CINE › “TRES MINUTOS”, DE DIEGO LUBLINSKY
› Por Horacio Bernades
TRES MINUTOS
Argentina, 2008.
Dirección y guión: Diego Lublinsky.
Intérpretes: Nicolás Pauls, Julieta Zylberberg, Antonella Costa, Lidia Catalano, María José Gabin, Horacio Peña y María Alché.
El confuso comienzo de Tres minutos, ópera prima de Diego Lublinsky, es como la materialización visual de la indefinición que signa la película, y que de ahí en más no hará más que generalizarse. En esas primeras instancias, cuando el espectador aún está en pañales con respecto a historia y personajes, la combinación de rápidas escenas sucesivas con un montaje alterno –todo tan apurado y entrecortado que casi no hay tiempo de procesarlo– no ayuda precisamente a entrar en el juego. Una vez que la narración se asienta, se constatará que la desorientación no es del espectador sino de la película.
Si hay que aguardar una media hora para que la protagonista femenina haga su aparición, es necesario esperar casi tanto como eso para que un diálogo revele que los personajes de Nicolás Pauls y Antonella Costa, que se presentan juntos desde el comienzo, son marido y mujer. Hasta ese momento eran sólo compañeros de la unidad de exteriores de un noticiero de televisión, arribados a un pueblito (producida por San Luis Cine, no es difícil adivinar dónde se ha filmado toda la película) para investigar no una misteriosa desaparición sino dos. Una es la de una diva del cine argentino de los años ’50, sucedida allí tiempo atrás, y la otra, la de su hijo, que se metió a buscar rastros de su madre en una caverna, junto con otros dos. Otro foco de atención son unas piezas de bijouterie rojas que pasan por pastillas y que aceleran a quien las toma, no sólo mental sino físicamente.
Provistas por el conductor del noticiero (Horacio Peña) para que el movilero Alex (Pauls) hable a velocidades inusitadas y mantenga así el interés de la audiencia, si se las toma en excesiva cantidad producen un efecto no deseado: transportan en el tiempo a quien así lo haga. Y ese resulta ser el quid de la cuestión, ya que Tres minutos pretende ser una comedia fantástica, en la que Alex, en problemas matrimoniales con Costa, terminará enamorándose de Ana, la nena de la pensión donde el equipo se aloja. ¿Un caso de pedofilia platónica? No, lo que pasa es que Ana se toma como un frasco de pastillas rojas y se va de esta dimensión, y Alex hace lo propio para ir a su encuentro. Cuando llega, Ana ya tiene casi su edad y los rasgos de Julieta Zylberberg, que en La niña santa era la amiga de la protagonista (la protagonista de esa película, María Alché, hace de la diva de los años ’50).
Tres minutos es una película tan inconsecuente con sus propios planteos (la gente que viaja en el tiempo a veces envejece y otras no, así como quienes los rodean a veces están congelados, como en el juego de las estatuas, y otras veces no), como con su tema (se supone que Alex y Ana se enamoran, pero lo que se ve se parece más a una aventurita de fin de semana) y con su nudo narrativo, dispersándose en varias microhistorias paralelas que no tienen interés ni desarrollo (una con Lidia Catalano, otra con María José Gabin), y demorando horrores hasta entrar en tema. Debe señalarse, eso sí, que salta a la vista que Julieta Zylberberg está para más (para mucho más) y que Antonella Costa, como de costumbre, mantiene la dignidad, por difícil que se le haga.
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