Martes, 10 de julio de 2012 | Hoy
PLASTICA › ARTE CINéTICO EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES
El MNBA inauguró una gran muestra de arte cinético, con la
que completa un ciclo de dos años en que el foco se puso en el arte argentino del siglo XX y el acervo del Museo.
Por Fabián Lebenglik
Un modo posible de pensar el arte es en términos de las disputas estéticas por imponer miradas: en este sentido, el arte cinético estableció claramente un modo de mirar el mundo. Esto resulta notorio en la exposición que el Museo Nacional de Bellas Artes presenta en estos días: Real/Virtual. Arte cinético argentino en los años sesenta, curada por María José Herrera.
La muestra completa un ciclo en el que, según destaca el director del Museo, Guillermo Alonso: “...proponíamos un conjunto de exhibiciones que permitieran pensar el arte argentino del siglo XX. El proyecto se iniciaba con las vanguardias de los años veinte, para finalizar con las propuestas renovadoras de los sesenta. Con la actual exposición Real/Virtual concluimos aquel ambicioso programa de dos años conformado por las muestras sobre las revistas Martín Fierro y Claridad; Antonio Berni, la Nueva Figuración y tres sobre las fotografías del acervo”.
Se trata de una muestra que apunta directamente a la percepción y a la fisiología del ojo y no solo a la “mirada” en términos interpretativos y simbólicos.
Cuando quien firma estas líneas recorrió la exhibición, un niño utilizaba uno de los acrílicos de Polesello como mirilla, a través de la cual miraba, del otro lado, a sus padres y al entorno: veía el mundo a través de la obra. La escena funciona como definición de la muestra.
En los planteos programáticos del arte cinético, como decían dos conspicuos artistas argentinos que integraron el GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel) Le Parc y García Rossi, se buscaba, entre otras cosas, “la relación entre la obra y el ojo humano” a través de “situaciones visuales nuevas”.
El arte cinético busca, precisamente, el movimiento, el del objeto, el del espectador, usando la percepción y la interpretación de la imagen en términos de la fisiología del visión: por eso la muestra, un encantador paseo por mecanismos low tech a media luz, no solo se basa en el movimiento mecánico, electrónico, lumínico, etc., de muchas de las obras, sino también en el efecto óptico que se consigue con el desplazamiento del espectador (de la cabeza y los ojos para lograr enfocar) el movimiento propuesto por la obra, variando la posición y la perspectiva, hasta encontrar el punto para ajustar la mirada al cambio de luces, sombras, variaciones, colores y formas de cada obra.
El propio Museo Nacional de Bellas Artes resulta una pieza clave en la conformación e historia del arte cinético argentino, tanto por las exposiciones como por las adquisiciones de aquellas piezas contemporáneamente con el desarrollo del cinetismo. En 1958, bajo la dirección de Jorge Romero Brest, presentó una exposición de Víctor Vasarely que resultó uno de los puntos de partida para el capítulo local del arte cinético. El artista franco-húngaro postulaba el anacronismo de los términos “pintura” y “escultura”, que quedaban subsumidos en un campo mucho más amplio. Vasarely había organizado tres años antes en París la célebre exposición Le Mouvement en la que, según recuerda la curadora de la exposición, reunió a los artistas abstractos “que buscaban la expresión del movimiento en sus obras. Artistas de distintas nacionalidades, que experimentaban con obras transformables, el movimiento real y virtual, y la luz, marcaban el inicio de esta tendencia de proyección internacional. En el Manifiesto Amarillo, que dio a conocer en aquella ocasión y que se publicó en Buenos Aires en el Boletín de la Asociación Arte Nuevo en 1958, Vasarely exhibe el derrotero del arte moderno en su proceso de síntesis, cada vez más desvinculado de la representación naturalista, y la superación de las disciplinas para una concepción vanguardista de ‘unión de todas las artes’ y el ‘abandono del volumen por el espacio’”.
Aquella exposición fue la primera de una serie de apuestas del MNBA por este arte nuevo. Varios de los artistas locales que se encolumnaban en el arte abstracto buscaban dar un paso más, y la muestra de Vasarely resultó germinativa. El segundo momento clave que dio el Museo fue, en 1964, bajo la dirección del crítico y arquitecto Samuel Oliver, con la exposición La inestabilidad, del GRAV.
Entre el movimiento real o por efecto de la percepción y el desplazamiento del espectador, esta tendencia buscaba que el arte afectara las coordenadas de espacio y tiempo para conseguir un nuevo modo de mirar el mundo.
También fue importante el papel del Centro de Artes del Instituto Di Tella, que dirigió Romero luego de dejar el MNBA en manos de Oliver.
En relación con el cinetismo hay varios capítulos muy bien analizados en el importante libro catálogo de la exposición (con trabajos de Herrera, Elena Oliveras, Cristina Rossi, María Florencia Galesio, Patricia Corsani, Paola Melgarejo y Mariana Marchesi, entre otras). Allí se ahonda tanto en el tránsito entre París y Buenos Aires como en las relaciones políticas, sociales y económicas, dentro de la Argentina, desde mediados de los años cincuenta, así como en la alianza entre la industria y el arte, a través del desarrollismo y la producción de nuevos materiales industriales de los que el arte hizo uso inmediato.
Los artistas incluidos en la muestra son Julián Althabe, Antonio Asís, Jacques Bedel, Perla Benveniste, Martha Boto, Ary Brizzi, Davite, Hugo Demarco, Hubo De Marziani, Héctor Durante, Manuel Espinosa, César Fioravanti, Fioravanti Bangardini, Jorge Gamarra, Horacio García Rossi, Eduardo Giusiano, Jorge Schneider, Grav (Horacio García Rossi, Julio Le Parc, Franciso Sobrino, François Morellet, Joël Stein, Yvaral), Gyula Kosice, Le Parc, Jorge Lezama, Jorge Luna Ercilla, Eduardo Mac Entyre, Rogelio Polesello (autor de la obra de la foto), Eduardo Rodríguez, Juan Carlos Romero, Nicolás Schöffer, Carlos Silva, Francisco Sobrino, Luis Tomasello, Gregorio Verdanega, Víctor Vasarely y Miguel Angel Vidal.
MNBA: ¿Consideran clave la muestra de Víctor Vasarely para el futuro del desarrollo del arte cinético en la Argentina?
Rogelio Polesello: –Ese fue un punto de partida fundamental. La muestra ya venía itinerando por Latinoamérica. Fue muy fuerte para todos nosotros, quienes compartíamos el tramo final de nuestros estudios, con Le Parc, con García Rossi, con Wells. Entonces empezamos a trabajar bajo esa influencia. Comenzamos con dibujos, pinturas.
Julio Le Parc: –Cuando fue la exposición de Vasarely en Bellas Artes, en general el arte que se apoyaba en la geometría estaba de capa caída en Buenos Aires y también en París, donde artistas geométricos del salón Réalités nouvelles, cambiando de saco, se ponían el saco de la moda del arte clasificada como abstracción lírica, tachismo, informal, etcétera. Considero que aquella exposición fue muy significativa por la fuerte presencia de obras que abrían un camino.
César Fioravanti: –Es indudable que fue el detonante que certificó la inquietud de los artistas, que sentían la necesidad de representar a la nueva sociedad que se perfilaba, de acción y de dinamismo.
Hugo De Marziani: –Hasta ese momento las obras sólo se conocían por reproducciones. Por otro lado, las obras realizadas por Madí, por ejemplo, no se habían desarrollado como nuevo planteo plástico de cinetismo puro.
Eduardo Mac Entyre: –La muestra nos ayudó, nos alentó. Estábamos muy aislados acá; más haciendo lo que hacíamos (arte abstracto), en plena época figurativa. Lo poco que llegaba, llegaba a través de Ignacio Pirovanog (fragmento de los testimonios obtenidos por Mariana Marchesi, reproducidos en el libro/catálogo de la exposición del MNBA).
* En el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1473, hasta el 19 de agosto.
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