PLASTICA › EXPOSICIóN ANTOLóGICA RETROSPECTIVA DE JUAN LECUONA EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA
Más de sesenta telas y papeles para resumir veinticinco años de pintura, donde pueden verse simultáneamente las obsesiones recurrentes de un artista cuya obra poética y reflexiva ya obtuvo los principales premios y reconocimientos.
› Por Fabián Lebenglik
En estos días, el Centro Cultural Recoleta presenta una muestra antológica de más de sesenta pinturas, y algunos objetos y esculturas de Juan Lecuona (Buenos Aires, 1956), curada por Florencia Battiti y Clelia Tarico. Se trata de una antología retrospectiva, que abarca veinticinco años de trabajo.
El efecto retrospectivo permite ver desplegado de una sola vez aquello que fue pensado y realizado a lo largo de muchos años. Por eso ahora se perciben como simultáneas las recurrentes obsesiones formales del artista y cómo, gracias a sucesivas transformaciones de aquellos motivos, Lecuona elabora una poética personal.
Durante la segunda parte de los años ’80, esa forma/pretexto es la cala, mientras que a partir de los ’90, y hasta hace dos años, los objetos una y otra vez citados y transformados son los moldes o patrones de costura. El pintor interroga, asedia y rodea esas matrices formales hasta intentar agotarlas. Es un asedio poético y pictórico (también volumétrico y escultórico) en el que la idea/fuerza inicial se vuelve herramienta de conocimiento del mundo y de transformación sucesiva del propio lenguaje de la pintura. Ambas ideas/fuerza van tomando nuevos sentidos mientras se transfiguran por cambios progresivos.
Metáfora, metonimia, sinécdoque: Lecuona pasa por las figuras retóricas del lenguaje articulado y artístico para extraer de aquellas matrices la mayor cantidad de sentidos posibles; en estas obras se evoca a maestros y amigos, amores y viajes, ausencias y recuerdos... y así siguiendo.
Lecuona aprendió las primeras armas de la pintura con Miguel Dávila en los años ’70, sin pasar por la academia. En 1982 fue invitado a participar del premio Braque y en 1983 presentó su primera muestra individual. Desde entonces exhibió su obra individualmente en la Argentina, América latina, Europa y Estados Unidos.
Fue cofundador del grupo Babel a mediados de los años ’80, integrado además por Nora Dobarro, Eduardo Médici, Héctor Médici y Gustavo López Armentía. Con ese grupo expuso en el Museo de Arte Moderno de San Pablo y en el de Arte Moderno de Río de Janeiro (ambas exposiciones tuvieron lugar en 1986), en el Museo de Arte Contemporáneo de Montevideo (en 1987) y en la Galería Municipal de Valparaíso (Chile, 1987).
Durante los años ’80, su obra fue incluida en muestras colectivas panorámicas como Ex-presiones (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 1983), Artistas en el papel (Centro Cultural Recoleta, 1984) y Los ’80 en el MAM (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 1991). En 1989 recibió el premio al Mejor Envío Extranjero en la IX Bienal Internacional de Arte de Valparaíso. En 1991 obtuvo el primer premio de pintura de la Fundación Fortabat y en 1995 el Premio al Artista del Año, otorgado por la Asociación Argentina de Críticos de Arte.
En 1997 integró Recurrencias: arte argentino de la generación de los ’80, una muestra organizada en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber de Caracas y recibió el Primer Premio de Pintura del Salón Manuel Belgrano otorgado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
En 1999 ganó el segundo premio de la Fundación Costantini y en 2002 el premio Trabucco, de la Academia Nacional de Bellas Artes. En 2003 ganó el consagratorio Gran Premio de Honor del Salón Nacional. Con la dinámica de la realidad, y la documentación en tiempo real, la muestra del Centro Recoleta figura con dos nombres: uno en el sitio web del CCR, Variaciones sobre la ausencia, que evidentemente fue un título pensado y luego descartado; y otro en el espacio físico de la exposición, el título definitivo: El devenir de un deseo. Esta superposición resulta productiva en la búsqueda de sentido de las coordenadas pictóricas de Lecuona. Entre la “variación” y el “devenir” (de uno y otro título), el sentido avanza hacia la deliberación y el desarrollo. La variación aparece como dispersa y tal vez indeterminada. El devenir, en cambio, supone un proceso de cambio, un desarrollo en una dirección quizá más precisa. Y esa precisión indica un cauce: el que va de la ausencia al deseo.
En el “devenir” de sus pinturas, la forma que obsede el objeto (la cala, el molde). La cala se vuelve escala (escalera) y el molde, una figura alada que además pasa de los cuadros a la escultura. Son algunas de las muchas metamorfosis que experimentan esas matrices/pretextos.
Si la naturaleza del deseo consiste en un permanente cambio de objeto, en un movimiento de fuga hacia adelante, la ausencia, en cambio, marca una mirada hacia atrás de algo o alguien que estuvo y ya no está. O tal vez proyecta una falta futura. Una proyección del presente hecho pasado.
Estas consideraciones están todo el tiempo detrás de cada pieza del artista, porque son obras al mismo tiempo de una presencia contundente y simultáneamente reflexiva. En su búsqueda, a veces el objeto inicial, precursor, se hace extremadamente simple y sintético o, por el contrario, extremadamente complejo. Estos cambios suceden según los momentos y necesidades del artista y de su contexto de trabajo.
Según escribe Florencia Battiti en el catálogo: “... la flor de la cala –que fue leída como hongo atómico e incluso puede ser interpretada como el trazo esquemático del continente sudamericano desde donde el artista se enuncia– es la imagen del recuerdo, la memoria de la infancia. Los fondos de la casa familiar se encontraban repletos de calas”.
En una de las tantas vueltas que dio alrededor de su otra obsesión, los patrones de moda, Lecuona eligió un cuadro de Picasso para armar (en el sentido más literal) y desarmar, descomponer y recomponer la célebre Les demoiselles de Avignon. Siguiendo el estímulo picassiano (que analiza y reconfigura cuadros de la historia del arte para fagocitarlos y volverlos funcionales a su propia obra), Lecuona actúa sobre Les demoiselles... con un esquema compositivo rítmico para avanzar en sus moldes y modelos, y plantar una bandera propia a través de la recreación y la cita. Es un procedimiento de afirmación y de homenaje al mismo tiempo. Así actúa el artista, revela su genealogía y muestra sus propias marcas, gracias al color, la forma, la textura, el tratamiento de los materiales, las capas de pintura y de sentido, la simbolización y abstractización de esas formas, la sugerencia o desvío de los títulos; las etapas más propiamente pictóricas y las más cercanas al diseño y el pattern... Presencias, ausencias, deseos, otra vez en juego. El procedimiento (ideológico, estético, pictórico) y el sentido se confunden e intercambian funciones.
Si en su primer viaje a Europa, a mediados de los años ’80, el artista se deslumbró con las brumas y atmósferas pictóricas de Turner y Monet, su cuadros más recientes, incluidos en la muestra, suponen un regreso a aquellas brumas. En palabras de la Battiti: “Actualmente, las obras de Lecuona se han cubierto de una delicada bruma blanca [...] Una luz nívea cubre casi todo, y la pictoricidad, la textura, la materialidad estética de sus obras impactan más que nunca”.
(En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el domingo 26 de octubre.)
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