DISCOS › LA REEDICIóN DE LOS áLBUMES DEL TRíO ESQUINA
En una gira con el Cuarteto Cedrón, el notable bandoneonista César Stroscio terminó quedándose en Francia, donde se dedicó a la docencia y a continuar su camino con el trío. El relanzamiento de Azul y vos y Tangos para Corto es todo un hallazgo.
› Por Karina Micheletto
Se trata de un proceso lógico, no por eso menos digno de celebración: el tango avanza, teje influencias, tensiones, diálogos, establece préstamos y aproximaciones a otros géneros y formas de la música. Pero a lo largo de ese proceso, en este género la fuerza de la revisión se impone por peso propio. Entonces aparece claro que aquellas famosas décadas muertas que sufrió el tango también dejaron sus brotes. Muchos de ellos plantados en tierra extranjera, en Francia por ejemplo, en tiempos en que los discos estaban atados a coordenadas espaciotemporales, es decir, tenían existencia sólo en forma física. El tango avanza y ha llegado el tiempo de las reediciones. Le toca el turno ahora a César Stroscio, un nombre ligado a aquel Cuarteto Cedrón que en los ’60 musicalizó en tiempo de tango a Juan Gelman o Raúl González Tuñón, un grupo de extranjeros, de algún modo, en tierra propia.
Stroscio vive en Francia desde 1975, cuando decidió “quedarse por un tiempo” en medio de una gira del cuarteto, ante las amenazas cada vez más cercanas de la Triple A. Allí plantó bandera, a su modo, con el bandoneón y con el tango; hizo música e hizo docencia, como muchos. Fueron años que dieron frutos en tierra ajena en base a redes de individualidades –no a una “explosión” generalizada como la actual–, y que en el caso de Stroscio más tarde se plasmaron en un canal de expresión particular, el de su Trío Esquina, que creó en 1992, una vez disuelta la formación del Cuarteto Cedrón. Acaban de reeditarse dos discos que dan cuenta de este trabajo del compositor y bandoneonista: Azul y vos, con un repertorio que revaloriza la figura de Eduardo Rovira, y Tangos para Corto, un trabajo pensado originalmente para acompañar el libro Tango, de Hugo Pratt, con un nombre que lleva un homenaje, claro, al Corto Maltés.
Acompañan a Stroscio el guitarrista Claudio “Pino” Enríquez y Hubert Tissier, un contrabajista francés que nunca aprendió una palabra de castellano, sin que esto le impida manejar el lenguaje del tango desde hace más de una década. El tango del trío está abierto a la improvisación, atento a las influencias de otros tipos de músicas, pero es claramente tango, del que excluye la posibilidad de la idea de “fusión”. El punto de partida pueden ser Rovira, Piazzolla, Arolas, los Expósito o el compositor contemporáneo Guillermo Thomas; la mirada es siempre propia, original, hecha de un virtuosismo grupal y no individual, y exenta de estereotipos.
Ya ocurrió con obras como la del bandoneonista Juan José Mosalini, radicado también en Francia desde los ’70 y reeditado recientemente en la Argentina. Se repatriaron de diferentes modos el pianista Gustavo Beytelmann, que grabó un disco aquí en 2004, o el bandoneonista Luis Borda, que reconstruyó su camino en tierra local en los primeros Festivales de Tango de Buenos Aires. El guitarrista Leonardo Sánchez podría sumarse a este grupo de los que vuelven a tocar cada tanto. Gente que hizo tango e hizo escuela desde Europa (Stroscio, de hecho, creó junto a Mosalini la primera cátedra de bandoneón de Europa). Y que está sonando también en la Argentina, ahora que el tango avanza.
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