Martes, 16 de febrero de 2010 | Hoy
PLASTICA › CIERRE DEL AÑO QUE CONMEMORO EL CENTENARIO DEL FUTURISMO
Con una muestra que la Fundación Proa prepara para el mes próximo concluye la celebración del centenario del primer manifiesto del movimiento. Pero hay aspectos del segundo viaje de Marinetti a la Argentina que siguen ignorados.
Por May Lorenzo Alcalá *
Cuando Filippo Tommaso Marinetti vuelve a la Argentina, en 1936, con motivo del XIV Congreso Internacional de los Pen Clubs (iniciado el 5 de septiembre), las circunstancias son muy diferentes de las de su primera gira por el Cono Sur, realizada en 1926: el período de las vanguardias históricas ha concluido, el futurismo como corriente está en franca decadencia y muy desprestigiado internacionalmente porque su pope lo ha puesto al servicio del fascismo, y las condiciones internacionales polarizan crecientemente las posiciones de los intelectuales frente a la política.
Tal vez por ello esta segunda visita ha quedado en las sombras: las discusiones en el seno del Congreso entre los delegados nacionalistas y los liberales sobre política, especialmente entre Marinetti y Jules Romains, de la representación francesa, ganaron una gran cobertura periodística y obnubilaron las otras cuestiones que, sin embargo, no estuvieron ausentes de la reunión o de los actos que se hicieron colateralmente. Porque Marinetti no sólo dio varias conferencias en múltiples espacios porteños –Radio El Mundo, Club Italiano, Circolo Italiano, Teatro Marconi, etc.–, sino que se desplazó a Mendoza y Montevideo.
Las charlas que dirigió a sus connacionales versaron generalmente sobre la guerra de Abisinia y su participación en ella, y las que diera al público en general fueron sobre la recientemente creada cocina futurista; ambos temas están estrechamente vinculados con el estado de la corriente para mediados de la década del ’30.
Como es sabido, desde sus orígenes, los futuristas hicieron exaltación de la guerra como método para depurar a la sociedad de los elementos pasatistas. Muchos de sus miembros, incluyendo al propio Marinetti y al argentino Juan Bay –llamado Giovanni en los documentos futuristas, de los que fue suscriptor a partir del segundo Manifiesto Técnico de Pintura Futurista, de 1911–, se alistaron y pelearon en la Primera Guerra Mundial, y en una acción ecuestre pero no bélica de esa contienda murió, prematuramente, el escultor Umberto Boccioni.
La llamada guerra de Abisinia se había producido pocos meses antes del Congreso y de ella también había participado Marinetti; como en otros casos, los postulados bélicos del futurismo se convirtieron en funcionales al fascismo, ya que Mu-ssolini intentaría, con la apropiación de esa posesión en el Cuerno de Africa, competir con los Aliados en el dominio del Mediterráneo. Según veremos, Marinetti también se alistó en las tropas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y los efectos de las inclemencias del frente ruso terminarían por minar su salud.
Pero este tema, que apelaba al exitismo militar y al sentimiento nacionalista de los italianos, podía no ser interesante para los argentinos, por lo que frente a ellos Marinetti teorizaba sobre su cocina futurista, que daba al traste con todas las tradiciones culinarias italianas y mediterráneas. Para hacerse una idea de la propuesta, baste mencionar que la pieza fundamental del menú era la carneplástico, una especie de albóndiga cilíndrica de carne que guardaba en su interior una variedad de once verduras cocidas; dicho cilindro debía colocarse verticalmente en el plato cubierto de una capa de miel, un aro de salchicha que sostiene la albóndiga, todo ello apoyado en tres esferas de carne de pollo.
Más allá de la ironía que representa este plato con reminiscencias anticipadas de la hoy llamada cocina de autor, es oportuno recordar que la cocina futurista había surgido en 1931, después del fracaso de la Aeropintura (1929) como alternativa a la Reconstrucción Futurista del Universo (1915), de Balla y Fortunato Depero. Esta última iniciativa había derivado en la Casa Mágica Futurista (1919-1923) del segundo, que sí logró el notable efecto de extender las propuestas de la corriente a la vida cotidiana: diseño y decoración; diseño gráfico, escenografías, etcétera.
Marinetti intentaba retomar el liderazgo que, aunque nunca le fue discutido formalmente, evidenciaba un fuerte deterioro real. Primero, como era su costumbre, dio un Manifesto della Cuscina Futurista en el restaurante Penna d’Oca, de Milán, y el 21 de enero de 1931 realizaría el primer banquete de la nueva gastronomía, en la taberna Santopalato, de Turín; contemporáneamente, publica el libro correspondiente (en castellano, La cocina futurista, Gedisa, Barcelona, 1981).
Desde París, Alejo Carpentier había publicado, en la revista Carteles de abril de 1931, una crítica de este nuevo intento marinettiano, en la que hace algunas reflexiones aplicables al hecho de que el pope se viera en la necesidad de utilizar la cocina futurista como única novedad a ser presentada a los auditorios del Cono Sur, en 1936. Visto con perspectiva estética que el cubano no podía tener, efectivamente el futurismo ya estaba desangrado por haber pasado sus líquidos vitales a otros movimientos, es decir por haber cedido sus banderas.
Como dijimos, pese a que los debates en el seno del Congreso (Discursos y Debates del XIV Congreso Internacional de los P.E.N. Clubs, Buenos Aires, 1937) se vieron contaminados por la situación internacional, Marinetti encontró dos oportunidades para introducir definiciones futuristas. La primera fue contra Victoria Ocampo, quien utilizó términos elusivos para evitar confrontaciones prematuras al abordar el tema del lector común, lo que dio pie a Marinetti para llamarla, con otras palabras, populista y señora de su casa. Filippo Tommaso declara, además: “Si yo quiero publicar un poema novedoso, original, futurista, me dirijo solamente a una minoría”. La segunda fue habilitada por la delegada de la India, Sofía Wadia –en realidad, era peruana–, que defendió los valores culturales y la espiritualidad de su país de adopción. Erotismo, presente en las propuestas futuristas desde la novela Mafarka (1909), y maquinismo, sustento ideológico desde la génesis de la corriente, son planteados con energía por Marinetti para contradecir a la mencionada.
“(...) Lo divino es a menudo fruto de la vida bajo la forma de la potencia creadora artística o científica –dice Marinetti–, bajo forma del espíritu revolucionario de la alegría ingenua de la poesía, de arte, de todas las artes y bajo la forma de los desbordes fisiológicos, naturalmente de la ternura, de la voluptuosidad, de la voluntad de poderío del maquinismo.” Y sobre este último agrega: “Maquinismo liberador, velocidad, que suspende los corazones y los espíritus, acorta la tierra y las distancia, dándonos el placer de encontrar gentes inteligentes, cosa imposible si la velocidad no existiera”, teniendo la evidencia incontrastable de sus asertos, ya que muchos de los delegados al Congreso habían llegado al lejano Cono Sur gracias a los recientemente habilitados vuelos transoceánicos de Panagra.
Pero la cuestión más secreta del viaje de Marinetti a la Argentina en 1936, porque ni siquiera ha sido sugerida en la bibliografía italiana sobre futurismo, es que casi con absoluta seguridad –a menos que exista material inédito, lo que es altamente improbable– durante su transcurso el pope escribió su última novela.
Como no era su costumbre, Marinetti hizo este viaje solo y Benedetta, su mujer, que no estaba bien de salud y temió que la travesía la empeorara, se quedó en Italia; por esa razón, en el Archivo Marinetti de la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale existe una correspondencia entre ambos cónyuges que ha permanecido virgen debido a su carácter casi exclusivamente amoroso –con membretes del buque “Neptunia”, en el que viajó desde Trieste, con escalas en Brasil y Uruguay, y del City Hotel de Buenos Aires, donde se alojó, todas sin fecha–.
Sin embargo, hay por lo menos dos misivas sumamente esclarecedoras; en una, despachada en Porto Alegre y con membrete del barco, dice que ha conseguido trabajar disciplinadamente seis horas diarias durante la travesía y en otra, remitida desde Buenos Aires, que gracias a esa tenacidad ha terminado la novela. Aunque no menciona el título, debe considerarse que se trata de Patriotismo insecticida (Mondadori, Milano, 1939) que, aunque recién se publicaría tres años después, es la única novela dada a conocer con posterioridad al viaje, alternada con tres poemarios.
Como se dijo, Marinetti moriría en 1944, por secuelas dejadas por su participación en las tropas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que el viaje a la Argentina de 1936 se convierte en una suerte de despedida de la militancia/agitación y de la creación literario/narrativa.
* Escritora y diplomática. Autora de La esquiva huella del futurismo en el Río de la Plata. Patricia Rizzo Editora, Buenos Aires, 2009.
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