Martes, 20 de enero de 2015 | Hoy
PLASTICA › ANTICIPO DEL NUEVO LIBRO DE ANNE CAUQUELIN
Desde la filosofía antigua hasta el pensamiento contemporáneo, la destacada teórica francesa del arte explora en su nuevo ensayo las hipótesis sobre la existencia de otros mundos.
Por Anne Cauquelin *
La existencia de otros mundos por fuera del nuestro es un tema con frecuencia evocado desde la Antigüedad. La multiplicidad de mundos es una hipótesis tan (o tan poco) verosímil como la que lleva a contar con un mundo único. Sin embargo, es preferible, parece decir Platón, creer en la unicidad. Cuestión, en principio, de simplicidad; ahora bien: ¿por qué preocuparse de mundos infinitos cuando el que habitamos es ya bastante complicado? Argumento en sí mismo simplista y que tiene necesidad de un fondo más noble para ser creíble. Ese fondo más noble es la naturaleza del arquitecto divino: una naturaleza única que quiere a todas las cosas reunidas bajo la forma de lo uno. El dios quiere lo mejor, la composición más hermosa; y lo mejor es el uno, el más simple y el más armonioso. Es lo que al menos podemos suponer de la naturaleza del dios, pero quizá no la penetramos integralmente. Si la duda subsiste, no se debe solamente a la debilidad de nuestra inteligencia. Plantearemos entonces que nuestro mundo está solo, que es el único. He aquí la cuestión por un momento ordenada; queda a cargo de la filosofía hacer consistente esta afirmación.
Sea. El mundo, nuestro mundo, es el único, para nosotros, ahora. El estado presente de un mundo único es algo adquirido. ¿Pero a lo largo del tiempo? ¿Se puede predecir que ese estado va a perdurar? ¿Eternamente? Si no hay muchos mundos existiendo simultáneamente, ¿hay quizás una multitud de mundos que se suceden en el curso del tiempo? ¿El tiempo es quizás esta cadena que liga los mundos sucesivos surgidos los unos de los otros, en un movimiento cuyo número es el tiempo? Movimiento eterno, entonces, si se sostiene que este mundo único y divino no puede morir. Sucediéndose a sí mismo, el mundo acepta la medida de un tiempo que se sucede también infinitamente. Medido y sin embargo infinito, viviente pero no alterado por la edad, el mundo siempre nuevo en su forma perfecta vuelve eternamente a su origen. El y todos los vivos que soporta.
En esta versión del mundo y del tiempo, aceptamos la pluralidad, pero con carácter sucesivo. La sucesión deviene un engranaje íntimo del mecanismo-mundo. Un movimiento lento e inexorable anima el mundo único hasta su explosión prevista al fin del “Gran Año”. Estimado, según Cicerón, en 12.954, termina en una explosión apocalíptica (diluvios e incendios), después de la cual otro “Gran Año” recomienza con el nacimiento de un nuevo mundo. Pero, ¿es éste un nuevo mundo o el mismo? No se sabe. Las tesis se dividen.
n Sea que el mundo que renace después de la explosión es idéntico, desde todo punto de vista semejante al que acaba de morir, y los vivos son exactamente casi los mismos. Es la repetición de lo mismo.
n Sea que el mundo renovado produce las mismas situaciones, los mismos ordenamientos entre los seres que soporta, pero los seres de ese mundo difieren de sus antiguos dobles en algunos aspectos; hay siempre un Sócrates, pero no es exactamente el primer Sócrates: está afectado por una pequeña diferencia, un accidente extrínseco (como una verruga en la nariz, por ejemplo).
Confieso que esta última hipótesis es más interesante que la primera. Pensar que hay un mundo quizás idéntico al nuestro, pero cuyo trazado estaría un poco desfasado, como perturbado por un reflejo que enturbia los trazos, sin cambiarlos no obstante completamente, es una imaginación rica en posibilidades. ¿Seríamos el otro de un otro nosotros mismos, sin ser su reduplicación exacta?
[...] Si las hipótesis permanecen como hipótesis y la ficción como ficción, ¿qué pensar de un mundo definitivamente único, el nuestro, que calificamos de real en relación con las ficciones? ¿Quién nos certifica que es verdaderamente único y que no hay en el mismo momento, paralelamente a él, otro mundo bastante parecido pero distinto que podríamos habitar, e incluso que nosotros habitaríamos efectivamente, con algunas pequeñas diferencias, sin saberlo? Y si pensáramos así, como exploradores, ¿cuáles serían los argumentos y las experiencias que llegaría a sostener la tesis de mundos paralelos?
Estas preguntas están en el origen de este ensayo que propone, al menos, tres motivos para avanzar en las hipótesis de los mundos posibles.
El primero es que no estamos tan seguros de “nuestro mundo”. Sus límites físicos no se hallan tan definidos, desde hace mucho tiempo han superado la Tierra e incluso los planetas próximos; los “espacios infinitos” no son más una metáfora sino una realidad, están poblados de cuerpos, y muchos “mundos” giran alrededor o más allá del nuestro. [...]
Segundo motivo: en ese registro de los “mundos” que nos rodean, el arte ha sido a menudo tenido, por la fenomenología en particular, como el operador que “abre un mundo”. ¿Qué es ese mundo “abierto” por el arte? ¿Abierto por quién, para qué, dónde, y qué clase de mundo? ¿No será más bien que el arte pide un mundo que le hace falta y que se esfuerza por encontrar? ¿Dónde, por ejemplo, se sitúa la ficción: entre existencia y realidad, o en incierto equilibrio “desde el ángulo de mundos paralelos”?
En tercer lugar, y éste constituye un insistente motivo, actualmente vivimos –alternativa o simultáneamente, ésa es la cuestión– en dos mundos distintos o, más exactamente, en dos espacios. Al lado del espacio de supervivencia cotidiana, que es un espacio habitable, se halla aquel donde pasamos una parte importante de nuestro tiempo: el ciberespacio. ¿Cómo se comportan esos dos espacios, que son uno el reverso del otro? ¿Y nosotros? ¿Habitamos del mismo modo el mundo llamado “real” y el mundo llamado “virtual”? [...]
De esos tres motivos, el primero se me escapa íntegramente: concierne al astrofísico discutirlo, yo no sabría aventurarme en ese terreno. Solamente podemos evocarlo como uno de los temas recurrentes que vienen a sostener la hipótesis general de mundos paralelos. Contexto importante, que orienta el pensamiento sin nosotros saberlo, crea una suerte de inquietud a propósito de nuestras concepciones del espacio y del tiempo, haciéndonos aptos, entonces, para examinar nuevas configuraciones espacio-temporales.
Lo que podemos, por el contrario, exponer, son los modos por los cuales ciertos filósofos han tratado esta posibilidad. Seguir las vías zigzagueantes de las imaginaciones de mundos que nos ofrecen, iluminaría probablemente nuestra linterna... Lo posible, lo actual, lo real, la existencia, han encontrado sus heraldos entre ellos. De los mundos y del mundo existen en efecto muchas versiones, cuya exploración es necesaria a nuestro tema y vuelve a reunir, a veces de manera curiosa, las de los astrofísicos.
El segundo motivo no está alejado del primero más que en apariencia: el arte parece, en efecto, según el estereotipo, una puerta abierta sobre otros mundos. ¿Qué dice el arte del mundo donde vivimos? O bien, ¿busca otros espacios, plurales, mezclados? A menos que no se ofrezca a sí mismo como alternativa habitable, ¿se trataría de hacer la descripción de esos otros mundos? ¿De dibujar los contornos de otras formas de evidencias? Si con el arte estamos en el espacio de la ficción, ¿este espacio recubre la extensión del mundo sensible, cual su traducción desfasada, o descubre lo que no es, pero podría ser? [...]
Finalmente, el tercer motivo: ¿cómo puede el cibermundo ser aprehendido? En el límite de lo existente y de lo real, ¿puede atribuírsele el estatuto de la ficción? ¿Qué suerte de realidad es la suya? Si su construcción es arte factual y depende del ingenio humano, encubre paradójicamente zonas de sombra, una gran parte de su territorio –incluso diría de su vida– es desconocida. ¿Dónde y cómo se puede hacer la diferencia, trazar una frontera entre dos “realidades” en el mundo real? ¿Bastará decir que el cibermundo exhibe una realidad en segundo grado, una “suerte” de realidad, todavía no alcanzada o relegada al rango de una peligrosa maquinaria, cuando sería necesario, al contrario, intentar analizar la herramienta conceptual que pone en marcha el acceso y plantear al menos la pregunta de una ontología posible de los posibles en sí mismos?
* Teórica francesa, autora de Las teorías del arte, entre otros libros. Fragmento editado de la introducción de su nuevo ensayo Desde el ángulo de los mundos posibles, de próxima aparición en castellano.
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