Transcurría el año 1985 y por invitación de Víctor Quiroga fuimos llegando a la ciudad de Tucumán para iniciar un recorrido por pueblitos de los Valles Calchaquíes. En esa oportunidad nos conocimos con Oscar “el Negro” Páez, Mario Grinberg, Roque Fraticelli (los tres cordobeses), Daniela Jozami (de Santiago del Estero), Manuela Rasjido y Enrique Salvatierra (de Catamarca) y quien esto escribe, correntino. Fue un mes de recorrida y desde esa experiencia el Negro Páez y yo no nos separamos más, nos hermanamos, en la profesión y en el afecto.

Aunque yo residía en Buenos Aires, fui afortunado en poder verlos a todos ellos con asiduidad. Oscar Páez fue quien más vueltas dio por las galerías de acá y de allá. Vino muchas veces a Buenos Aires y con él fue con quien más encuentros compartí. Descubrí en Oscar a un ser humano excepcional, honesto, sincero, apasionado, virtuoso en el cultivo de la amistad, sensible, de nobles sentimientos y un gran artista.

Entre inauguraciones, premios, reuniones y proyectos, sin terminar estudios académicos, inventó su propio lenguaje, con perseverancia, trabajo y actitud: armó su imagen, su modo personal, su estilo de decir y qué decir. A 25 años de aquel fresco encuentro en los Valles, el jueves pasado nos volvimos a reunir los amigos, pero en su ciudad natal, Córdoba, para saludarlo una vez más –no a despedirlo–, porque seguirá estando con nosotros, con la familia grande de artistas y amigos. Con Rubén Mena, Roque Fraticelli, Pablo Baena, Res, Marcos López, Mario Grinberg, Susana Pérez, Boyo Quintana, María Finochietti, Nina Molina, Oscar Suárez, Walter Páez, Juan Longhini, Leo Herrera, Julio “Cachi” Fabre, Jorge “Tato” Ferral, Fabián Liguori, Fernando Allievi, Pablo Scheibengraf y muchos más. Varios de los nombrados, incluido el Negro Páez, forman parte de una de las fotos más conocidas de Marcos López, en donde un asado en Mendiolaza, hace una década, evocaba la bíblica última cena. Querido Oscar, hasta la próxima muestra.

* Artista plástico correntino residente en Buenos Aires. Testimonio ofrecido por la muerte de Oscar Páez (1953-2011) a causa de un infarto.