DISCOS › BRASIL AFORA, EL NUEVO DISCO DE OS PARALAMAS DO SUCESSO
En su nuevo disco, la banda sintetiza su mejor pulso y se dedica a tocar relajadamente, confiando en la solidez de un sonido macerado en treinta años de carrera... y la inspiración que se trasluce en un paquete de canciones impecables.
› Por Eduardo Fabregat
Hay demasiados condimentos, demasiadas intervenciones del destino, como para considerar a un disco nuevo de Paralamas como uno más. Todavía hay quien recuerda un mítico show de 1986 en Obras Sanitarias junto a Sumo; desde entonces, Herbert Vianna, Joao Barone y Bi Ribeiro comenzaron a ser considerados como los brasileños más argentinos, sintonizando con un público rockero al que le costaba fanatizarse por Caetano Veloso o Milton Do Nascimento, pero se rindió sin reservas a la calenturienta mezcla de ska, reggae, rock y ritmos brasileños que el trío encarnó desde los lejanos tiempos de Cinema mudo y “Vovó Ondina e gente fina” o “Vital e sua moto”. Fueron el soporte ideal para el “Rap de las hormigas” de Charly y se enredaron en una relación fraterna con Fito Páez; se acostumbraron a llenar la sala que ocuparan en cada visita, metieron un hit tras otro (“Inundados”, “Dos margaritas”, “Una brasilera”, y siguen las firmas) en las radios argentinas; cada show de Paralamas era garantía de fiesta.
Después, lo sabe casi todo el mundo, llegó la tragedia. El 4 de febrero de 2001, Herbert Vianna sufrió un accidente aéreo que le costó la vida a su mujer: el guitarrista y cantante pudo emerger de la oscuridad gracias a algo que solo puede ser calificado de milagro. Vianna quedó confinado a una silla de ruedas, pero la combinación de la fuerza de voluntad y el poder curativo de la música le permitieron seguir adelante. Hoje, su disco de 2006, fue de algún modo una catarsis, un paso más en la recuperación, con letras teñidas de tristeza pero el pulso vital de la banda intacto. En cambio Brasil afora, el disco que acaba de aparecer en la Argentina, parece encontrar la distancia exacta, el tono perfecto para una banda con treinta años de actividad. Grabado en Río de Janeiro y Candeal (Salvador), la principal sensación que dejan los concisos 33 minutos, once canciones del disco, es de una relajada convicción en el sonido propio, en la identidad del grupo, cimentada por una indiscutible inspiración a la hora de componer.
Es que el arranque de Brasil afora no puede sino despertar el entusiasmo: los caños de “Meu sonho”, el juego de acústicas y eléctricas para el delicioso reggae “Sem mais adeus” (donde aparece Carlinhos Brown), la urgencia rítmica y bailable de “A lhe esperar”, producen una impresión que ya no se diluirá: Herbert suena expresivo y convincente, y no hay novedad en el preciso entramado que saben tejer sus colegas en la base, parte esencial de ese sonido que identifica a los paragolpes del éxito. En un disco brasileñísimo desde la portada, con Liminha a cargo de la producción y el cuarto Paralamas Joao Fera en las teclas, el grupo va dejando caer canciones redondas, tan encantadoras como “Mormaço” (donde Zé Ramalho habla de ese “país tan continente”), o sabrosas como la soulera “Taubaté ou santos”. Y no solo descansa en su cantera: Brasil afora incluye una versión de “El amor después del amor” que le da nueva vida, otro color, a un tema escuchado mil veces. A diferencia de “Trac Trac”, donde Vianna no se alejaba demasiado de la estructura original, aquí el grupo reinterpreta a Fito apelando a sonidos hindúes que agregan espesor.
Y cuando llega la hora de rockear, Paralamas vuelve a demostrar su dominio en ese terreno. Sirve como ejemplo la épica “Aposte em mim”, pero sobre todo la andanada final que ofrecen, apenas separadas por la climática “Tempero zen”, los dos tracks más incendiarios del disco: “Brasil afora” es una tormenta eléctrica en la que Herbert pudre su guitarra al máximo y Barone le pega a los parches como si fuera la última vez. Y “Tao bela” cierra el recorrido con otro sonido sucio y energético, poniendo el punto final a otro álbum –¡otro más!– recomendable, que activa las ganas de un nuevo reencuentro con los brasileños más porteños. Estos tipos que le pusieron el pecho al destino y consiguen ese otro milagro de transmitir pasión desde la frialdad de un disco de plástico.
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