Miércoles, 29 de marzo de 2006 | Hoy
PLASTICA › MUESTRA SOBRE REMBRANDT A 400 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Acompañando los festejos mundiales, Bellas Artes exhibe sus obras y completa un panorama de la pintura del siglo XVII.
Se retrató como un joven expectante en 1629. Feliz junto a la mujer que amaba en el momento de casarse. Como un hombre maduro y satisfecho en 1635. Triste y fatigado en 1660. Rembrandt Harmenszoon Van Rijn, uno de los grandes pintores de la historia occidental, nació en Leiden el 15 de julio de 1606 y falleció el 4 de octubre de 1669. Fue un intérprete excepcional de la naturaleza humana y un maestro de la técnica, no sólo pictórica sino también del dibujo y del grabado. En el marco de los festejos mundiales organizados en diferentes ciudades por los 400 años del nacimiento del pintor, el Museo de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473) inaugura hoy a las 19 una muestra para exhibir la riqueza y variedad del arte holandés, que se podrá visitar de martes a domingo hasta las 19.30. La muestra contará con algunas de sus obras, un pasaje por numerosas pinturas de maestros holandeses del Siglo de Oro y una exhibición de material de artistas argentinos contemporáneos utilizando como base las técnicas del pintor.
Durante el siglo XVII la prosperidad de los Países Bajos fue bien reflejada por los artistas a través de géneros y técnicas diversas que respondían al Barroco dominante en Europa y que, en Holanda, adoptó como característica distintiva la descripción realista acorde con el gusto burgués. La exposición del museo muestra estas características dividiendo la exhibición en siete núcleos. En los primeros seis, se reúnen piezas producidas en su mayoría en el Siglo de Oro. Y en el séptimo se incorporan las realizadas a fines del siglo XIX y comienzos del XX, que evidencian la continuación de la tradición, como es el caso de Van Gogh.
La temática principal de las obras son paisajes y costumbres, géneros por entonces muy solicitados, donde los artistas “miran” y describen con minuciosidad el entorno que los rodea, la vida cotidiana y sus personajes, lejos de toda representación idealizada. Sumado a esto habrá un novedoso homenaje titulado Rembrandt examinado. Una exposición multidisciplinaria organizada por Marjan Groothuis y Julio Sánchez para celebrar los 400 años del nacimiento del genial pintor holandés. Los diecisiete artistas seleccionados han examinado parte de la obra de Rembrandt desde los retratos, el uso de la luz, las técnicas pictóricas o de grabado, la temática costumbrista, las escenas bíblicas y los paisajes. Estas obras tratan de mostrar cómo las diferencias culturales, geográficas o históricas entre los Países Bajos y la Argentina no representan un obstáculo para que el espíritu del artista siga vivo en varias generaciones de artistas locales, tal como se evidencia en la diversidad de edades, formaciones y soportes utilizados para las obras.
La obra del artista holandés produjo un gran impacto en sus contemporáneos e influyó en el estilo de muchos artistas posteriores. Quizá la expansión de sus técnicas se debió a sus talleres de arte a los que concurrían numerosos alumnos. Rembrandt los guiaba por el camino de las luces y la expresión, características que debían asumir los aprendices a través de copias incesantes de su obra, dibujos y pintura al natural. En el taller, donde todos trabajaban, se aceptaban encargos y la producción era vendida en el mercado del arte del momento. Las más de 600 obras catalogadas años después como Rembrandt salieron de allí, aunque sólo unas 300 fueron pintadas por él. Todas llevaban la firma de la casa, la suya.
En 1632 el pintor holandés de 26 años firmó por primera vez uno de sus cuadros, Lección de anatomía del doctor Nicolaas Tulp, sólo con su nombre. Ese audaz acto, hasta el momento, estaba sólo reservado para genios reconocidos como Miguel Angel o Leonardo. El hijo de un molinero comenzaba su dolorosa carrera hacia la gloria. Un viaje plagado de desgracias personales, fama, ruina, olvido y confusión sobre la autoría de sus lienzos. Vicent van Gogh, al hablar de él, comentaba: “No se puede contemplar un Rembrandt sin creer en Dios”, como si en sus cuadros apresara un cierto sentido de religiosidad.
La vida lo trató cruelmente: vio morir a su mujer y a sus tres hijos pequeños. Perseguido por las deudas, debió vender su casa y su valiosa colección de arte por monedas. Olvidado y en la miseria, murió a los 63 años y su entierro fue pagado por la caridad pública. Muchos años después sus cuadros alcanzan precios astronómicos. Entre éstos, se encuentran numerosos autorretratos donde se puede leer su vida, desde la radiante juventud hasta el triste final. Su última obra es un autorretrato que lleva la fecha del año en que el maestro murió. Mientras en las primeras obras la vida está representada mediante la brillantez de los colores, las obras del último decenio se distinguen por los tonos plenos y suntuosos, aquí la tonalidad apagada del conjunto expresa conclusión y serenidad.
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