientras en la calle se oyen tiros y la esposa de un militar dice que hay que matarlos a todos. Ziembrowski y Brieva se juntan, los dos con sus absurdas pelucas, como si estuvieran en un sketch de Rompeportones. Pero el vecino de al lado, que se pasa haciendo réplicas de aviones alemanes de la Segunda Guerra, en cuanto pueda va a ir a hacer una denuncia a la comisaría. Y todo así, hasta un final en el que ambos protagonistas parecen ya dos sucedáneos de Porcel y Olmedo, con Brieva mirando fuera de cámara y hablándoles a los eléctricos.

Del mismo modo en que ese quiebre de verosímil queda fuera de registro, el resto de Más que un hombre tiende a lucir fuera de control. No en términos técnicos, ya que tanto la fotografía (a cargo de Ricardo De Angelis) como el montaje (Miguel Pérez y Lucas Scavino) y hasta la codirección (compartida con el debutante Gerardo Vallina) se han puesto en manos de verdaderos profesionales, pero sí en lo que hace a narración y modo de representación. La sombra de lo televisivo se hace sentir sobre escenas pensadas como sketches, y también en algunas actuaciones que son puro grito, subrayado y mohín. La representación de época, situaciones y personajes no se sale del más estricto estereotipo, desde el manfloro de peluca hasta el milico jurásico, pasando por el militante de camisa Grafa, la reprimida de pueblo, el nostálgico nazi, la putona desaforada... Postulando una idealizada hermandad entre perseguidos morales y políticos, el nudo central del asunto (innecesariamente narrado en forma de largo flashback, cuando se pudo haber contado en presente) no va más allá de la mera demagogia, políticamente correcta y a medida de la época.

Sí, es verdad que Más que un hombre puede resultar, en función de las expectativas, sorprendente y anómala, por los raros cruces que intenta. Pero desconocer su irregularidad y carácter derivativo, así como lo fallido de algunas de sus apuestas y resultados, sería inventarse una película que tal vez sea otra, pero no ésta.

5-Mas que un hombre

Argentina, 2007

Dirección: Dady Brieva y Gerardo Vallina.

Guión: Dady Brieva, Pina di Toto y Javier Morello.

Fotografía: Ricardo De Angelis.

Música: Martín Bianchedi.

Intérpretes: Luis Ziembrowski, Julián Krakov, Mabel Manzotti, Dady Brieva, Violeta Naón, Esteban Mellino y Juan Acosta.

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Brieva hace de “loca” con recursos de farsa chirriante.
 
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