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Martes, 7 de diciembre de 2010

PLASTICA › LA PRáCTICA ARTíSTICA VISTA COMO UNA OPERACIóN ENCUBIERTA

Sobre la agenda secreta del arte

Historias secretas del arte, resistencia política de los artistas, falsificaciones, ficciones, espionaje, relecturas. El Museo Tamayo de México DF presenta a doce artistas en la muestra Un lugar fuera de la historia.

 Por Fabián Lebenglik

Desde México DF

El Museo Tamayo presenta en estos días y hasta el 6 de marzo la exposición Un lugar fuera de la historia, muestra colectiva con obra de Francis Alÿs (Bélgica, 1959. Vive en México), Olivier Debroise (Jerusalén, 1952-México, 2008), Harun Farocki (Checo alemán, 1944), Jill Magid (Estados Unidos, 1973), Domingo Malagón Alea (Madrid, 1916), Han van Meegeren (Países Bajos, 1889-1947), Tina Modotti (Italia, 1896-México, 1942), Melvin Moti (Rotterdam, 1977), Museum of American Art (MoAA, de Berlín), Simon Starling (Reino Unido, 1967. Vive en Glasgow y Berlín), Hito Steyerl (Munich, 1966) y Nedko Solakov (Bulgaria, 1957). La exposición trata sobre aspectos secretos, legendarios, ficcionales, de resistencia política, a través de diversos personajes e instituciones históricos como Tina Modotti, Domingo Malagón Alea, Anthony Blunt, Han van Meegeren, el Museo del Ermitage en San Petersburgo y el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, entre otros. Según las curadoras Magalí Arriola y Magnolia de la Garza, curadora en jefe y curadora asociada del Museo Tamayo, respectivamente, “las operaciones encubiertas y agendas veladas en las que participaron dichos protagonistas ponen en juego conceptos como los de identidad y autoría, autenticidad y falsificación, gloria e infamia, evidenciando las convergencias y los desfases entre práctica artística y actividad política, tanto como herramienta para el activismo y la resistencia, así como la instrumentalización de una historia que a veces parece escrita de antemano. La exposición se perfila como una tribuna o escenario donde convergen una serie de relatos en los que las identidades falsas, las agendas secretas, las versiones oficiales y las verdades a medias han jugado un papel activo, aunque casi siempre tras bambalinas, en la definición de determinados escenarios y movimientos políticos. Al delatar una serie de coincidencias históricas y divergencias ideológicas, sus reconstrucciones narrativas y restituciones mediáticas han logrado desdibujar las fronteras entre el adentro y el afuera de la historia, entre lo ficticio y lo real”.

Como cada obra tiene una gran complejidad, sólo tomaremos algunas para intentar explicar su sentido y dar una idea del contenido de la exposición.

Respite (que puede traducirse como “respiro” o “aplazamiento”), de Harun Farocki, es una película en blanco y negro y muda, de 20 minutos, realizada en 2007. El film es el resultado de un brillante trabajo de montaje y subtitulado con las escenas rescatadas de un documental inconcluso, originalmente encargado en 1944 por el comandante del campo de concentración holandés Westerbork, que desde 1942 funcionaba como un “campo de tránsito”. Farocki exhumó las tomas de 1944 del fotógrafo Rudolph Breslauer y reconstruyó a su manera el encargo, como una película corporativa, que pretende dar cuenta de las supuestas bondades de ese campo, en donde no se mataba a nadie, pero se los enviaba a la muerte en tren, que partían todos los martes hacia los campos de exterminio. Las escenas originales buscan mostrar la eficiencia y el trabajo obrero (industrial y agropecuario) de los prisioneros. El comandante encargó la película porque temía que el campo se cerrara y él fuera trasladado a otro destino.

Entre el material encontrado y utilizado por Farocki, hay imágenes ominosamente reveladoras: se había creado un logo corporativo del campo, en el que, dentro de un círculo, se ve el perfil de un edificio fabril con una larga chimenea humeante; también se muestran cuadros sinópticos, donde se esquematiza con flechas, líneas, “entradas” y “salidas”, una serie de cifras rigurosamente contabilizadas. Lo escalofriante de esta sinopsis es que los números se refieren a las personas que “entraban”, “producían” y un tiempo después “salían” (deportadas) en trenes para ganado, hacia los campos de exterminio de Auschwitz o Bergen Belsen, entre otros.

El film muestra gran cantidad de secuencias muy impresionantes y poco difundidas, en las que se exhiben las actividades recreativas y artísticas de los prisioneros: teatro, music hall, orquestas, ensayos, bailes, gimnasia artística, etc. Allí los prisioneros se muestran contentos porque podían ejercer sus habilidades, virtuosismos y artes. Todo estaba organizado como para hacerles creer a los internos, por un tiempo siempre breve, que no sucedería lo que finalmente sucedió. La historia luego demostró que desde el “bondadoso” campo de Westerbork (una antecámara de la muerte) fueron enviadas cien mil personas al exterminio. El film se transforma en una impactante y poco común denuncia con imágenes supuestamente apacibles y felices, que se sobreimprimen con las otras imágenes, esas que todos tenemos en la cabeza y que nos permiten saber lo que pasaba al mismo tiempo en otros campos, adonde finalmente se enviaría a todos los prisioneros de Westerbork.

Otro de los artistas incluidos es Han van Meegeren, quien en 1945, poco después del fin de la guerra, fue acusado de saquear el patrimonio holandés para beneficiar a jerarcas nazis, al hallarse en poder de Goering la obra Cristo y la mujer adúltera, atribuida a Vermeer. Ante la posibilidad de la pena de muerte, Van Meegeren reconoció haber falsificado aquélla y muchas otras obras. Lo increíble del personaje es que durante el juicio, para disipar toda duda, pintó una nueva obra del siglo XVII a la vista del jurado y el público.

Van Meegeren se dedicó a la falsificación luego de considerar que había fracasado como artista. Y vendió muy bien sus propias versiones de los maestros holandeses del siglo XVII. Más de una de sus pinturas fueron atribuidas a Vermeer. Más tarde el pintor modificó su estrategia y comenzó a pintar un conjunto de telas para completar la obra de Vermeer con cuadros de cierto período religioso que algunos especialistas aseguraban existía en la obra de maestro holandés. Entre estos cuadros pintó aquel que luego le vendió al jerarca nazi Herman Goering. Gracias a su confesión, Van Meegeren (que murió poco después del juicio) fue absuelto de colaborar con los nazis, pero se lo acusó de falsificación. De él se muestran sus pinturas falsas, fotografías y documentos del juicio.

Un video conmovedor es el de Melvin Moti, quien evoca una situación histórica. En 1943, cuando se había trasladado por cuestiones de seguridad todo el patrimonio del Museo Ermitage, el joven especialista Pavel Gubchevsky, como muestra de agradecimiento a los camaradas soldados que protegieron el museo, hizo una visita guiada, llena de descripciones detalladas y eruditas y comentarios entretenidos, ante los espacios vacíos en los que habían estado los cuadros. Así, con una amorosa memoria por el arte que parece infinita, el guía describe, cuenta y explica cada obra de arte ausente. En el video de Moti, que al comienzo muestra una sala oscura con puertas-ventanas al exterior, durante buena parte de su duración, exhibe una imagen que, como las pinturas del Ermitage, está también ausente (es negra) y solo se oye una banda de sonido muy fiel, que reproduce las explicaciones del guía, el sonido ambiental y las reacciones de los soldados.

El servicio secreto de los Países Bajos encargó en 2004 a la artista Jill Magid la realización de una obra que mostrara el rostro humano de los espías holandeses, para contrastarlo con los malos de la CIA, el “lado humano” de la institución. Durante los tres años siguientes la artista se reunió con los espías que aceptaron ser entrevistados pero manteniendo oculta su identidad, incluso para ella. Entre las distintas formas que fue tomando el proyecto, Magid escribió la novela Becoming Tarden. El libro, que podría traducirse como Convertirse en Tarden, remite a un personaje de Jerzy Kosinski, un agente encubierto que se hacía pasar por empresario, burócrata, artista o escritor. El servicio secreto no estuvo conforme con la novela y censuró buena parte del manuscrito. Magid, que expuso el libro censurado dentro de una vitrina en la Tate Modern de Londres, sólo conservó el prólogo y el epílogo de la novela como módicos restos ahora exhibidos en esta muestra.

Una de las obras de Simon Starling que integran la exposición es un collage que resulta de un proceso de realización que duró dos años y concluyó con Infestation Piece (Musselled Moore), proyecto que condensa en una escultura dos historias aparentemente sin relación entre sí y que evocan una trama de tensión entre la política de la historia del arte y la medioambiental.

Para Starling, Henry Moore fue un arista cuya concepción de la modernidad era provinciana, pero eso no quita que fuera el primer artista británico en tener una carrera internacional. Por otro lado, la historia se enriquece con otro personaje: Anthony Blunt, historiador del arte y doble espía (trabajó para el servicio secreto inglés y para el servicio secreto soviético, KGB). Blunt consiguió asesorar a la Art Gallery of Toronto (AGT) desde 1947. Y en 1954 propuso que la obra de Moore Warrior with Shield (Guerrero con escudo), fuera comprada por la AGT. La figura, de tamaño natural, surgió de la forma de un guijarro que Moore encontró en la playa en 1952. Pero resultó ser una adquisición polémica para la colección, lo mismo que otra obra de Moore (Three Way Piece Nº 2; Archer) que la ciudad de Toronto adquirió en 1966 para una plaza y que provocó protestas nacionalistas entre los artistas locales.

Para la Infestation Piece, una reproducción en acero del guerrero de Moore, Starling sumergió la pieza en el Lago Ontario durante un año y medio. Durante ese período, una proliferante colonia de mejillones cebra se adosó a la escultura. Así, la obra toma la historia de la introducción de Moore en Toronto y la relaciona con la introducción y plaga en los Grandes Lagos del mejillón cebra (pequeños “guerreros” rayados), originario de los lagos del sudeste de Rusia que llegaron a través de los buques mercantes del Mar Negro a mediados de 1980, transformando radicalmente el ecosistema. Una obra elocuente que habla, entre otras cosas, de invasiones, políticas del arte, espionaje, ingleses, rusos, historia...

Collage de Starling.

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Han van Meegeren, el pintor que engañó al jerarca nazi Goering.
 
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