PLASTICA › MUESTRA ANTOLóGICA DE KARINA EL AZEM EN EL CENTRO CULTURAL BORGES
La artista reúne quince años de trabajo en los que puede verse el uso seductor de la representación y el ornato como análisis y crítica cultural, social y política.
› Por Patricia Rizzo *
El desarrollo visual de las distintas etapas en la obra de Karina El Azem evidencia que durante un largo tiempo sus construcciones de carácter abstracto han tenido un papel central y que progresivamente ha ido incorporando elementos significantes y diferentes variables temáticas. Esta diversidad se ha puesto de manifiesto mediante el uso de distintos materiales, formatos y presentaciones. Conserva, sin embargo, un notorio hilo conductor enfocado en la realización de piezas seductoras y atractivas que utilizan esa atracción como elemento movilizador, es decir, como una línea disparadora de sentidos.
Iconografías religiosas, personajes populares, escenas de guerra, señalética contemporánea, el ornato en diferentes culturas –egipcia, musulmana, japonesa, entre muchas otras– e incluso el desarrollo visual del ornamento despojado de estilos reconocibles –como en las fachadas de las construcciones de clase media y baja de algunos de los barrios periféricos ubicados en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires– han provocado su interés. Los modos de expresión se han ido diversificando, se han reflejado en su obra y en cada etapa con piezas de indiscutible seducción; como resultado, sus producciones se han hecho rápidamente reconocibles e identificables. Lo más significativo en su trabajo reside, no obstante, en la manera eficaz de abordar los modelos de representación, que en cualquiera de sus formas comparten una perspectiva conceptual frecuentemente ligada a una diversidad de culturas y, con posterioridad, a lo social y a lo político. Aun en realizaciones ligadas fuertemente al ornamento, o en sus trabajos más recientes –los cuales presentan bucólicas escenas narrativas de clima enrarecido–, el orden de las ideas funciona como una construcción crítica que desliza una mirada analítica. Estos factores son a veces de lectura dificultosa, justamente porque no se perciben de manera literal y se encuentran atravesados por el atractivo que ofrece cada una de las piezas, incluso las que involucran representaciones vinculadas con lo político. De cierta manera, la metodología, para algunos, se torna polémica; es como si la belleza fuera tabú para el tratamiento de cuestiones sociales, sobre todo en las piezas que refieren a lo que se ha convertido en uno de sus ejes temáticos dominantes: la violencia.
Cargada de intención, tanto en imágenes donde aparece en forma directa como en obras en las que se manifiesta de manera más sutil, la saga de la violencia adquirió una importancia singular y se ha convertido en un tópico identificatorio de su trabajo, lo que ha disparado la visualidad de su producción a públicos muy variados y la ha proyectado a la escena internacional. Aparece Malvinas, también la guerra del Golfo. Con estas obras, producidas con municiones reales y cartuchos de bala de distintos calibres, entre otros puntos, invita a pensar acerca de las conductas y acontecimientos que hacen posible el desarrollo de los escenarios de poder a través de la fuerza, de la brutalidad y de la intimidación; advierte sobre los síntomas de malestar, cansancio y sumisión ante el totalitarismo y las atrocidades que tienen un papel central en nuestra historia moral reciente; revela preocupaciones comunes: un anclaje en la cotidianidad con el terror. También reflexiona sobre el sentimiento ambiguo de fascinación y temor que provoca la tenencia y el manejo de las armas, algo que en la actualidad se ha tornado un problema creciente, ya que es y será dificultoso llegar a un acuerdo consensuado. El tema alcanza dimensiones globales, y en su complejidad a todos los entramados sociales. El Azem adhiere a la denuncia de una realidad equívoca y frágil. La violencia no es exclusiva del siglo XXI, pero la diferencia con otras épocas radica en la tecnología; en el mundo actual, las decisiones de unos pocos pueden llevar el horror y la muerte a millones. Estas ideas aparecen a través de piezas perfeccionistas que perfectamente podrían ser emparentadas a algún objeto de elaborado diseño. Su belleza podrá seguir suscitando comentarios no exentos de ironía, pero el conjunto de obras remite a un arte ligado al pensamiento y no a construcciones pensadas como elementos de decoración, aunque eventualmente, en tanto de naturaleza visual, pudiera dárseles ese destino.
La artista siempre ha estado interesada en el ornamento y en la aparente necesidad de desarrollar entornos embellecidos, una característica común a todas las civilizaciones desde tiempos inmemoriales. Sus “modelos de casas” barriales, poco costosas, también muestran esa intención. Si bien con posibilidades limitadas, han sido “embellecidas”, tal vez con gusto dudoso, pero aun así ornamentadas. Reflexiona sobre ello pero, sin embargo, se aparta de la simple reivindicación de lo decorativo.
Es también reconocida su serie de intervenciones digitales y modelos reales trabajados en mostacilla de vidrio, que luego ha utilizado como patrones de repetición, elegidos no sólo por su sentido armónico y simetría, sino también por su vinculación a distintas culturas y a su legado histórico. Basadas de alguna manera en ideas relacionadas con la estética muralista, de acuerdo con la forma de montaje conforman distintas alineaciones. El acercamiento de su producción hacia la pintura, pero también hacia la arquitectura, tuvo su expansión hacia varias agrupaciones de obras. En esta línea de trabajo produjo algunos objetos mobiliarios. Composiciones ordenadas, muy exactas, cambian ante los ojos de los espectadores por la compleja combinación de colores que inte-ractúan, al generar flujos de formas que se acercan o se alejan u otorgan más o menos importancia a una zona que a otras. Situadas en un atractivo punto de tensión cromática, generan propuestas que mantienen su vigencia, en una exaltación de visualidad ornamental.
Más recientemente reitera, en algunas de sus realizaciones, la utilización de diversas medidas de municiones, pero la temática es otra. Compone una serie de paisajes de formato irregular que oscilan entre la escena idílica propia de algunas zonas de montaña –ciervos y osos, otros animales, diversidad de follajes–, en las que se percibe poco movimiento. En ellas se acerca al territorio de la ficción, porque de hecho la clave de las obras no se encuentra en lo “real”, sino en el clima, en su construcción, no exenta de ambigüedades y extrañezas. Remiten al objeto y también al cuadro. En una suerte de ensoñación, rescata proyecciones propias de un entorno infantil de evasión. Es una etapa de su obra más poética y más ligada a lo emocional. La composición es otro de sus ejes clave; en sus trabajos se han repetido otros intereses, como la variación de escalas y formatos.
Otras producciones actuales fueron realizadas con pintura color de tiempo (esa que reacciona y altera su tonalidad de acuerdo con el grado de humedad ambiental). Vuelve en ellas al espectro político, al tomar personajes de arraigo popular como Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte (Evita). Tal vez haya querido otorgarles un factor de cambio permanente o un componente emparentado con la intemporalidad, como las obras que, siendo las mismas, cambian su visualidad de acuerdo con los factores externos. Produjo también una lujosa Evita realizada enteramente en cuentas de color perla. Más austero, Perón aparece en tamaño real, con un aspecto relajado, equipado con gorro, traje y elementos de esquiar, quizás en una alegoría literal a quien supo esquivar velozmente tanto factores desfavorables a lo largo de sus ya míticos y polémicos años como líder, especialmente de los trabajadores y de los sectores más bajos de la escala social.
La producción de Karina El Azem, a través de su trayectoria –que no se percibe como lineal, pero cuyas motivaciones giran y se relacionan con los mismos temas–, ha revelado un conjunto de intereses variados, articulados en un corpus de obra que ha ido expandiendo la intención de abordar asuntos de interés público y que, a la vez, conserva inclinaciones hacia lo lúdico, sin abandonar en ninguno de los aspectos –algunos, aparentemente opuestos– el carácter experimental. Todo su trabajo podría ser concebido como una gran instalación mediante la unión de los ejes conceptuales que la componen, en una reflexión sobre hábitos visuales y rasgos transculturales, y una interrogación sobre el sentido de lo estético en nuestro entorno. (En el Centro Borges, Viamonte y San Martín, hasta el 30 de noviembre.)
* Curadora de la exposición. Texto del catálogo-libro editado para la muestra.
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