Martes, 5 de febrero de 2013 | Hoy
PLASTICA › EN SAN PABLO: JOHN HEARTFIELD Y SU OBRA ANTINAZI DE LOS AñOS TREINTA
En el bello y apacible museo paulista Lasar-Segall se exhiben los fotomontajes del artista alemán pionero que inventó un género fotográfico con el que luchó contra el nazismo desde publicaciones obreras masivas.
Por Fabián Lebenglik
Desde San Pablo
El Museo Lasar-Segall de esta ciudad presenta hasta fin de mes una muestra de cincuenta fotomontajes de John Heartfield (1891-1968), realizados durante la década del treinta. Se trata de una colección que forma parte del acervo del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).
John Heartfield es en realidad el seudónimo de Helmut Herzfeld, que eligió cambiar de nombre en 1916 como protesta contra la creciente xenofobia alemana que el artista ya advertía en esos años. Por entonces, Helmut ya había estudiado pintura en un atelier particular, y había pasado por las Escuelas de Artes y Oficios de Munich y de Berlín. En esos mismos años Heartfield fue un activo militante del Partido Comunista, junto con su hermano Wieland Herzfeld, y fue impulsor y fundador del núcleo berlinés del dadaísmo, junto con George Grosz, Raoul Hausmann y Hanna Höch.
La potencia creativa del dadaísmo se expandió porque fue en parte un movimiento cultural y artístico internacionalista surgido durante la Primera Guerra Mundial, entre jóvenes artistas unidos contra el horror y el absurdo de la guerra. Además del núcleo dadá de Berlín había otros en ciudades como Zurich, Nueva York, París, Colonia, Hannover, San Petersburgo y Moscú. El dadaísmo, que se suele situar entre 1915 y 1922, funcionó como una suerte de crítica de la cultura y el estado de las cosas y fue mucho más amplio que una tendencia artística como el cubismo o el futurismo –o incluso que su propia descendencia, el surrealismo–, porque cuestionó y minó las nociones tradicionales del arte y del artista, así como los condicionamientos de la práctica artística tal cual como se daba hasta entonces. Su potencia e influencia tuvieron que ver con que su concepción no era unificada, sino que se constituyó como una máquina con varios motores que terminó aportando elementos centrales del arte del siglo XX: la negatividad –el antiarte–, el cuestionamiento de los espacios de exhibición, la incorporación de la casualidad y el automatismo y la búsqueda de la atención por medio del escándalo público.
La fotografía, el collage y el fotomontaje tuvieron un lugar central en el dadaísmo. Pero Hartfield fue el único de toda aquella vanguardia que utilizó el fotomontaje como arma política. Sus obras aparecieron en distintos contextos y publicaciones, a partir de los años veinte, pero las más conocidas son las que aquí se presentan. La serie exhibida (una selección entre las 237 que el artista publicó en total en ambas revistas: AIZ y VI) es impresionante por su crítica corrosiva y medular, en revistas publicadas y distribuidas en simultaneidad con la toma del poder por parte del nazismo, para denunciar su ideología, su política, su economía, sus alianzas; y para responder y provocar a Hitler y a sus jerarcas, protagonistas permanentes de las obras de Heartfield.
En la sala principal de la exposición que se exhibe en el Museo Lasar-Segall hay una breve cita reproducida en la pared, tomada de la revista AIZ, en la que el fotógrafo y artista publicaba sus fotomontajes antinazis: “Todos conocen a Heartfield, tal vez no por su apariencia, aunque sí por sus fotomontajes, aquellas sátiras furiosas que inspiran al amigo y hieren al enemigo, haciendo de la risa un arma devastadora”.
La totalidad de las obras de la exposición, esas “sátiras furiosas”, son originales de la revista AIZ (Arbaiter Illustrierte Zeitung [Revista Ilustrada del Trabajador] que en 1938 cambió su nombre por el de VI (Volks Illustrierte) [Revista Ilustrada del Pueblo]).
Con el ascenso del nazismo al poder, Heartfield se escapó de Berlín a Praga. La revista AIZ se publicó en Alemania hasta principios de marzo de 1933 y continuó haciéndose desde Praga un mes después. En su etapa berlinesa llegó a tener una tirada de quinientos mil ejemplares y desde Praga el promedio de ejemplares fue bajando hasta doce mil, con algunos números especiales de mucha mayor venta. Intentaron muy dificultosamente contrabandear ejemplares en miniatura hacia Alemania, pero lograron pasar muy pocos números. Y la revista siguió publicándose en Praga hasta 1938, para luego pasar a hacerse en París.
La guerra europea llevó a Heartfield a vivir por poco tiempo en Alemania en 1938, y a partir de 1939 se estableció en Inglaterra, donde colaboró con distintas editoriales hasta 1950, cuando decide mudarse a la flamante Alemania oriental. Allí, entre muchos otros proyectos, realizó escenografías y diseños gráficos para el Berliner Ensemble de Bertolt Brecht, quien escribió calificando a Heartfield como “uno de los más importantes artistas europeos, que trabajó en un campo creado por él mismo, el fotomontaje. A través de esta nueva forma de arte ejerció la crítica social. Encolumnado con la clase obrera, desenmascaró a las fuerzas de la República de Weimar que buscaban la guerra y fue forzado al exilio desde donde luchó contra Hitler. El trabajo de este gran artista, que principalmente se publicó en la prensa obrera, está considerado como un clásico por muchos, incluido el autor de estas líneas”.
El escaso y tardío reconocimiento de su obra probablemente se deba a que Heartfield adhirió al estalinismo en los años cincuenta.
En la obra gráfica de Heartfield de los treinta, el artista explica la guerra por la crisis del capitalismo y su asociación con el fascismo, y ve como única salida para la paz a la Unión Soviética. En muchos de sus fotomontajes, el artista deja claro que además de una ideología criminal, el nazismo actuaba también por codicia y que el interés económico iba muchas veces por delante de su siniestra ideología. En varios fotomontajes, Hitler, sus jerarcas y el Partido Nazi son mostrados no sólo como maquinarias de la muerte, sino también como máquinas de robar y dilapidar recursos. Y otra de las asociaciones continuas que hace a través de sus producciones gráficas es entre el catolicismo y el nazismo.
Junto con la combinación sorprendente de sus montajes fotográficos, los textos inscriptos en la imagen –explicativos, teatrales, metafóricos, analíticos, etc.– cumplen un papel fundamental y juegan con la naturaleza periodística del contexto en el que publican sus obras. Al mismo tiempo, sus críticas y alusiones estaban dirigidas a un lector analítico y muy informado. La revista obrera AIZ (luego VI) aportaba mucha información y análisis sobre la realidad y la guerra.
La obra irreverente e innovadora de Heartfield nace al calor del dadaísmo, pero también se nutre de Hogarth y Daumier y del costado social de la obra de Goya: con un pie en la vanguardia y otro en la transfiguración de una tradición estéticamente exquisita y socialmente comprometida.
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