PLASTICA › EL SINO DE CRISTOBAL COLóN Y DE LO AMERICANO
En el marco del conflicto entre la Nación y la Ciudad sobre la estatua de Colón, el escultor que participó del desemplazamiento ofrece una interpretación sobre el sentido simbólico del monumento.
› Por Omar Estela *
¿Qué es el sino? La suerte, tu estrella, tu sombra, tu destino: lo aprendí con el tango, “la cruz del sur fue como el sino”, “cuál es el sino de tu suerte”. Pensando en Colón y presuponiendo cuál fue ese sino, lo principal que advierto es ese fatal equívoco: el lugar donde había llegado era Guanahani, pero él siempre afirmó, creyó, que había llegado a Asia. Por eso su “hallazgo” se lo termina adjudicando Américo Vespucio, porque fue él quien supo interpretar la situación de Colón. Y así América terminó sin llevar el nombre de su “descubridor”. Fue esa suerte de sonambulismo, de error de interpretación, lo que le costó a Colón un continente.
Hay otra idea que se inscribe en todo este fenómeno, es la del “crecimiento rizomático”. Para expresarlo con imágenes, podríamos pensar en un yuyo que crece, nace y muere autónomamente. Pero hay otros: recuerdo de chico tirar de un yuyo y que viniera una hilera de pastos que cada tanto traía raíces, y me hacía asociarlo a un tejido desarmándose, el gramillón, un yuyo que una vez que crece se extiende y toca tierra nuevamente y genera otro yuyo igual al anterior pero unido a éste y así sucesivamente. Lo curioso es que puede separárselos y siguen creciendo y cada uno reanuda algo así como una secuencia de expansión.
Ahora, si unimos el sino de Colón con el crecimiento rizomático, podemos llegar a observar al monumento como un rizoma de la entidad Colón. Pareciera que su fatalidad es ignorar dónde está. Entonces sucede algo fantástico: un monumento que, como muchos de la época, que se hacían artesanalmente, se convierte, a mi forma de ver, en una escultura, porque deja de cumplir su función política para desocultar el sino de Colón que, aparentemente, se vuelve a verificar al ponerlo de espaldas al país. Toda esta fatalidad da cuenta además de toda esa generación que no pudo ver América sino a través de la clave europea. Es curioso que el hecho de la orientación, ponerlo de espaldas, sea el hecho transgresor que lo convierte en una instalación desocultadora de la más profunda concepción sobre la civilización y la barbarie. Si nos queda alguna duda sobre lo actual de esta problemática, veamos algo que todavía está escrito en el artículo veinticinco de la Constitución nacional.
“El gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes.”
El paisaje urbano es un reflejo, una reverberación de lo que sucede en una sociedad. No puede ser de otra forma, y éste va cambiando. Los monumentos, históricamente, han sido una forma que adopta el lenguaje del poder. Se los usa también para marcar territorios; en muchos casos son “presentes griegos”, por eso tenemos la Torre de los Ingleses, el Monumento de los Españoles, la plaza de Alemania, etc. También son usados para mostrar la idea de las políticas que parecen ser las elegidas por los pueblos para identificarse y por ello cuando cambian esas ideas o intereses se los muda, se los destruye, se los resignifica. Pero cuando un monumento se transforma casi en una escultura –es importante diferenciar entre monumento y escultura– ya no se lo destruye, se convierte en algo parecido a un exvoto (ofrenda que se da para que algo se cumpla). Aunque parezca traído de los pelos, siento al monumento como una de esas botellas de agua que acompañan a la Difunta Correa: es una ofrenda para que algo que necesitamos se cumpla. Otros ejemplos hermosos de exvotos los vi en el Mar del Norte, en las iglesias costeras donde los marinos hacían sus ofrendas –exvotos–, pidiendo, reclamando algo y entregaban esas características botellas con un barco dentro. Las que son expuestas a posterior, como sucede en la Catedral de Luján. Si pensamos al monumento a Colón como un exvoto de la sociedad italiana, surge como primera pregunta ¿cuál fue el pedido (en su momento y ahora)? Lo segundo que aparece es el respeto por la creencia del otro. No me puedo imaginar que, por más canalla que alguien sea, patee las botellas de agua de la Difunta. Ahora: preguntarse qué significa hoy en día este monumento es de una riqueza aleccionadora, porque entiendo que para el común de la gente el monumento tiene un significado profundo, que muy probablemente lo trascienda y del que no es consciente. Yo lo interpreto como un monumento a la orfandad: es el rizoma, el sino de Colón, la falta de una interpretación acertada en la ubicación, el sonambulismo. Entiendo que el vacío que produce el desemplazamiento del monumento aumenta ese sentimiento de orfandad; cada vez somos menos hijos de Europa, la madre patria ya no nos reconoce: somos desheredados. Y cuando estamos en Bolivia, con nuestra tez pálida, nos sentimos extranjeros.
Si alguien no ve en esto el sino de lo americano, la escultura dándonos su espalda ayuda a vislumbrarlo, a comprenderlo.
* Escultor. Participa de las tareas de desemplazamiento del monumento de Colón, con la función de diseñar las maniobras, proteger y poner en valor las operaciones que se realicen.
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