CINE › EL DIARIO DE LOS MUERTOS, DE GEORGE A. ROMERO
Los que quieran ver una película gore no saldrán defraudados, pero la nueva película de Romero ofrece además una sátira social y una reflexión sobre el estallido de los medios electrónicos.
› Por Luciano Monteagudo
Cuarenta años después de La noche de los muertos vivos (1968), el incorregible George A. Romero –que por entonces metaforizaba la experiencia de Vietnam– sigue utilizando a sus ejércitos de zombies para hablar de la realidad y el estado del mundo. Por supuesto, todos aquellos que quieran ver solamente una película gore a la vieja usanza –sin torturas ni mutilaciones, como ha impuesto la siniestra moda de El juego del miedo– no saldrán defraudados. Pero El diario de los muertos ofrece además, como siempre en Romero, otros niveles de lectura: es simultáneamente una sátira social, una declaración política y una reflexión sobre el estallido de los medios electrónicos en la era YouTube.
La primera pregunta que se hace el espectador de Diary of the Dead es qué está viendo exactamente: ¿un programa de televisión, un video online, una película llamada Death of Death, firmada por un tal Jason Creed? Bueno, todo eso a la vez. En el impresionante plano secuencia de apertura, se ve sólo lo que ve la cámara –en bruto, sin editar– de un noticiero de la TV: mientras la reportera explica que esos cuerpos sin vida que está retirando la policía de la ciudad de Pittsburgh corresponden a una familia de inmigrantes indocumentados, muertos a balazos por su propio padre antes de suicidarse, los cadáveres súbitamente cobran vida y no dudan en abalanzarse vorazmente sobre todos los cuervos que los rodean, ensañándose especialmente con la frívola notera y el comisario a cargo. De más está decir que las balas policiales no surten demasiado efecto: es difícil matar a un muerto.
Pero como en un juego de cajas chinas, se descubre que ese material espeluznante ha sido bajado de Internet, donde fue colgado sin autorización oficial, y que ahora integra una película que está llevando a cabo un grupo de estudiantes universitarios. Esa película debió ser un film de terror casero estilo Blair Witch Project, pero por imperio de las circunstancias ha pasado a convertirse en un documental sobre la nueva epidemia de zombies, el testimonio de un presente apocalíptico al cual podrá remitirse algún futuro sobreviviente, si es que lo llega a haber.
Ese seudodocumental es el que le permite al director ir dando cuenta de la situación. Cuando su país sigue pendiente de una amenaza externa, son sus propias entrañas las que regurgitan la violencia desencadenada, una suerte de salvaje lucha de clases entre vivos y muertos. No es casual que en su notable patchwork de imágenes de archivo –que Romero aprovecha como si fueran partes de guerra emitidos online– emerjan con particular fuerza los retazos identificables de la catástrofe humanitaria que provocó en Nueva Orleáns el huracán Katrina, en la que la población negra de bajos recursos –los “muertos vivos” de la era Bush– fue la principal damnificada.
Mientras tanto, Romero se va preguntando qué hacer con la profusión de imágenes que nos rodean. Hay más de 200 millones de cámaras ahí afuera (entre miniDV, celulares y toda la parafernalia electrónica) y Romero no está seguro de que eso que ahora se entiende como una democratización de la cultura de imágenes sea necesariamente bueno. “Es fácil de usar, sólo hay que apretar acá”, le dice un estudiante a otro cuando le pasa la cámara. “Lo mismo que un arma de fuego”, le señala otro, que acaba de vaciar el cargador de su pistola sobre un zombie. Constantemente, Romero se interroga por la responsabilidad que conlleva tener el ojo detrás del visor de una cámara y cuestiona esa realidad tan mediatizada como la que él mismo construye ficcionalmente de cabo a rabo con los elementos propios de un documental. Es un poco la misma preocupación de Redacted, la última película de Brian De Palma, otro falso documental de fuerte impronta política, pero en este caso sobre la intervención estadounidense en Irak.
Es una pena que El diario de los muertos no pueda sostener su interés hasta el final. La última media hora la película va perdiendo la complejidad que tiene en sus primeros dos tercios y se abandona a un relato más convencional, como si Romero –que trabajó a la manera de sus comienzos, de forma independiente y con un presupuesto mínimo– de pronto se hubiera apurado a terminarla. El rigor artístico, hay que reconocerlo, nunca fue un fuerte del director, que hizo casi toda su obra en los dominios del cine de género clase “B”. Pero a cambio Romero siempre gratifica no sólo con su lucidez y su virulencia política, sino con un caudal de ideas que hoy ya casi no se encuentran en la producción industrial de Hollywood.
8-EL DIARIO DE LOS MUERTOS
(Diary of the Dead, Estados Unidos/2007.)
Dirección y guión: George A. Romero.
Intérpretes: Joshua Close, Scott Wentwoth, Michelle Morgan.
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