Martes, 21 de enero de 2014 | Hoy
PLASTICA › RECUERDO DEL ARTISTA Y EL HURTO DE UNA DE SUS OBRAS
La muestra-homenaje –en el espacio La línea piensa, del Centro C. Borges– al poeta y dibujante desaparecido Miguel Angel Bustos terminó abruptamente por el robo de una de sus obras originales. Noé y Stupía escriben sobre el artista y el robo.
Por Luis Felipe Noé *
Miguel Angel Bustos quería pintar el verbo, y al escribir sus poemas los dibujaba y el dibujar era para él como si los escribiese. Dejó dicho “que la palabra que trazo en un papel es igual en posibilidades a la Tierra lanzada al espacio. Pues la Tierra es un verbo y el espacio un papel infinito y eterno regido por el Tiempo, ritmo que tiembla”.
Su primer libro, de 1957, se llamó Cuatro murales, con el subtítulo un óleo y por algo, de los cinco que publicó entre 1967 y 1970 –Cuatro murales, Corazón de piel afuera, Fragmentos fantásticos, Visión de los hijos del mal y El Himalaya o la moral de los pájaros–, sólo el segundo no está acompañado de dibujos de él mismo. Evito la palabra ilustraciones porque no lo eran, sí, en cambio, utilizo la expresión “poesías dibujadas”, porque él era fundamentalmente poeta, hiciese lo que hiciese, hasta en la militancia.
Se trata de un enorme poeta, uno de los mayores referentes literarios de la generación argentina del ’60. Había escrito que, “detrás del cielo comienzan los cielos y los infiernos” y también que “en el centro del infierno hay una puerta, ahí comienza el infierno”. Conoció esa puerta cuando un grupo paramilitar lo secuestró el 30 de mayo de 1976 y luego desapareció.
Cuando ello ocurrió, su hijo Emiliano, de sólo cuatro años, lo presenció y se le grabó en la memoria. Ese día, sin saberlo, lo heredó como poeta y, en consecuencia, como dibujante. Porque la poesía es capaz de decir lo indecible. El mundo poético de Emiliano nace de esa impresión dolorosa: “Hay, casi destruido, un lugar, una casa donde vi esa película, la silla de madera negra, el televisor cerca, una lluvia en la calle. En mi memoria la película no empieza, no termina”. Y se dirige a su padre: “Militante, en el lavadero de Rubén Darío te espera la metonimia”. Así se podría decir que el quehacer poético de Emiliano define el tiempo a partir de donde termina el de Miguel Angel.
La línea piensa presenta con orgullo, simultáneamente, la obra dibujada de ambos, pero naturalmente acompañada de escritos. Se trata de un homenaje a Miguel Angel Bustos que le hace nuestro espacio y su hijo Emiliano. Su presencia en la muestra es el testimonio vivo de ello. No lo podía dejar solo. Y se trata de dos grandes poetas poco conocidos como dibujantes pese a la gran calidad de ambos. Por otra parte, ya Emiliano reunió de manera completa la poesía de su padre (incluyendo inéditos) con el título de uno de sus libros –Visión de los hijos del mal– publicado por la editorial Argonauta en el año 2008. En el prólogo que escribió para el mismo, señala confirmando una opinión de Daniel Freidenberg, que siendo su padre un hombre bien conocido al momento de su desaparición física, pareciera que a ella le siguió la de su nombre y su obra. Esto comienza a revertirse cuando, en 1998, Ediciones Tierra Firme publicó una antología con el nombre Despedida de los ángeles, seleccionada y prologada por Alberto Szpunberg. También el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini editó en el 2007 Miguel Angel Bustos. Prosa 1960-1976, donde se reúnen sus colaboraciones periodísticas, textos en prosa inéditos y parte de su correspondencia.
Ahora, esta muestra quiere completar este resurgimiento de una extraordinaria obra. Sus dibujos ya habían sido expuestos aún en vida en la Sociedad de artistas plásticos, en 1970, en una muestra individual prologada por Aldo Pellegrini.
Por el contrario, para Emiliano esta es su primera exposición de dibujos si bien ya participó en tres colectivas. No es una muestra individual en el sentido de él solo, pero puede considerarse así por la cantidad de obra expuesta y por el significado que ella tiene acompañando a su padre. En cambio, a sus 41 años, ya publicó cinco libros y sólo uno carece de algún dibujo suyo (curiosa coincidencia: la misma cantidad en un sentido y en otro que ya señalamos respecto de su padre). Desde 1997 han sido editados Trizas del cielo, Falada, 56 poemas, Chcctha (el único carente de dibujos) y Cuotas de crítica común. Julián Axat sostiene: “Cada gota de sangre que cae queda y va dejando la intuición de que los ’60 -’70 no podrán salvarnos de los ’90, pero sí la contemporaneidad hecha de una poética de tajos, cicatrices y –lentamente– de luces. Allí nuestro talismán, la fórmula para dominar el rayo”.
* Codirector, junto con Eduardo Stupía, del espacio de exhibición La línea piensa, en el Centro Cultural Borges.
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