Martes, 17 de enero de 2006 | Hoy
PLASTICA › UN LIBRO SOBRE EL SABER Y EL PODER EN LA ETAPA COLONIAL
En el marco de una nueva colección de libros sobre arte y pensamiento, se publicó Ver, conocer, dominar, un ensayo de Marta Penhos en el que analiza la correlación y las tensiones entre esos tres ejes, en las postrimerías del período colonial, a fines del siglo XVIII.
Por Marta Penhos *
El libro trata de las relaciones entre los modos de ver, conocer y dominar el espacio sudamericano a fines del período colonial por parte de los españoles: en él se presentan imbricados una variedad de miradas sobre los territorios explorados, diferentes estrategias para acopiar y transmitir conocimiento sobre los mismos y las diversas prácticas de dominio que se ensayaron en ellos.
Modos de visualidad, conocimiento y dominio político son los ejes a partir de los cuales se analizan aquí los testimonios escritos y visuales de tres expediciones españolas al actual territorio argentino y sus fronteras, en un momento –el último tercio del siglo XVIII– en que adquirían especial relieve las necesidades de la corona española de reformular sus relaciones con las colonias americanas: la entrada al Gran Chaco comandada por Matorras en 1774, los viajes de Félix de Azara realizados entre 1782 y 1801 y la Expedición Malaspina (1789-1794). Modos de visualidad refiere a los elementos históricos y culturales que intervienen en el acto de ver y suponen selecciones y recortes de la masa de datos ópticos, puestos en relación aquí con las prácticas de acopio de conocimiento sobre el territorio sudamericano y con los mecanismos simbólicos y materiales de su dominio, por medio del análisis de sus representaciones escritas e icónicas.
El tema se vincula con un área de estudios muy amplia y transitada por especialistas como Antonello Gerbi (1993), Tzvetan Todorov (1991), Jean-Paul Duviols (1990), Peter Mason (1990, 1998), entre otros: las relaciones entre Europa y América, las miradas europeas sobre América y su incidencia en las propias miradas americanas. La “disputa del Nuevo Mundo” llevada a cabo en Europa desde los primeros contactos, la relación entre “nosotros y los otros”, el papel de los mitos en las concepciones europeas de América, la construcción de lugares y seres exóticos desde Occidente son el bajo continuo sobre el que se desarrollan las reflexiones que se recogen en este libro. Ellas se encuentran atravesadas por la preocupación que anima a los autores mencionados: la de desmontar los procedimientos mediante los cuales las representaciones –en nuestro caso las de Sudamérica en el período considerado– se han constituido como tales.
El contenido del libro se halla inserto además en otra temática fuertemente vinculada a la de las relaciones Europa-América: el viaje como experiencia clave de la adquisición de conocimiento y elemento constitutivo de las disciplinas científicas modernas. Y también retoma cuestiones que han sido objeto de nuestras investigaciones: las percepciones y valoraciones de los habitantes y del espacio de esta porción de América por parte de la sociedad blanca, tal como aparecen en representaciones textuales y plásticas, la construcción de un paisaje de la llanura en la literatura y el arte, la activación y resignificación de antiguos tópicos sobre el indio y el territorio americano en diferentes etapas desde el siglo XVI.
Es necesario considerar especialmente el problema del viaje en relación con este estudio. Los grandes viajes se encuentran ligados estrechamente al desarrollo de las ciencias en la modernidad. El hito de 1492 marca la aceleración del movimiento centrífugo que, desde el siglo XII, impulsaba a los europeos al resto del mundo. Los factores económicos, religiosos, políticos y científicos son parte de las tramas significativas de esos viajes, en los que la conquista, la conversión, la explotación y la clasificación e integración de territorios y personas a sistemas de conocimiento se desarrollaron durante largo tiempo como acciones sistemáticas. Durante el siglo XVIII se produce un notable impulso exploratorio, a favor de una multiplicidad de intereses desplegados por los Estados europeos, entre los que la indagación científica ocupa un lugar relevante y viene a imbricarse con los permanentes propósitos de dominio político y explotación económica.
Esta situación hay que vincularla con la creciente difusión, desde el siglo XVII, del modelo baconiano basado en la observación y la experimentación, que posibilitará la progresiva constitución de la historia natural como disciplina científica moderna y su afirmación como modelo para otras ciencias. En el siglo siguiente se produciría un fenómeno de circularidad en el que los viajes proporcionaron el material para el desarrollo de las disciplinas, mientras que algunas de ellas fueron incorporándolos como parte ineludible de su práctica científica. Los resultados de los viajes que los mismos estudiosos u otros habían realizado –restos arqueológicos, diarios, apuntes, mapas, dibujos– fueron la materia viva sobre la que se construyeron inventarios, clasificaciones e interpretaciones del mundo.
En este contexto, el desplazamiento en el espacio se vincula con la adquisición de conocimiento: el objeto a conocer está lejos y el viaje es la práctica que permite salvar esa distancia, aunque conservándola como condición sine qua non. Incluso la observación a través de lentes –microscopios y telescopios– que conocería un importante desarrollo a partir del seiscientos, puede pensarse como una operación paralela a la que habilitan los viajes, en el sentido de que acortan la distancia que separa al observador de lo observado.
La trabazón de intereses en torno del acopio de conocimiento científico y de datos para la optimización del dominio político sobre vastos territorios pautaron gran parte de las expediciones europeas a lo largo del siglo XVIII. Las comandadas por Cook, La Condamine, Bougainville y Malaspina, por nombrar sólo algunas de las más relevantes, fueron proyectos enraizados en la política de Estado, aunque llevaban como bandera el progreso del conocimiento científico. En la trama en la que se tejen los hilos del saber y el poder, la ciencia resultaba un medio útil para sostener la primacía de los Estados europeos más importantes sobre otras naciones, o el dominio sobre territorios coloniales, y se fue constituyendo en un poderoso instrumento ideológico cuya efectividad se basaba en los presupuestos de su asociación con el progreso y el bien común, y en su aséptica neutralidad.
En muchas de las expediciones dieciochescas, la necesidad de plasmar las observaciones realizadas llevó a un despliegue de representaciones: diarios de viaje, informes oficiales, bitácoras y otros testimonios escritos aparecen junto a mapas, planos, dibujos. Esta asociación de los dos niveles de registro, si bien puede remontarse a los libros medievales de maravillas siempre ricamente iluminados, adquiere nueva fuerza por el impulso de los estudios de historia natural y medicina, que desde el siglo XVII se acompañaron de exactas y minuciosas imágenes. El papel que se asignó a las imágenes en los viajes político-científicos, de registro fiel de lo vivido y observado, así como el poder que tradicionalmente se les adjudicaba en las sociedades del Antiguo Régimen, las sitúa en un lugar central que nos apela a interrogarlas en su carácter de representaciones privilegiadas de las relaciones entre visualidad, conocimiento y dominio que pretendemos reconstruir.
Los tres casos que se estudian en el libro, gracias a la cantidad y calidad de sus testimonios, brindan la posibilidad de desentrañar qué y cómo vieron los expedicionarios el espacio y los habitantes de Sudamérica, y qué y por qué dejaron plasmados ciertos aspectos en representaciones escritas y plásticas. Asimismo, cuál fue el papel de las imágenes en la adquisición y transmisión de conocimientos sobre el territorio sudamericano.
El libro se organiza en tres partes dedicadas al análisis de la entrada de Matorras, los viajes de Azara y la Expedición Malaspina. Esta organización supone una secuencia cronológica, a la vez que intenta mostrar adecuadamente las singularidades de la trama entre visualidades, conocimiento y dominio en cada caso estudiado. Permite además considerar los cruces y vinculaciones entre los mismos y en su correlación con los procesos históricos de los que formaron parte, buscando una aproximación rica de la problemática planteada.
El libro presenta un recorrido posible: es evidente que hay muchos otros en el terreno elegido, y también desvíos y ramificaciones a partir de él. El recorrido elegido abre una perspectiva de investigación que permite abordar imágenes de otras expediciones, incluso de épocas diferentes, en su cruce y confrontación con otros órdenes de representación, y estudiar una variedad de representaciones visuales relacionadas con los flujos y reflujos de ideas, creencias y actitudes entre Europa y América, y aun entre Europa y otros lugares del mundo.
Lo realizado hasta aquí supone un paso más en el camino del conocimiento de los modos de percibir nuestro territorio por parte de los viajeros españoles a finales del período colonial, de sus ideas políticas, sociales y económicas sobre cómo mejorar el dominio sobre él, de sus prácticas científicas, del papel que asignaron a las imágenes en este contexto. Pero también nos provee de datos acerca de sus propias expectativas y sus ilusiones y deseos, proyectados en el espacio vasto de la Sudamérica dieciochesca.
* Doctora en Historia y Teoría de las Artes de la UBA. Fragmento editado de la introducción de Ver, conocer, dominar - Imágenes de Sudamérica a fines del siglo XVIII (Ed. Siglo XXI). En la colección “Arte y pensamiento”, dirigida por Andre Giunta, se publicaron hasta ahora: Prosa política de León Ferrari; Cándido Portinari y el sentido social del arte, de Andre Giunta (comp.) y Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas 1950-1970, de Marta Traba.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.