Martes, 13 de septiembre de 2011 | Hoy
PLASTICA › CAROLINA ANTONIADIS, IRENE BANCHERO, LEO BATTISTELLI Y TULIO DE SAGASTIZáBAL ITINERARIOS Y SUPERFICIES POR CUATRO
Acaban de inaugurarse cuatro exposiciones de cuatro artistas muy diferentes cuyas obras exhiben aspectos decorativos aunque fuera de toda superficialidad. Un recorrido de evocaciones, gozo, melancolía, contexto.
Por Fabián Lebenglik
Cuatro de las muestras inauguradas la semana pasada –de Carolina Antoniadis, Irene Banchero, Leo Battistelli y Tulio de Sagastizábal– están ligadas a lo decorativo. En las cuatro, la superficie –de las pinturas, objetos e instalaciones– no es índice de superficialidad sino que allí se develan de distinto modo (en un arco que pasa por lo melancólico o lo gozoso, lo evocativo) cuestiones profundas y reveladoras, tanto de la propia obra como de aspectos biográficos y contextuales.
La muestra de Carolina Antoniadis propone un mundo propio en donde lo ornamental constituye el principio constructivo. Aquí lo decorativo se vuelve barroco y obsede a las obras y se mete hasta en la trama de cada uno de las variadas piezas de la artista. En sus cuadros, el patrón reticular (que también se vuelve una red de sentido) junto con la yuxtaposición de formas coloreadas enlaza figuras y fondos en un continuo donde la mirada del espectador oscila entre el color y las formas de los objetos y proyecta perspectivas que la artista disimula con virtuosismo. “Sus obras –escribe el curador francés Philippe Cyroulnik–, bañadas en la luz tenue de una melancolía que da forma a las figuras, los objetos y los motivos de un mundo perdido.” Ese mundo perdido, ese pasado presente en la evocación, incide en la particular construcción del espacio que aparece y desaparece de las obras, según dónde haga foco el ojo del que mira. “Vale recordar –sigue P. C.– la deuda que ella reivindica hacia Matisse, por su apetencia de formalizar las figuras y hacia Klimt, por su capacidad de disolver la figura en el motivo decorativo y viceversa.”
* En la galería Del Infinito, avenida Quintana 325, planta baja, hasta el 15 de octubre.
En su exposición, Ecuador, Irene Banchero presenta un refinado conjunto de piezas cuyas formas evocan juguetes, caparazones, continentes variados, realizados delicada y obsesivamente con segmentos de colores superpuestos. La serialidad de los segmentos produce un efecto de infinitud que la artista explota con lucidez colocando estratégicamente espejos, de modo que las formas (por ejemplo las sugeridamente helicoidales) se continúan en su reflejo.
El montaje genera un contexto perfecto para estos objetos, exhibidos y colocados con una precisión tal que todo se mueve entre el cálculo y la casualidad. El humor de las piezas, del montaje y de los colores nunca deja que el lenguaje visual de la artista se vuelva retórico.
Tal como anuncia el texto de presentación de la muestra, se trata de “piezas que evocan formas lúdicas, orgánicas o arquitectónicas y se presentan azarosamente ordenadas, como la escena del juego que deja un niño al irse, como caracoles en la arena cuando el mar se retira, o como restos de ruinas de una antigua civilización en Medio Oriente”.
* En la galería Van Riel, Juncal 790, hasta el 7 de octubre.
Leo Battistelli presenta Dádiva, un extenso conjunto de piezas de porcelana que evocan en clave su vida en Petrópolis y Río de Janeiro, donde vive y trabaja desde hace unos años. Las múltiples citas al paisaje, al color, al sincretismo religioso, a la mezcla de culturas, al mar; los homenajes (a la tradición brasileña y portuguesa; a artistas como Lucio Fontana, por ejemplo), son constantes y van dando cuenta no sólo de un lugar (o de un cruce de lugares) sino también de los itinerarios del propio artista. Según explica la poeta e investigadora brasileña Camila Do Valle, “una dádiva, una ofrenda a los Orixás, sugiere un eslabón con lo trascendente, lo simbólico de una identidad, que pide o agradece algo. Una dádiva entre semejantes intenta cambiar, profundizar, rediseñar, elaborar de alguna forma el lazo que une al donador y al receptor. Se cambian los criterios de color y de forma: la magia en la obra de Leo Battistelli permanece. El adopta y es adoptado por el nuevo territorio y por el nuevo lenguaje que habita”.
* En la Galería GC, Esmeralda 978, hasta fin de octubre.
Por su parte, Tulio de Sagastizábal reúne en su muestra Pinturas y apuntes (1999-2011) un extenso conjunto de obras muy diferentes que exhiben una respiración gozosa, entre lo geométrico y lo orgánico, como si cada una de las piezas presentadas constituyera un pequeño sistema autosuficiente (a veces despojado, otras veces laberíntico). Las que más se acercan a lo ornamental son aquellas cuya trama revela juegos ópticos (como, por ejemplo, Celosía) o, por contraste, las que contienen menor cantidad de formas y figuras (Polifemo).
El pintor busca, según dice, una “supuesta constante en su producción, en la propia lectura de los mecanismos de trabajo: que no hay ninguna predilección por figuras particulares de la narración visual, sino que todo el esfuerzo y el placer están puestos en el entusiasmo que provoca el gesto de pintar y el descubrimiento constante”. En este sentido, según puede verse en el conjunto de obras, si hay una constante es precisamente suspender toda prevención, todo prejuicio, para dejar que avance el saber propio de la práctica pictórica. “Así –confiesa–, al confrontar algunos de esos recorridos realizados en estos años previos, vuelvo a presentir el fantasma de un anuncio clarividente que no termina de producirse. Querer saber hacia dónde vamos, querer tener una certeza definitiva de nuestros aciertos y aproximaciones es como querer reconocer el final del camino antes de haberlo recorrido. Tal vez entonces sólo se trate de estar más atentos a los que susurran nuestras propias imágenes, que con tanto descuido parecen poder entregarse a una felicidad que nos es renuente en el día a día.”
* En la galería Palatina, Arroyo 821, hasta el 26 de septiembre.
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