Miércoles, 6 de febrero de 2008 | Hoy
CINE › LA 61ª EDICION DEL FESTIVAL ALEMAN, UN ENCUENTRO QUE ABRE EL CALENDARIO CINEMATOGRAFICO
Además del film de Scorsese sobre los Stones, el festival ofrece retratos de Patti Smith y de una banda punk iraquí. Albertina Carri presentará La rabia y Santaolalla lleva su Café de los Maestros.
Por Luciano Monteagudo
desde Berlin
“It’s only rock’n’roll, but I like it!”, parece cantar a coro la capital alemana. Es que la Berlinale –que mañana da comienzo a su edición número 61– no pudo haber conseguido una película más apropiada para la apertura de lo que por definición es una fiesta del cine: Shine a Light, el rockumentary que Martin Scorsese le acaba de dedicar a The Rolling Stones. De hecho, tanto Scorsese como la totalidad de Sus Majestades Satánicas han prometido su presencia en la alfombra roja mañana a la noche, para dar el puntapié inicial al festival que por su ubicación en el calendario funciona como la campana de largada de la temporada cinematográfica internacional.
El corazón de la película de Scorsese –un rockero veterano, que más de una vez ha incluido temas de los Stones en las bandas de sonido de sus películas, desde los lejanos días de Calles peligrosas (1973)– son dos conciertos en el Beacon Theater de Nueva York, a fines de 2006, que el director de Los infiltrados registró con 16 cámaras simultáneas. Pero la promesa es que no se trata solamente de un concert film sino que también habrá backstage y registros caseros de la intimidad de Mick Jagger, Keith Richard, Charlie Watts y Ron Wood.
Aunque es por lejos la más notoria, Shine a Light no es la única película que le va a dar un cariz rockero a la Berlinale. En la sección Panorama, también brilla Patti Smith: Dream of Life, un documental de Steven Sebring que durante once años estuvo registrando la cotidianidad de esta cantante, poeta y artista plástica considerada la madrina del punk. Y Heavy Metal in Baghdad, de Eddy Moretti y Suroosh Alvi, promete un registro pormenorizado de la que probablemente sea la banda de rock más sufrida del mundo, Acrassicauda, un grupo de iraquíes que hasta ahora han logrado sobrevivir sucesivamente a Saddam Hussein, a la invasión militar estadounidense y a las bombas que sacuden diariamente a Bagdad.
La música argentina también va a tener su lugar en la Berlinale. Gustavo Santaolalla llega desde su estudio en Los Angeles para presentar Café de los Maestros, el documental que produjo en Buenos Aires junto a Lita Stantic y el brasileño Walter Salles y que reúne a un rosario de tangueros de la primera hora, un proyecto que reconoce su antecedente en el Buena Vista Social Club (lanzado en su momento también aquí en la Berlinale) con el que Wim Wenders y Ry Cooder redescubrieron para el mundo la existencia de la vieja trova cubana.
En la sección Panorama Special –que forma parte del programa oficial, pero fuera de la competencia–, Albertina Carri presentará en Berlín el estreno mundial de su nueva película, La rabia. Producido por Pablo Trapero y protagonizado por Analía Couceyro, el cuarto largometraje de la directora de No quiero volver a casa, Los rubios y Géminis está centrado en la vida de la gente de campo y habla de la violencia de la tierra. No es poca la expectativa que ha despertado la película de Carri, en un año que promete el regreso de algunos de los nombres más importantes del llamado Nuevo Cine Argentino. Si Berlín ahora arranca con La rabia, en mayo Cannes y en agosto Venecia se disputarán La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel; Liverpool, de Lisandro Alonso; Leonera, de Pablo Trapero, y Una semana solos, de Celina Murga. Lo que se dice un año, a priori, promisorio.
Siguiendo con los argentinos en Berlín... El productor Hernán Musaluppi –que está trabajando en el tramo final de Salamandra, ópera prima de Pablo Agüero– participará de una mesa redonda del World Cinema Fund, el fondo de ayuda berlinés para cinematografías en desarrollo. Y en los Berlinale Shorts, la competencia internacional de cortometrajes, aparece con chances Nadie, el debut detrás de las cámaras de Belén Blanco. La actriz de Picado fino, La vida por Perón y Las manos describe en su primer corto las vivencias de una adolescente que se inventa un novio imaginario para escapar del aburrimiento de su pueblo.
Si hay algo que impresiona del Festival de Berlín son sus dimensiones. Dividida en múltiples secciones, la Berlinale alberga en once días (que se extienden desde mañana hasta el domingo 17) no menos de medio millar de films, si se cuenta también al European Film Market, que ocupa el majestuoso edificio del Martin Gropius Bau. Por supuesto, el corazón es la competencia oficial, que este año cuenta con un jurado presidido por el director franco-griego Costa-Gavras. Los franceses, de hecho, participan con un par de nombres fuertes. El veterano marsellés Robert Guédiguian vuelve a la competencia de la Berlinale, donde ha estado más de una vez, con Lady Jane, mientras que Erik Zonca –el realizador de La vida soñada de los ángeles– reaparece después de un prolongado silencio con un nuevo largometraje, Julia.
Los locales tienen como carta casi excluyente una nueva comedia satírica de Doris Dörrie. La directora de Nadie me quiere vuelve ahora con Kirschblüten, la única película enteramente alemana de la competencia, donde hay otras coproducciones con el país anfitrión, pero dirigidas por realizadores italianos, israelíes y franceses. A diferencia de otros años, el cine oriental tiene en esta edición una presencia determinante en la competencia. Se destaca sobre todo el nombre el coreano Hong Sang-soo, sin duda uno de los directores-faro del cine contemporáneo, gracias a títulos como La mujer es el futuro del hombre y Woman on the Beach, de quien ahora se verá en competencia su realización más reciente, Noche y día. El maestro japonés Yoji Yamada vuelve a Berlín con Kabei, mientras que el hongkonés Johnny To, un cineasta tan prolífico como talentoso, verdadero autor en el campo del cine de género, presenta Sparrow.
Este año, el cine argentino, que suele hegemonizar con su reiterada presencia y sus muchos premios la representación del cine latinoamericano, ha cedido su lugar a los otros dos grandes productores de la región. El mexicano Fernando Eimbcke (de la recordada Temporada de patos) compite con su segundo largo, Lake Tahoe, mientras que el brasileño José Padilha (Onibus 174) trae a concurso Tropa de elite, un retrato de la violencia policial en las favelas que fue un enorme éxito de público en su país, donde también provocó más de una polémica en relación con su postura ideológica.
Otro film que llega precedido a Berlín por la controversia es There Will Be Blood, del estadounidense Paul Thomas Anderson, que va por su segundo Oso de Oro de la Berlinale, engolosinado por el que ya obtuvo en 1999 por Magnolia. Basado en la novela Oil, de Upton Sinclair, Anderson y su protagonista absoluto, Daniel Day-Lewis, narran el ascenso, apogeo y caída de un pionero de la explotación petrolera en los Estados Unidos. Titulada para su estreno en la Argentina como Petróleo sangriento, la película también le aporta a Berlín su rosario de nominaciones al Oscar, nada menos que ocho, lo que la convierten en una de las principales contendientes en la ceremonia de la Academia del domingo 24 de febrero.
Para quienes prefieran caminos más inexplorados está el Forum del Cine Joven, donde habrá decenas de films a descubrir de Turquía, Pakistán, Congo y –el último grito de la moda– Filipinas. Y los que prefieran apostar a lo seguro tienen las retrospectivas, famosas en Berlín por su rigor y exhaustividad, una de las cuales este año está dedicada a revisar en forma completa, de comienzo a fin, la obra siempre perturbadora de Luis Buñuel. Ya habrá oportunidad de volver más en detalle sobre los programas paralelos: esto recién empieza.
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