Martes, 2 de julio de 2013 | Hoy
PLASTICA › YAYOI KUSAMA EN EL MUSEO DE ARTE LATINOAMERICANO DE BUENOS AIRES
Entre Japón y Estados Unidos, Kusama se formó en la tradición, pasó por las vanguardias y atravesó los años ’60 y ’70 con gran intensidad, interpretando a su modo las tendencias y las técnicas a lo largo de seis décadas.
Por Fabián Lebenglik
La muestra Obsesión infinita, de la artista japonesa Yayoi Kusama (1929), que el Malba acaba de abrir con una concurrencia de más de cinco mil personas, augura un gran éxito de público por lo vistosa, entretenida, publicitada y porque las instalaciones y ambientaciones de la artista constituyen una experiencia de sensaciones para los visitantes: juegos lumínicos, espejos, fuertes contrastes, mucho color, proyecciones, instalaciones/ambientaciones recorribles, montadas con gran calidad, constituyen un golpe de efecto. La exposición es abarcadora y está muy bien dosificada.
En los años sesenta y setenta, la obra de Kusama tuvo un fuerte componente contestatario y rebelde, que ahora quedó atrás, por una obra que apela fundamentalmente a los sentidos. Lo que más se promueve internacionalmente alrededor de su figura y su obra son los aspectos óptico y visualmente más llamativos e ideológicamente más inofensivos, dejando atrás aquellas “incómodas” transgresiones que quedaron relegadas a la documentación histórica.
La exhibición, curada por Philip Larratt-Smith (vicecurador en jefe del Museo) y Frances Morris (jefa de colecciones internacionales del Tate Modern de Londres y curadora de la retrospectiva de Kusama en aquel museo) tiene carácter de antología retrospectiva itinerante e incluye más de un centenar de obras, realizadas entre la década del cincuenta y el año 2013. Kusama utiliza todas las técnicas y aquí pueden verse pinturas, obras sobre papel, esculturas, videos, instalaciones y slideshows.
Como sucede en los distintos lugares del mundo donde se presentan sus exposiciones, los diseños de puntos de la artista desbordan los museos (la obra de Kusama es desbordante) y se extienden a la vía pública, con fuertes apoyos publicitarios. Aquí, el diseño punteado toma el gran frente vidriado del Malba y los troncos de los árboles que están sobre la vereda, en Figueroa Alcorta.
Kusama nació en la ciudad de Matsumoto en 1929. Pasó parte de su adolescencia, como muchos de su generación, trabajando para sostener la situación del Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
Además de su educación artística en técnicas tradicionales, Kusama se interesó especialmente por las vanguardias europeas y norteamericanas. Las imágenes de la artista estuvieron tempranamente relacionadas con evocaciones apocalípticas, en el contexto de la posguerra.
Durante los años cincuenta, Kusama enfocó su trabajo en la forma y el color a través de distintas técnicas, en centenares de obras sobre papel en las que dibujó y pintó una naturaleza de ensoñación, con un trabajo obsesivo de la superficie: ondas, ojos, puntos y parte de lo que se iría conformando como su vasto repertorio.
La artista abandonó Japón y se mudó a los Estados Unidos a mediados de la década del cincuenta. Recibió ayuda de algunos colegas que le consiguieron una muestra. Viajó a la costa oeste y poco después se instaló en Nueva York. Vivió casi veinte años allí, donde produjo buena parte de su obra.
En los Estados Unidos, su producción cambió de escala y por las repeticiones y la serialidad de algunos de sus diseños pictóricos, se la considera como anticipatoria del minimalismo.
La materialidad de su trabajo y el efecto óptico de muchas de sus obras siempre convoca de manera real o virtual la sensación de espacialidad. La artista comenzó entonces a dedicarse también a la escultura. El procedimiento era la repetición, pero en este caso, por tratarse de volúmenes de formas orgánicas proliferantes, la propia artista habla de “acumulaciones”. Se trata de acumulaciones obsesivas e inquietantes, por sus formas, tamaños, escalas, cantidades y crecimiento compulsivo. La artista sufre de depresión y su obra, junto con una gran carga expresiva y lúdica, tiene también algo de terapéutica.
En sus primeros años norteamericanos Kusama se conectó con la vanguardia neoyorquina, y a comienzos de los años sesenta, sus primeras esculturas acumulativas fueron exhibidas como parte de la avanzada pop, junto con obras de Andy Warhol, Claes Oldenburg, James Rosenquist y George Segal. Sus formas proliferantes siempre hacen referencias cruzadas tanto al sexo como a la comida. En Estados Unidos su obra resumió parte de lo que allí veía: consumo, compulsión y acumulación.
Las referencias al cuerpo y a sí misma fueron cada vez más notorias en su obra desde los collages con autorretratos fotográficos. Paralelamente, Kusama empezó a documentar la realización de sus obras, a fotografiarse y filmarse a sí misma y generar performances como obras, con un claro manejo de su imagen. A través de su obra y actitudes cada vez más politizadas la artista denunciaba, entre otras cosas, el lugar de la mujer en un medio como el del arte norteamericano.
Sus posturas ideológicas y de vida resultaron convergentes con el hippismo, al cual la artista se sumó de manera natural, al tiempo que su trabajo se volvía cada vez más performativo y experimental, con performances nudistas y pinturas corporales.
A mediados de los años setenta volvió al Japón, a la obra en papel y a las técnicas mixtas. La intensidad de su carrera la llevó a un estado de fragilidad y a la autointernación en una clínica psiquiátrica que adoptó como hogar. Junto con la carrera como artista visual, comienza a escribir: publicó su autobiografía, varias novelas, cuentos y un poemario.
La muestra del Malba es la primera retrospectiva de la artista en América latina y desde Buenos Aires parte para el Centro Cultural Banco do Brasil, en Río de Janeiro (entre octubre de 2013 y enero de 2014) y en Brasilia (17 de febrero –27 de abril, 2014); luego sigue hacia el Instituto Tomie Ohtake de San Pablo (21 de mayo– 27 de julio, 2014) y de allí a México DF, al Museo del Palacio de Bellas Artes, entre fines de septiembre de 2014 y mediados de enero de 2015. (En el Malba, Figueroa Alcorta 3415, hasta el 16 de septiembre.)
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