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Viernes, 1 de febrero de 2008

CINE › “MISS POTTER”, DIRIGIDA POR CHRIS NOONAN

Receta: conejos en almíbar

 Por Luciano Monteagudo

4

MISS POTTER
(Gran Bretaña/EE.UU, 2006)

Dirección: Chris Noonan.
Guión: Richard Maltby Jr.
Fotografía: Andrew Dunn.
Música: Nigel Westlake.
Intérpretes: Renée Zellweger, Ewan McGregor, Emily Watson, Barbara Flynn, Bill Paterson, Matyelok Gibbs, Lloyd Owen, Anton Lesser, David Bamber.

No queda muy claro a quién está dirigida esta recreación de la vida de Beatrix Potter (1866-1943), la más exitosa escritora británica de literatura infantil antes de J. K. Rowling, autora de los célebres cuentos y dibujos del Conejo Pedro. Pareciera como si las cinco compañías de producción que figuran en los créditos (tanto de Hollywood como del Reino Unido) no se hubieran puesto de acuerdo sobre si el producto debía apelar a niños o a adultos. La idea seguramente fue complacer a todos los públicos, con el resultado seguro de que no va a satisfacer a ninguno.

Sí, es verdad, detrás de la cámara está Chris Noonan, el director australiano que se ocupó de antropomorfizar a toda una granja en Babe, el chanchito valiente. Ese antecedente se suponía que lo acercaba en su sensibilidad al mundo de Potter, donde los conejos lucen elegantes chaquetas y libreas. Pero todo lo que aquí puede hacer Noonan es animar esporádicamente algunas escenas con un mínimo movimiento de Peter Rabbit y sus amigos, cuando Beatrix se queda sola frente a sus dibujos y éstos cobran vida únicamente frente a sus ojos, en lo que se supone es una celebración de la imaginación y el mundo interior de la escritora.

Para el papel protagónico fue convocada la texana Renée Zellweger, que ya probó en la saga de Bridget Jones que podía hacer suyo un perfecto acento británico. Más aún, como la sufrida Bridget, con quien la producción de esta película evidentemente fantaseó alguna relación, Beatrix Potter también es –a su manera victoriana– una joven soltera necesitada de afecto. Pero Zellweger, siempre propensa a la multiplicación de gestos y mohínes, aquí decidió componer su personaje como si fuera un conejo más de la familia, con el triste resultado de que un crítico británico, alarmado por la hiperkinesis de su rostro, la terminó asociando con un hamster.

Dicen los que saben que la verdadera Miss Potter no sólo sufrió mal de amores sino también la discriminación de la sociedad machista en que le tocó vivir, donde no pudo llegar a demostrar sus notables cualidades como naturalista. Nada de eso, sin embargo, está en la película de Noonan, en la que todo luce más almibarado y pringoso que una caja de bombones. Hacia el final, una brusca tragedia pretende sacudir el letargo de tantos paisajes bucólicos y carruajes de época, para convertir súbitamente a Miss Potter en una ambientalista avant la lettre, dispuesta a poner su solitaria fortuna al servicio del Lake District, que hoy es gracias a ella uno de los parques nacionales más hermosos de las Islas Británicas. Aquí ya la confusión es tan grande que uno cree estar viendo un audiovisual promocional del British Tourist Authority.

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