Vie 30.10.2015
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PLASTICA › MAÑANA COMIENZA EL CONGRESO NACIONAL DE MURALISMO Y ARTE PUBLICO RICARDO CARPANI

Discusiones más allá de las paredes

Además de hacer visible la actividad de los muralistas, el encuentro que se desarrollará en el CCK pretende que se dialogue sobre políticas de Estado para el sector. Habrá talleres, proyecciones y debates y contará con invitados de distintos sectores.

› Por María Daniela Yaccar

“Todos tienen un amigo muralista, aunque nadie sepa dónde hizo un mural”: la frase de Marcelo Carpita funciona como pincelada del porqué del Congreso de Muralismo con sede en el Centro Cultural Kirchner, primero en su tipo aunque el acto de comunicarse en las paredes del espacio público se desarrolle “sin parar” en la Argentina desde el retorno de la democracia. “Uno de los objetivos es hacer visible nuestra actividad”, cuenta Carpita a Página/12. El tema del evento acaba de cerrar la idea: “El arte público como política de Estado”. Con una propuesta que abarca talleres, proyecciones y debates, y con invitados de distintos sectores (disciplinas varias y el universo político), el Congreso será un espacio de discusión respecto de las políticas que el muralismo merece, en lo relativo a su protección y su promoción. Los muralistas –la organización que empujó el evento se llama Muralismo Argentino Contemporáneo– arribarán al CCK como resultado de un encuentro con la ministra de Cultura, Teresa Parodi, que encabezará la apertura junto a Doris Carpani y Eduardo Jozami, el viernes a las 14.

El Congreso Nacional de Muralismo y Arte Público Ricardo Carpani se desarrollará durante mañana, el sábado y el domingo, y estará compuesto por “tres momentos”. Por las mañanas habrá debates “internos” a los que cualquier curioso puede asistir si se acredita vía Internet (www.congresona cionaldemuralismo.blogspot.com.ar). Por las tardes, a partir de las 14, cuando el edificio de Sarmiento 151 abre sus puertas al público, se sucederán actividades pensadas para toda la comunidad. Finalmente, el domingo se desarrollará un trabajo en comisiones que abordarán “ejes troncales”. “En esta instancia se discutirán propuestas para conformar una posición clara para el futuro gobierno”, adelanta Carpita. Entre otras cosas, los muralistas buscan que se los reconozca como trabajadores. “Los músicos, los actores y los bailarines han conformado sus discusiones. Algunos tienen sus institutos. Pudieron empezar a pensarse dentro de un proyecto de país. Nosotros tenemos objetivos pero no los hemos discutido”, amplía el docente. Al menos 200 compañeros suyos, de todo el país, que embellecen muros de ciudades y pueblos, están involucrados en el encuentro.

Un foro en el Centro Cultural de la Cooperación, en 2013, es el antecedente de esta movida, que surge tras un encuentro con Parodi a mitad de año. Militancia, función social del muralismo, identidad cultural y globalización, derechos humanos, patrimonio cultural, conservación y preservación, muralistas como trabajadores y seguridad laboral son apenas algunas de las temáticas que se abordarán. A las mesas con panelistas se añadirán talleres participativos y tres proyecciones: Carpani, de Rubén Borré, sobre la vida de Ricardo Carpani; y Discursos murales, de Ezequiel Tuma, Alejandra Budiño y Juan Cruz Keller, sobre la relación entre esta práctica y los discursos políticos. También Los próximos pasados, de Lorena Muñoz, que retrata la historia de “Ejército plástico”, el mural que David Siqueiros pintó en el sótano de la quinta de Natalio Botana en Don Torcuato y que permaneció en un depósito por años. En la actualidad se encuentra en el Museo del Bicentenario. “Creemos que el muralismo está contenido dentro del arte público, planteamos una unidad”, concluye Carpita, acompañado por Gerardo Cianciolo, que, como él, es fundador y docente del taller de muralismo que se dicta en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano.

En los 90 crearon juntos este espacio. Estudiantes de arte en la post dictadura, se entusiasmaron más con la relación entre estética y espacio público que con el arte de las galerías, al que califican de “burgués”. “No sabíamos mucho qué era el muralismo”, recuerda Cianciolo. “No había espacios de formación. Sólo existía un taller en La Cárcova y éramos chicos todavía.” Tomaron contacto con la segunda etapa de La Brigada Castagnino, a la que se sumaron como ayudantes en la realización de un mural que homenajeaba a la revolución nicaragüense. “Sentía que la plástica tenía que estar donde están los trabajadores, la gente; que podía convivir cotidianamente con una expresión estética de contenido social, político. Entonces, empezamos a investigar. Tuvimos que ir formándonos con la experiencia”, dice Cianciolo. “Somos crías de la nueva democracia. En ese entonces comenzaron a rescatarse viejos paradigmas que dialogaban con otros, nuevos, sobre lo que era la militancia”, aporta Carpita. “Estábamos comprometidos con los cambios sociales de Latinoamérica y de nuestro país. Con el ejemplo de Carpani veíamos que el muralismo era un buen punto de inicio para militar a través del arte. También se nos presentaba la xilografía como medio de comunicación directo. Lo que se perfiló a través del muralismo fue que no sólo era efectivo, sino que conciliaba estética y contenido. Interpelaba, rescataba desde la memoria y la historia y apuntaba al futuro”, completa.

Desde el renacer de la democracia, coinciden ambos, “el muralismo no paró”. Pero aquí viene el problema, uno de los tantos que el Congreso abordará. “Siempre estuvo basado en el voluntarismo. En muchas ganas pero en poca reflexión sobre su carácter de trabajo. Las políticas culturales no lo contemplaron como parte de una industria y de un proceso cultural”, explica Carpita. Además, informa que existen proyectos de ley e iniciativas que promueven la inversión en arte público y el empadronamiento de artistas, pero que la mayoría queda en el olvido: “Duermen o son vetadas”. En contraposición, Carpita entiende que “la derecha” sí ha sabido sacarle jugo al muralismo, apropiárselo. “Esto se llama ‘muralismo publicitario’. Lo utilizan como una estrategia de comunicación y lo asocian a la industria del turismo. De hecho, están involucradas agencias de turismo internacional. Está completamente probado en la zona de Colegiales: si pintamos allí, se nos viene una maratón de extranjeros que está haciendo una visita guiada, y alguien dice ‘pertenezco al urban art tourism’. ¡Vienen a recorrer la zona para que les hablen de murales! Es un negocio”, se queja Carpita.

Deja entrever, entonces, que hay al menos dos modelos en pugna: por un lado, el que une a este tipo de expresiones con un programa turístico. Por el otro, el que Muralismo Argentino Contemporáneo defiende y promueve. “Planteamos que lo nuestro es una relación con la comunidad. Este trabajo teje cuestiones culturales y estéticas que la representan”, definen los artistas. Aclaran, no obstante, que el muralismo genera tantas interpretaciones como trabajadores que lo desarrollen. Parece haber una clara separación, eso sí, con nociones como “street art”, “urban art” o “graffiti”. “Las dos cosas se hacen en una pared y con pintura. Pero uno representa sólo a la persona que lo hace. El otro es una situación de diálogo entre el artista y otro”, contrasta Carpita.

“Un mural no es pintar una técnica en la pared. Tenés que generar un diálogo con el entorno para darle entidad”, insiste Cianciolo. Explican que los muralistas trabajan por iniciativa propia o a pedido de vecinos o de instituciones, tanto públicas como privadas, y que suelen hacer un relevamiento para palpar el sentir del barrio en el que desembarcan. A Cianciolo le interesa hablar de estos trabajos como patrimonio cultural. “En México podemos ver en perfecto estado algunos que se hicieron a principios del siglo pasado. El mural es un reservorio de la memoria a futuro. Y es público. No va a durar eternamente, pero algunos se caen a pedazos, por el sol, porque es mala la pared o porque los compañeros pintaron sobre cualquier cosa. El muralismo precisa de políticas de un Estado presente, para que trascienda y logre sus objetivos”, concluye. Carpita completa: “La imagen tiene un valor, un poder comunicacional. No se hace en cualquier lugar ni en cualquier momento. Debe hacerse a partir de políticas claras de difusión y promoción”.

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