Martes, 4 de diciembre de 2007 | Hoy
CINE › HERMAN SZWARCBART
El realizador explica el sentido de Un pogrom en Buenos Aires, el documental que estrenará el próximo jueves.
Por Oscar Ranzani
La Semana Trágica fue suficientemente estudiada por los historiadores: en el país gobernaba Hipólito Yrigoyen y los obreros reclamaban mejores condiciones de trabajo, como la posibilidad de tener descanso los domingos y la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, entre otras reivindicaciones. El operativo policial, encabezado por Luis Dellepiane, terminaría sellando un destino terrible para los luchadores de aquellas jornadas, que derivaron en un baño de sangre efectuado por la policía, al que se sumó la Liga Patriótica Argentina, una organización fascista. El saldo de la Semana Trágica fue de 700 muertos y tres mil heridos entre el 7 y el 11 de enero de 1919. Lo que no se sabe ni se estudió tanto es que, paralelamente, se produjo en Buenos Aires un pogrom; es decir, una persecución de judíos en el barrio del Once cuyas estadísticas indican un saldo de 560 detenidos, pero no así las cifras de muertos como consecuencia de la cacería antisemita.
Sobre este hecho, casi ignorado cuando se cuenta la Semana Trágica, posó su mirada el realizador Herman Szwarcbart en su ópera prima Un pogrom en Buenos Aires, un documental no tradicional que se estrena este jueves y que da cuenta de aquel suceso, reduciendo al mínimo las entrevistas a cámara (algunos historiadores opinan al respecto) y utilizando recursos estéticos como la lectura de textos referenciales al suceso por parte de actores. Szwarcbart había empezado a trabajar en una ficción basada en anécdotas que le había contado su abuelo polaco de 95 años, contemporáneo del pogrom y que aparece en la película tanto en el comienzo como en el final, otorgándole al documental una atmósfera de intimidad. A partir de su relato, se interiorizó en otras historias de inmigrantes hasta que se topó con un texto de Pinie Wald, donde cuenta la detención que sufrió durante la Semana Trágica. “A partir de ahí empiezo a preguntar primero a mi abuelo y a otras personas después sobre lo que ellos conocían de lo que había pasado en Buenos Aires”, comenta Szwarcbart en diálogo con Página/12.
Al plano documental, el director le agrega un componente estético casi de ficción. “Las dramatizaciones principalmente están en la escena de la obra de teatro El judío Aaron, de Samuel Eichelbaum”, dice Szwarcbart acerca del fragmento incluido en el documental. “El resto –continúa– son actores que leen los textos en cámara. No sé si hablaría directamente de una ficcionalización. Sí de autores que fueron testigos de los hechos. En el caso del texto de Arturo Cancela es una ficción y en el caso de Pinie Wald es un testimonio pero novelado, con lo cual podríamos hablar de una real fiction.”
–Teniendo en cuenta que sucedieron en el mismo momento, ¿por qué se conoce tanto acerca del ataque al movimiento obrero en la Semana Trágica y tan poco del pogrom a los judíos del Once?
–Como la persecución a los judíos fue bastante más concentrada, hacia un grupo determinado, algunos historiadores reducen lo ocurrido contra los judíos con una frase que es Los niños bien salieron a la caza del ruso. Desde la mirada de algunos historiadores, lo que ocurrió es que la persecución a esta masa obrera de los judíos del Once quedó como subsumida en una lucha superior que era la del movimiento obrero. Era un grupo reducido en relación con la cantidad de obreros que habían sido perseguidos. De alguna forma, desde la izquierda la persecución a los judíos quedó como dentro de una persecución mayor que había que contar que era la persecución a los obreros.
–Y el hecho de que esta historia prácticamente no se conozca, ¿es una marca más de la discriminación?
–Tal vez algo de eso haya, como tantos hechos que no fueron contados a lo largo de nuestra historia. Igual, también, no es que alguien haya querido ocultar esto para que no se supiera. Como decía antes, hubo otros sucesos tal vez más trascendentes para algunos historiadores. Por otro lado, también hubo un velo que cubrió parte de esta historia que tiene que ver con el ídish. Gran parte de los testimonios de lo que sucedió fueron escritos por las víctimas. Estas víctimas hablaban en ídish, que era la lengua que traían ellos de Europa central. Por ejemplo, el texto de Pinie Wald fue escrito en 1929 y recién se tradujo en 1986, una vez pasada la dictadura militar, lo que permitió blanquear ciertas situaciones internas de la comunidad. Lo que intenté hacer con la película es correr ese velo, traducir esos textos que estaban ahí y ponerlos a la luz.
–¿Hubo diferencias ideológicas en el seno de la comunidad judía en cuanto a las reacciones frente a este hecho?
–Sí, definitivamente. La comunidad judía estaba completamente atomizada. Uno no puede hablar de que era un todo exactamente igual con los mismos pensamientos, sino justamente todo lo contrario. Y las diferencias hacia el interior de la comunidad judía estaban dadas claramente por cuestiones ideológicas. Había judíos conservadores, judíos socialistas, había judíos socialistas sionistas y otros socialistas que no lo eran. Había judíos anarquistas, había judíos respetuosos de la religión y otros que se veían en un judaísmo laico. Desde afuera se los veía como un todo, pero dadas esas diferencias hacia el interior las reacciones también fueron diferentes.
–¿Por qué decidió que buena parte de la investigación funcionara como una especie de viaje suyo en la puesta en escena?
–Eso se dio en forma casi natural, porque yo empecé a investigar y lo primero que hice fue empezar a leer, charlar con personas, visitar lugares. Y en un momento me di cuenta de que a esos lugares tenía que ir con la cámara y registrar todos esos momentos. Con lo cual, finalmente esta cuestión de investigación registrada que es lo que cuenta la película se dio casi también en forma natural y me pareció que era una estructura narrativa posible para registrar esta historia.
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