Martes, 28 de junio de 2011 | Hoy
PLASTICA › PIERRICK SORIN EN EL MUSEO DE ARTE MODERNO DE BUENOS AIRES
Quince de los imperdibles teatros ópticos, cortos y video-instalaciones del artista francés se exhiben en estos días en el reciclado Museo de Arte Moderno porteño, en San Telmo.
Por Fabián Lebenglik
En su crítica, corrosiva y desopilante, sobre el estado y funcionamiento del mundo (incluido el mundo del arte), el artista francés Pierrick Sorin (P. S.) –protagonista casi excluyente de sus videos, teatros ópticos y videoinstalaciones– al mismo tiempo que se burla de un modo feroz e hilarante de casi todas las convenciones e instituciones, homenajea a Chaplin, Buster Keaton, Mack Sennett, Jacques Tati, Pierre Richard y Mr. Bean, entre otros grandes cómicos del cine.
Sorin pone el acento en cuestiones existenciales sobre las que también reflexionaban aquellos geniales cineastas, autores y actores. En las obras de P. S. se llega por el camino del humor al desarreglo absurdo entre la vida y el mundo, lo que concluye en una crítica radical de las rutinas burguesas y del mundo del trabajo:
Junto con estas citas, influencias y homenajes, también está presente la huella de un artista contemporáneo fundamental, como el norteamericano Bruce Nauman. Otro homenaje: a Daniel Buren.
En estos días, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en cooperación con la Embajada de Francia, presenta quince importantes obras de este gran artista, en el marco de Tándem París-Buenos Aires.
Nacido en Nantes en 1960, P. S. realiza videos, cortometrajes y dispositivos visuales en los que de un modo muy lúcido y crítico reflexiona sobre la vida, las instituciones, el cine, las artes visuales, la televisión, la ópera, la música, etcétera. Tengan uno o muchos actores, casi siempre él es el absurdo y ridículo protagonista de sus realizaciones. En sus proyecciones y aparatos siempre juega con el lenguaje del cine y el video con enorme destreza e inventiva.
Un tipo de obra característica de su producción es aquella en que una combinación de proyecciones, espejos y mecanismos varios funcionan al modo de “teatros ópticos”. Así, en piezas como su Título variable Nº 2 (1999), la proyección de un Sorin torpemente acrobático, corre y hace equilibrio sobre la superficie de un disco del que está todo el tiempo a punto de caerse mientras gira en un viejo tocadiscos.
Además de sus videoinstalaciones también realizó películas para televisión, videoclips y dos largometrajes. Sorin, que participó de la Bienal de Venecias en 1993 y de la Bienal de San Pablo en 1998, expuso su obra en varios de los más importantes museos, fundaciones y galerías internacionales, como el Museo CAPC de Bordeaux (Francia), Site Santa Fe (EE.UU.), Fundación Cartier y Centre Georges Pompidou, de París; la Tate Gallery de Londres, el Museo Guggenheim de Nueva York y el Museo Metropolitano de Fotografía de Tokio.
Del mismo modo que Sorin registra la influencia de ciertos autores, también hay géneros televisivos y cinematográficos cuyos tics asimila y parodia en estos teatritos, videoinstalaciones y videoperfomances: el vaudeville, el noticiero, el documental, el cine porno, el cine amateur, el cine de autor, el videoclip musical, el video hogareño, etcétera.
En Pierrick Sorin la autorreferencia es tan obsesiva y desbordante que el narcisismo cae por ridículo y su multiplicidad se neutraliza. P. S. se excede y desdobla al infinito mediante los mecanismos de la ficción (como cuando hace el rol de su supuesto hermano Jean Loup) o como efecto de la omnipresencia del autorretrato (del que se ve una gran instalación en la muestra, donde se evoca en clave paródica una cotidianidad asfixiante). Siempre hay uno o más personajes psicológicamente borders, que pasan de la paranoia a la esquizofrenia y de ahí al solipsismo.
En sus apariciones, el autor/actor pasa del ridículo a la abyección y de ahí a la violencia –contenida o manifiesta–, por medio de distintos mecanismos. Así, las secuencias van de la ingenuidad a la sordidez a través de una comicidad desbordante que por vía del descontrol físico, la repetición, el contraste entre voz en off e imagen, la aceleración de la escena, etc., resulta reveladora de situaciones depresivas, muchas veces al límite de la locura.
En sus obras, Sorin recupera los gags del actor acróbata del cine mudo, pero esa matriz hiperquinética se combina con otra, más frecuente: la del personaje impasible y abúlico que avanza para combatir el tedio hacia las situaciones más absurdas y sigue hasta las últimas consecuencias o hasta la repetición sin fin.
Sorin siempre provoca risa, pero esa risa es el gesto inicial y estentóreo de algo más profundo y enrarecido, de matriz trágica.
Las obras de Pierrick Sorin remiten obsesivamente a un profundo escepticismo respecto del mundo del arte y del valor de los objetos que son clasificados como “artísticos” (sus personajes se preguntan por el arte y lo artístico). Pero sus dudas van más allá y abarcan toda actividad humana. De ahí viene su continuo autorrepliegue hasta el paroxismo de los desdoblamientos, multiplicaciones y clones que todo lo extreman y tensan hacia el absurdo.
* En el Mamba, San Juan 350, hasta el 24 de julio.
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